La Perla I: Por deber

Capítulo 12

Cuando la vio entrar al salón se quedó unos segundos conteniendo la respiración. Jennifer nunca había estado tan hermosa ni encantadora como esa noche. No estaba muy sonriente que digamos, después de todo la acompañaban Joseph y su tía, pero algo tenía que la hacía lucir maravillosa. Quizá era la forma en que se había arreglado, con un vestido fino, de una elegancia sencilla pero encantadora, un peinado que incluía delicadas flores y hasta un poco de maquillaje que le había dado un color muy vital. De alguna forma, a pesar de la pésima compañía, lucía animada. Lo notó cuando saludó a lo lejos con una sonrisa al comisario, luego se separó del brazo de Joseph y fue rápidamente donde Santos y su padre, luego donde Damon. Sonreía, incluso la escuchó reír. Sí que estaba muy animada.

En realidad todos lucían muy animados esa noche, había un ambiente grato que lo hizo sentir relajado. Era la fiesta de antesala a la gran Feria por la siega y no se hablaba de otra cosa. Estaban todos con sus mejores galas, incluso aquellos no tan ricos. Él y Cuthbert también estaban vestidos para la ocasión, elegantes como nunca, encantadores como siempre. Más de una dama les sonreía y se acercaban a hablar con ellos ya sea acompañadas de madres, chaperonas, hermanos menores con mala cara, entre otros. Bert llevaba buen rato rondando a Santos, quien junto con su padre había sido de las primeras en llegar, solo esperaba la ocasión perfecta para buscar baile y conversación. 

Por otro lado, Joseph lo había visto pero ni siquiera lo observó fijamente y con rabia como siempre, apenas lo vio y con una sonrisa se acercó a sus socios mientras observaba a Jennifer de lejos. Finalmente fue a por ella, quien conversaba animada con Damon y la atrajo junto con el abogado a su selecto grupo de amistades.

Ahí fue que empezó la parte crítica. Jennifer y él se miraron a los ojos casi sin querer, la notó sonreírle y hasta enrojecer, pero de inmediato Joseph la tomó de la cintura y la aproximó a él. Se dio cuenta que su querida guerrera llevaba una joya en la mano, un anillo lindo. Debía de ser su anillo de compromiso. Nunca se lo había visto puesto, y, no era que importara mucho ya que después de todo tenía bien claro que estaba comprometida, solo que vérselo puesto y encima al lado de Morgan no era muy agradable que digamos. Nada agradable en realidad. 

La fiesta dio oficialmente inicio con unas palabras del alcalde, aplausos, risas y música. Como era de esperarse, Jennifer empezó la fiesta bailando con su prometido. Orlando observó tranquilo como si no le importara que los demás se dieran cuenta que observaba cada movimiento de la joven. Era distante con Morgan al bailar, mientras este la miraba fijamente ella mantenía la cabeza en alto evitando el contacto visual. Aunque no podía negar que había elegancia en sus movimientos, moría por tenerla en sus brazos ya. También bailó algunas piezas con Damon y el comisario, con el consentimiento de su prometido claro.

"Ya falta poco, cálmate", se dijo. La fiesta llevaba buen rato empezada y él también había bailado con otras personas a modo de distracción, o al menos para acercarse un poco a ella mientras todas las parejas bailaban. No podía acercarse como quería de momento, pero siempre encontraban la manera de mirarse y sonreír discretamente. Si, calma. Ya llegaría el momento en que pose su mano en su cintura y la tenga entre sus brazos mientras se movieran de un lado a otro al ritmo de la música. Solo estaba esperando la señal.

Por su lado, Jennifer estaba bastante ansiosa. Sabía que esa noche Orlando había prometido que bailarían juntos, pero mientras más tiempo pasaba sentía que esa promesa no podría sostenerse. No había forma de separarse de Joseph esa noche, ni de la atenta mirada de su tía. Joseph bailaba seguido con ella, apenas un par de piezas la dejó bailar con su amigo y el comisario, pero nada más. E insistía en tenerla a su lado, ni siquiera la dejaba acercarse a Santos, pues era bien conocida la enemistad entre Joseph y el padre de la joven, estaban en grupos diferentes. Era como si la tuviera presa. 

Las esperanzas de Jennifer de bailar con Orlando se desvanecieron en el instante en que lo vio a lo lejos despedirse del alcalde y su esposa, de algunas otras familias, ponerse el abrigo y acercarse a la salida. La fiesta ya tenía buen rato y algunos invitados habían empezado a retirarse, y ahora él. Orlando desde la puerta le hizo una rápida seña de despedida y salió. Ella solo bajó la mirada y se sintió muy mal. Ni siquiera habían hablado, ella lo único que había deseado era pasar un rato a su lado, por más breve que sea. Y ahora él se iba, aquella promesa del baile había quedado enterrada.

Jennifer desconocía, por supuesto, que aquella salida era parte de un plan urdido en la cocina privada del burdel de Madame Neville. Primer paso, que todos sepan que Orlando se había ido cuando en realidad entró por la puerta posterior con mucho sigilo a esperar el momento. Segundo paso, sacar a Jennifer del salón. 




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