La Perla I: Por deber

Capítulo 9

Al caer la noche Damon llegó al burdel de Madame Neville. Era temprano aún, los clientes habituales no habían llegado, así que entró sigiloso y subió a la habitación que siempre les correspondía. Al llegar abrió la puerta con rapidez, Elena se giró asustada y luego lanzó un suspiro de alivio. La encontró sentada frente al espejo, apenas si empezaba a arreglarse, así que tenía el rostro al natural y vestía casual.

—¡Damon! Por todos los cielos, me asustaste, pensé que era algún idiota —le sonrió, se puso de pie y corrió a sus brazos. Él la abrazó con fuerza, cerró los ojos y acarició sus cabellos. Quizá no estaba arreglada, pero así se veía preciosa. Natural, tierna, ella tal como era en verdad, no como la joven maquillada y vestida como cortesana, la que desfiló frente a sus ojos aquella noche en que volvió a La Perla—. Has venido muy temprano hoy.

—No tenía mucho que hacer, es mejor aprovechar. Quiero pasar mucho tiempo contigo hoy.

—Bien, eso me parece increíble. Aún no traen la comida, ponte cómodo, amor —le dijo mientras le quitaba el saco y soltaba su corbata—. ¿Estás bien?

—¿Eh? ¿Por qué la pregunta?

—Te ves pensativo. En realidad te he notado pensativo en los últimos días. ¿Sucedió algo?

—No es nada, Elena, de verdad. Nada que nos afecte.

—Pero te afecta a ti.

—Elena, escucha —acarició despacio su mejilla y le dio un beso. Había tratado que ella no se dé cuenta, pero lucía intranquila—. Te prometí que mientras estemos acá juntos ningún problema va a afectarnos, ¿si? Seremos solo tú y yo, lo demás no existe.

—¿Es Madame Neville? ¿Acaso ella ha sacado más deudas?

—No es nada de eso, cielo, aquel tema está controlado. Estoy viendo la forma de que mi padre me de la herencia del abuelo de una vez. Hago lo posible para que esto termine pronto.

—Lo sé, no tienes que excusarse. Ya haces bastante por mí.

—No es suficiente, aún no logro sacarte de este lugar.

La besó con ternura, no quería preocuparla con sus temas, pero estaba algo estresado con todo aquello. Conoció a Elena de antes de llegar al burdel, la conoció de niña al igual que muchas de las chicas del pueblo, y siempre le había parecido linda. Incluso pensó muchas veces en que le gustaría cortejarla. Al regresar de sus vacaciones de la universidad la encontró comprometida con el hijo de Reynolds, lo cual lo dejó bastante triste. Y cuando volvió graduado la encontró ahí, en el burdel. No se lo pudo creer, eso era increíble, indignante, algo de locos. Empezó a averiguar qué fue lo que pasó con Elena y al saberlo su indignación estalló. La primera vez pidió pasar toda la noche en privado con ella, la notó asustada y decepcionada de que sea él quien la haya pedido, pero esa noche no pasó nada. Él fue un amigo, pidió que le cuente toda la verdad y entre lágrimas se lo dijo todo.

—¡Voy a denunciar a ese maldito, Elena! ¡Te lo juro! ¡Voy a hacer justicia para ti!

—No, Damon, por favor. Nadie me creyó antes cuando era una huérfana en desgracia, ¿por qué me creerían ahora que soy una prostituta? ¿Crees que confiarían más en la palabra de una chica de Madame Neville que en la de Steve Reynolds? Déjalo así, no hagas más problemas.

—Entonces voy a sacarte de aquí.

La promesa aún estaba en proceso, pero había en verdad muchas deudas que pagar y no eran nada baratas. Cuando le pidió las cuentas a Madame Neville, ella consideró cada centavo, la ropa, maquillaje, comida, médicos, cama, entre otras cosas. Le explicó que la chica les había salido muy cara, que al principio enfermaba mucho y gastaba de más, que luego cuando la "estrenaron" no "producía" lo que las otras chicas y no era muy rentable, que solo no la echó por pena. 

Damon tenía que ocuparse de pagar todas las noches privadas con ella para que ningún otro la toque, y aparte ir pagando poco a poco sus deudas para poder sacarla de ahí. No era fácil porque aún dependía de cierta forma de su padre y no había recibido la herencia. Intentaba convencer al señor Moore que le entregue ese dinero para poder promover su estudio de abogados y hacer inversiones, solo que el hombre aún tenía sus dudas. Por supuesto que lo que en realidad quería era pagar las deudas de Elena y sacarla de ahí de una vez, el problema era que si su padre descubría que estaba en amoríos con una de las chicas de Madame Neville, y que incluso pretendía casarse con ella, iba a poner el grito al cielo y a desheredarlo.




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