La Pequeña Jefa

03.

Aquella mañana comenzó como cualquier otra en LuxeCorp, dentro del edificio se sentía la tensión en el aire, el correr de los empleados eficientes, haciendo trabajos impecables, todo a mi alrededor era perfecto, como un reloj suizo, pero para mí, aquel perfecto refugio de orden y control se estaba convirtiendo en una verdadera molestia, ya no me escapaba de mis problemas en mi oficina, los accionistas estaban inquietos y fastidiosos.

Llevaban semanas insistiendo en que mi imagen pública necesitaba mejorar, hablaban de "humanización", campañas de relaciones públicas, entrevistas preparadas para hacerme ver como un hombre accesible y amable.

La última reunión con ellos fue un desfile de sugerencias absurdas, desde asistir a eventos de caridad hasta publicar en redes sociales sobre mi “vida fuera del trabajo”, como si tuviera una, y en ese momento, me encontraba en una nueva y jodida reunión con el mismo fastidioso tema.

—Alexander, debes entender que los tiempos han cambiado —dijo William Grant, uno de los accionistas más influyentes de la compañía, acomodándose en su asiento, con los demás accionistas asintiendo con la cabeza como perritos siguiendo al dueño —La gente quiere CEOs con los que puedan identificarse, figuras accesibles y humanas. —Dejé mi taza de café sobre la mesa con calma, aunque mi paciencia se estaba evaporando rápidamente.

—Soy el CEO de LuxeCorp, no un influencer. Mi vida privada es privada. —Los miembros del consejo intercambiaron miradas. Katherine Rowe, encargada de relaciones públicas, intervino con una sonrisa amable, pero una mirada afilada.

—Nadie te está pidiendo que hagas bailes en TikTok, Alexander, pero necesitas mejorar tu imagen. La gente te ve como un hombre frío e inaccesible. Eso no favorece a la empresa. —Me recliné en mi asiento sintiendo la furia recorrer mis venas.

—¿Y qué sugieres?

—Podríamos mostrar interés en iniciativas sociales. Apadrinar una fundación, tal vez. O algo más simple, como interactuar con los empleados de manera más natural. —sentí mi ojo saltar con un tic nervioso.

— ¿Interactuar de manera natural? —pregunte en voz baja.

—Sí, algo que no parezca una estrategia de mercado, algo así como que hables con algún empleado, que te intereses en sus actividades fuera del trabajo, algo muy natural, algo genuino.

La forma en que soltó la palabra "genuino" me resultó casi un insulto. No era un maldito ogro con mis empleados, pero su vida fuera del horario laboral me importaba un comino, lo único que necesitaba era que llegaran a tiempo, hicieran sus labores y ya, a cambio, cada mes reciben muy buenos incentivos de mi parte, bonificaciones para sus familias y algunos eventos organizados por recursos humanos, me tomaba el tiempo de analizar la hoja de vida de cada uno de los empleados y dejar un subsidio mayor a los hijos de madres o padres solteros, ¿que más querían de mí?

—Lo pensaré —respondí de forma cortante, dejando claro que la conversación me interesaba muy poco.

Cuando terminó la reunión, salí de la sala con el ceño fruncido y me dirigí a mi oficina, mi nueva asistente, Emma Evans, ya tenía mi agenda organizada para el día.

A pesar de sus primeros días un tanto complicados, que parecía no dar más por la carga de trabajo, había demostrado una capacidad de adaptación admirable. Era eficiente, rápida para resolver problemas y lo suficientemente profesional como para no inmiscuirse en mis asuntos como las asistentes anteriores.

Pero había algo en ella que llamaba mi atención, había notado que sacaba un papel doblado de su bolso cada cierto tiempo y lo miraba con recelo, no estaba muy seguro de que era, pero por los colores sospechaba que tenía que ver con su hija.

—Señor Monroe —su voz interrumpió mis pensamientos mientras entraba con una pila de documentos en brazos. —Aquí están los informes financieros que solicitó, también organicé la agenda de la próxima semana de tal manera que le quede un pequeño respiro entre reunión y reunión. —Tomé los documentos y los revisé con rapidez, asentí al ver que todo estaba tal como me gustaba.

—Bien. Mantenga mi agenda con ese mismo esquema, me gusta.

—Por supuesto. ¿Necesita algo más? —Negué con la cabeza y Emma salió con paso apresurado a responder el teléfono.

Me froté las sienes, sintiendo el inicio de un dolor de cabeza mientras revisaba el sinfín de correos pendientes en mi bandeja de entrada. La reunión con los accionistas había sido lo suficientemente agotadora como para que cualquier distracción me resultara intolerable, estaba dispuesto a mandar a volar al infinito a cualquiera que interrumpiera mi trabajo en ese momento.

En ese momento mi mente giraba entre mi trabajo y la maldita idea de cómo debía moldear mi imagen para encajar en la visión de otros. No importaba que hubiera llevado a LuxeCorp a lo más alto, ahora querían que pareciera "humano".

Apoyé los codos en el escritorio y dejé escapar un suspiro, no era la primera vez que me exigían adaptarme a expectativas ajenas, pero nunca había sido mi estilo complacer a nadie, desde que asumí la dirección de la empresa, mi enfoque había sido claro, eficiencia y buenos resultados.

El sonido de mi teléfono interrumpió mis pensamientos. Lo tomé sin apartar la vista de los documentos y respondí sin siquiera mirar.




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