La verdad, al final...
TRES HORAS MÁS TARDE, una Diana con la cara avergonzada y un Adrián pálido pero desafiante, fueron devueltos al castillo. Freddie Marshall eligió reunirse con ellos en su oficina privada. Christian se paró a la derecha de su padre y miró a Adrián. Tanto si Christian quería casarse con Diana como si no, ella era su responsabilidad y no se tomaba la situación a la ligera.
—Fuiste un invitado en esta casa, —le dijo a Adrián. —Fuiste tratado como uno más de mi familia con respeto y se esperaba que actuaras de la misma manera. en cambio, te tomates la libertad de tomar uno de nuestros grandes tesoros para tu propio placer personal.
Adrián frunció el ceño.
—Ella no es un jarrón ni un cuadro. Ella es una mujer.
—Exacto. Diana es una joven especial con un gran potencial. Ella no es tuya, Adrián Kallas. No tenías derechos.
Diana se atragantó con el aliento y se arrojó frente a Adrián.
—No lo lastimes, Christian. Sé que lo que hice estuvo mal, pero no lo lastimes. Adrián la rodeó con el brazo.
—No te disculpes. No hiciste nada malo.
—En ese sé que tienes razón —dijo Christian. —Tú eres el acusado aquí.
Diana palideció.
—¡No! No puedes. Por favor, te lo ruego.
Adrián se paró derecho y fuerte.
—No te tengo miedo. Christian Marshall.
—Deberías tenerlo, dijo el padre de Christian con severidad. ¿Cómo puedes llevártela? No tenías derecho a secuestrar a una joven inocente para tus propios placeres degradantes.
—Yo no la secuestré, —gritó Adrián con los dientes apretados. —Estaba tratando de ayudarla a salir de este lugar. —Miró a Christian. —Tú no la quieres, apenas la soportas y nunca la amarás. Entonces, ¿por qué diablos insistes en casarte con ella? —Se volvió hacia Diana. —Eres igual de mala. Dile la verdad.
Diana agachó la cabeza.
—Estoy aquí para cumplir los deseos de Christian.
Adrián juró.
—Diana, ¿por una vez podrías decir lo que quieres? Eres rica como él. Nada pasará. Te lo prometo.
Las lágrimas llenaron los ojos de ella.
—Mi padre se enfadará, pero me entenderá.
—No pasará nada, Diana. —añadió Freddie Marshall. —Puedes contar conmigo, si quieres que te acompañe, hablaremos con tu padre.
Christian había escuchado suficiente. Dio unos pasos y tomó la mano de Diana. —Ven, por favor. —dijo con ternura. —Hablaremos en privado.
Mientras la sacaba de la habitación, miró al hombre de seguridad.
—Asegure que Adrián Kallas este aquí hasta que regrese.
Christian le mostró a Diana la pequeña antecámara detrás de la oficina. Allí la acomodó en una silla y le sirvió un vaso de agua. Cuando ella tenía las lágrimas bajo control. Él acercó una silla a su lado y se sentó.
—¿Estás bien? —preguntó, cuidando de mantener su voz tranquila y gentil.
Ella asintió, agarrando el vaso con ambas manos.
—Adrián no me hizo daño. No hizo nada malo. Tienes que creerme.
—Sí. Sé que no te llevó en contra de tu voluntad. Querías ir con él, ¿no?
Los ojos de Diana se agrandaron mientras asentía.
—Durante las últimas semanas, os habéis hecho amigos.
—Sí.
Bien, pensó él. Su padre le había estado diciendo la verdad sobre eso. Ahora debía de obtener el resto de la información.
—¿Lo amas?
Ella se encogió en su asiento.
—No, Christian. No. Yo nunca... Nosotros no...
—Te creo, pero pareces que te preocupas mucho por él.
Editado: 07.01.2023