La Peregrina: Amar de nuevo

Parte 1: Una mujer ejemplar

Año 1999: María Verónica Brito de Gutiérrez iba, como todos los días, a su consulta, en la cual atendía a un promedio de 20 pacientes diarios, entre los cuales también había alguno que otro que no podía pagar la consulta. Casada con Txomin Gutiérrez, quien era ingeniero mecánico, tenía cuatro hijos que eran su mundo: Txomin, Martín, y las gemelas Arantxa y Ainhoa.

De sus cuatro hijos, Txomin estudiaba Computación en una prestigiosa universidad del país, Martín estudiaba Medicina, y las gemelas tenían gustos diferentes: Arantxa estudiaba, a la vez, dos carreras: Comunicación Social e Ingeniería de Sistemas, mientras que Ainhoa estudiaba Contaduría Pública, todos en la misma universidad. Todos los días, la familia Gutiérrez Brito se reunía para la cena, ya que en el día se les hacía un poco difícil por las obligaciones que cada uno tenía. Ese día en específico, era el cumpleaños de las gemelas, cumplían 18 años.

Txomin padre estaba organizando una pequeña fiesta para sus hijas, y aprovechó de invitar a dos de sus colegas, que además eran sus amigos más allegados: Ernesto Colmenares, y Mauro Johnson, y a sus familias. Ernesto tenía un hijo, Caracciolo, de 22 años recién cumplidos y graduado en Geografía en la misma universidad donde estudiaban los hermanos Gutiérrez Brito, y un sobrino un año menor, Vicente, quien era ingeniero industrial, y Mauro tenía dos hijos, ambos contadores públicos: Yauri, quien para el momento tenía 26 años y trabajaba en una institución gubernamental, y Oliver, cinco años menor, quien trabajaba en el área administrativa de una clínica.

Las gemelas habían recibido llamadas incluso de sus familiares en España, ya que Txomin padre era hijo de españoles. En la universidad, cada una había recibido las felicitaciones de sus compañeros, y al unirse a sus hermanos, Martín les dijo:

-Ari, Ani, tenemos que pasar por la consulta de mamá a buscarla para irnos a cenar con ella y con papá.

Arantxa le dijo a Martín, después de haberlo pensado:

-Algo trama nuestro padre, cada vez que alguno de nosotros cumple años siempre tiene un as bajo la manga...

-Y siempre prepara alguna sorpresa, muchachos. No se extrañen, si nos tiene algo ya listo en casa -continuó Ainhoa, con una sonrisa de oreja a oreja-. ¿O no recuerdan que Txomin tiene novia gracias a las sorpresas que prepara papá? Es increíble la cantidad de gente que conoce.

-Cierto, Ani -contestó el aludido, sonriendo-. Y Graciela es lo mejor que me haya pasado en mucho tiempo.

Txomin hijo terminó manejando hasta la clínica, donde le indicaron que ya su madre había salido. Sin perder el ánimo, continuó manejando, hasta buscar a Graciela Cárdenas, quien era compañera de estudios de Arantxa y su novia. Una hora después, ya estaban en casa. Los hermanos mayores, en complicidad con Graciela, les cubrieron los ojos a las gemelas, en medio de sus protestas, y las amenazaron con dejarlas sin transporte a la universidad si se quitaban las vendas de los ojos.

Martín abrió la puerta, y ambos hermanos guiaron a las gemelas por el pasillo, que estaba a oscuras. Las dejaron paradas en medio de la sala y encendieron el interruptor de la luz. Les dijeron:

-Ahora sí, pueden quitar las vendas...

Ambas hermanas comenzaron a llorar de la emoción al quitarse las vendas y ver a sus padres y amigos reunidos para festejar su cumpleaños N° 18. Todos sus compañeros de clases estaban ahí reunidos, aparte de las familias Colmenares y Johnson, y todos las felicitaron. Yauri ya conocía a las gemelas, y procedió a presentarles a su hermano, con la esperanza de que se fijara en alguna de ellas. Ainhoa se presentó, pero tenía su propio grupo de amigos, que estaba allí, y se excusó para atenderles. Luego, Yauri hizo la presentación correspondiente a Arantxa, la cual dijo:

-Hola, me llamo Arantxa Gutiérrez Brito. Bienvenido a este caos...

Oliver estrechó su mano, diciendo:

-Oliver Johnson, para servirte. No sabía que el ingeniero Gutiérrez tenía una hija tan bonita. Ojo, no lo digo para ligar.

-Gracias, Oliver. Bienvenido a mi casa y a mis amigos...

Ambos sonrieron, hasta que Txomin padre les presentó a Caracciolo y a Vicente, quienes se integraron rápidamente a la conversación. Caracciolo, al estrechar la mano de Arantxa, sintió una extraña electricidad, al igual que ella, quien sólo atinó a sonreír y sonrojarse. Se integraron a la fiesta, pero él no dejó de bailar con ella en toda la velada.

Oliver estaba entretenido con una compañera de clases de Ainhoa, y eso fue su perdición durante ese día.

Meses después, ocurrió un desastre natural sin precedentes en la historia del país, y María Verónica se puso a la disposición de las autoridades para ayudar en el rescate y atención de los damnificados por dicha catástrofe natural.

Los hermanos Gutiérrez Brito también estaban haciendo voluntariado, mientras Txomin padre trataba de ayudar a algunos de sus empleados, que lo habían perdido todo durante el desastre. Ese día en específico, Arantxa se despidió de su madre, su padre y sus hermanos, y se dirigió a un centro de acopio. Mientras ayudaba a distribuir los insumos, no dejaba de pensar en su mamá. En el centro de acopio, coincidió con los hermanos Johnson, y con Caracciolo. Los primeros se dirigieron a otro sector, y el último se quedó con ella en ese sector. Le dijo:

-Me encanta verte, Arantxa. Te iba a invitar a salir durante esta semana...

-Vaya, gracias... Tengo la ligera, ligerísima impresión de que estás ligando conmigo. Caracciolo, estoy segura de que si me invitabas a salir te diría que sí.

-Por lo menos estamos coincidiendo acá y podemos trabajar juntos, si lo deseas. ¡Cómo me encantaría poder trabajar contigo siempre!

-A mí también. Me caes bien, y es un principio...

Mientras esta conversación tenía lugar, María Verónica se arriesga a salvar a una mujer y a su hija antes de sentir dolor. Entregó a la mujer y la niña al resto del equipo, antes de desplomarse. Sus compañeros intentaron reanimarla, pero era imposible. Sufrió un infarto fulminante.




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