La batalla era constante, estábamos a la par, no sabía qué hacer, ¿Cómo algo tan fuerte podía existir? Mis años de entrenamiento y dedicación a mi poder, y habilidades, parecían obsoletos al lado de este monstruo infernal. Aunque el cansancio provocado de estar días luchando con seres sumamente fuertes no ayudaba. La situación indicaba mi derrota, aun así, no tenía pensado rendirme en lo absoluto.
De repente se escuchó el grito de una persona, de un hombre adulto: ¡Tu hora ha llegado, malnacido! Era alguien con el uniforme de la guardia, y algo que llamaba la atención era que se parecía a aquel niño Shader; por lo que creí por un momento que habían pasado años y no días. El militar acabó con él en menos de un segundo usando su espada envuelta de un manto negro: cayó en trozos.
—Ya estás a salvo, amigo mío. —expresó acercándose.
—¿No eres Shader, verdad? Dime que no han pasado años.
—¡Ja! ¿Eso te preocupa? Tranquilo, no soy mi hijo.
—¿Hijo?