El comisario terminó de tomar el café y dejó su taza cerca de la de Jennifer, quien hace buen rato había terminado el suyo. Llevaban más de una hora tratando el tema de la investigación del asesinato su padre, y aunque Gus Pangbord hubiera preferido que el abogado Moore estuviera ahí para ayudarle a explicar algunas cosas, se expresó lo mejor posible.
—Se está haciendo lo que se puede, señorita Deschain. Pero como usted comprenderá hay muchas trabas en la justicia.
—No se está haciendo lo suficiente —respondió algo molesta.
—Escuche, señorita, no admito que dude de mi trabajo.
—Lo siento —contestó arrepentida por haberle dicho eso, aquel hombre no había hecho otra cosa que ayudarla y no quería ser desagradecida—. Es solo que sé a lo que se refiere.
—Sobornos, desde luego. Y un apellido de peso para poder presionar, contactos y todo. Escuche, no quiero ser cruel, pero el apellido Deschain quedó bastante manchado desde lo que pasó con su padre —ella asintió levemente y apartó la mirada, claro que tenía claro aquello y le dolía de una manera que no podía siquiera pensar en eso sin que le llegaran las lágrimas a los ojos—. El apellido está manchado, los que saben la verdad no lo admitirán jamás y a oídos de los jueces su reclamo es solo un intento desesperado por tener dinero.
—Damon mencionó que consiguió demostrar que las firmas de pagarés de mi padre eran falsas.
—Al menos eso lo tenemos, pero aún no podemos usar esa prueba mientras no programen el juicio. Es complicado, cada que intento algo o aparece un testigo, lo que sea, hay una traba. La gente que le hizo eso a su padre tiene muchas influencias y no quieren ser descubiertas como las ratas que son.
—Lo entiendo. ¿Qué sugiere entonces?
—Veamos...—El comisario suspiró. Sabía que ese era otro tema para tratar con Jennifer, pero era de momento lo mejor que se podía hacer—. Usted estará casada dentro de poco.
—Ajá.
—Y su futuro marido, que personalmente no es de mi agrado como bien sabe, tiene el apellido de más peso de la región.
—Lo sé.
—Si la señora Morgan presenta esa demanda no tenga dudas en que las puertas se abrirán para usted.
—De ninguna manera —dijo firme y el comisario suspiró hondo, resignado—. No pienso recibir nada de ese hombre.
—A ver, señorita Deschain, hablemos claro. Y usted disculpe si soy demasiado sincero. Admiro su determinación de hacer justicia, y créame que estoy dispuesto a poner en su sitio a toda la gente que hizo aquella maldad con su padre. Pero basta ya de huir de la verdad. Se va a casar con el señor Morgan, usted será la señora Morgan quiera o no. Y aparte del apellido compartirá con él muchas otras cosas, cosas intimas, si me entiende. Desde la cama hasta la comida. Así que déjese de tonterías, por favor.
—¡Comisario! ¡Eso es un atrevimiento!
—Lo sé —contestó restando importancia al tema—. Mire, el hombre ese puede ser de lo peor en el trato, pero si valiéndose de su nueva condición usted intenta que al menos las puertas se abran para nosotros ya nos encargaremos de lo demás. Cuando consiga que las autoridades la escuchen y pongamos en la mesa las pruebas que tenemos, lograremos la justicia que quiere. No le pido que vaya por ahí sobornando diciendo que será la señora Morgan, solo haga que esos hombres lo tomen en cuenta y la escuchen. Nada más. ¿Le estoy pidiendo acaso algo de otro mundo?
—No —respondió de mala gana—, pero sigue sin agradarme la idea.
—Lo sé, solo piénselo bien.
—Lo haré —se puso de pie, ya era hora de irse.
—Ojalá, espero que para cuando regrese junto con su abogado tenga otra opinión y podamos seguir moviendo las piezas en este caso.
—Comisario —le dijo despacio—, entiendo perfectamente que lo que me pide es lo más lógico y estratégico para poder avanzar. Pero va en contra de mí, ¿entiende? Quiero hacer justicia para mi familia y usar el apellido de alguien cuyo padre colaboró en la ruina del mío ya es bastante deshonroso. Voy a pensarlo bien, pero entienda que no es fácil y que ir contra mis principios, es algo que nunca he considerado. Pero si no hay otra forma... bueno, lo intentaré.
—La entiendo, es su decisión ahora —se despidieron. Le daba pena tener que sugerirle aquello a esa joven, pero en verdad sentía que era lo que tenían que hacer para poder lograr que les hagan caso, no habían recibido más que negativas y menosprecios desde que iniciaron.
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Editado: 08.01.2020