La Percha Soñadora

La percha soñadora

En el fondo de un viejo armario de roble vivía una percha de madera llamada Perchita. No era una percha cualquiera: tenía grabadas pequeñas flores en sus extremos y soñaba, cada noche, con ser algo más que un simple soporte para abrigos.

—Quiero ver el mundo —susurraba mientras colgaba una chaqueta olvidada por años—. Quiero bailar con el viento, rodar por una colina o flotar en un río como los troncos aventureros de los cuentos.

Las demás perchas se reían.

—¿Salir del armario? ¿Y para qué? Aquí está calientito y oscuro.

—¡Exacto! —decía otra—. Afuera hay lluvia y polvo. Aquí somos importantes.

Pero Perchita no quería ser importante. Quería ser libre.

Un día, la dueña de la casa decidió limpiar el armario. En un descuido, Perchita cayó al suelo y rodó fuera del dormitorio. Nadie se dio cuenta. Quedó olvidada junto a la puerta durante días. Hasta que un niño la encontró.

—¡Mamá, mira! ¡Una espada! —gritó emocionado.

Y Perchita se convirtió en espada de pirata, timón de barco, pararrayos en una tormenta imaginaria. Fue puente para hormigas, remos en una aventura de cartón y hasta micrófono en un concierto infantil.

La percha, al fin, había salido del armario.

Y aunque terminó con unas cuantas astillas y pintura de témpera en la punta, nunca dejó de sonreír, porque había cumplido su sueño: vivir una gran aventura.




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