La Perla I: Por deber

Capítulo 15

Esa mañana habían tenido que presentarse ante el juez. Contrario a otros días, en esa ocasión Damon y Jennifer se encontraban muy optimistas pues los había acompañado el señor Jonas. Y ahí estaba, dentro del despacho del fiscal conversando un poco. Al parecer el fiscal era amigo del hombre, así que el señor Jonas estaba dejando bien en claro su postura. Sabían que le hablaba sobre la poca atención que le habían dado a Jennifer Deschain considerando las pruebas que tenían, indicando que él conocía a la joven y la estaba brindando todo su apoyo. 

También mencionó, aunque ellos no lo supieron, que no olvide que Jennifer pronto sería la señora Morgan y que él era un hombre que sabía lo que le convenía y obviamente estar en contra de Joseph Morgan y negarle las propiedades a su esposa, que pronto también serían suyas, era una imprudencia. El fiscal lo pensó bien y agendó una sesión para iniciar el juicio donde Jennifer probaría la inocencia de su padre y esa vez sí sería escuchada.

Por eso Jennifer y Damon estaban tan felices, al fin después de tantos meses de lucha tendrían la oportunidad de defender al señor Roland como se debe y demostrar que había sido una víctima. Eso para empezar, al menos de esa manera se demostraría que hubo fraude en las letras firmadas supuestamente por su padre, y aunque sería un proceso un poco largo, finalmente todo lo que le robaron podría ser devuelto. Luego seguiría el tema del asesinato, que aún no estaba claro y para lo que aún no tenían pruebas. Pero si se ganaba el primer juicio sería más fácil que un jurado le dé la razón en el otro. Nada podría ir mejor.

Damon se ofreció a acompañarla a casa, pero ella se negó amablemente. Dijo que tenía que resolver muchos asuntos de la hacienda y no tendría tiempo para invitarlo a tomar un té y conversar, pero prometió que al día siguiente pasaría temprano a su despacho a hablar de sus próximos movimientos. Así que una vez sola y a caballo rumbo al río, Jennifer tuvo tiempo de ponerse nerviosa. Había llegado el día y la hora de ir a encontrarse con Orlando.

Decir que no había pensado en lo que sucedió entre ellos era una total mentira, al contrario, no podía dejar de pensar en eso. No lograba sacar de su mente aquellos besos y caricias, su mirada intensa clavada en ella, rogándole que se quede, diciéndole que la necesitaba. Y esa noche en la soledad en su habitación casi no había podido dormir reviviendo todas aquellas sensaciones maravillosas. Suspiraba, enrojecía, sonreía, se removía en la cama sin saber como parar aquellos pensamientos y el deseo que sentía de volver a estar con él de esa manera. Pero también había tenido tiempo de pensar en lo mal que estaba todo lo que habían hecho y por qué no podía ser. Por eso llegó ahí con la esperanza de poder mantenerse firme y ser sensata. Porque ella no era de las que se dejaban llevar por sus pasiones, en realidad nunca había sido mujer de "pasiones". Era una mujer de palabra, de honor y de justicia.

Conforme fue acercándose vio al caballo de Orlando al lado de un árbol y a él sentado muy quieto, ahora que lo pensaba se había tardado un poco pues el tema del juzgado duró bastante. Pero cuando la sintió acercarse se puso de pie de inmediato y la quedó mirando con una sonrisa. Eso bastó para que el corazón de la chica se acelerara, y claro, para él fue lo mismo. Jennifer al menos había estado ocupada tratando de distraerse, pero él solo había tenido días de ansiedad, muriendo de ganas por ir a la casa Deschain y meterse por la ventana, total ya lo había hecho. Si no fuera por Cuthbert ya hubiera cometido mil locuras. 

Al llegar a su hacienda después de ese encuentro estaba estallando en emoción. Le contó a Bert y este también se contagió de la alegría de su amigo, pero tuvo la sensatez de hacerlo entrar en razón cuando se le ocurrían locuras como ir a decirle a Morgan que se aleje de Jennifer o meterse por la ventana de esta a conversar con ella de una vez. Y al fin ella estaba ahí, ¿era su impresión o cada vez que la veía estaba más hermosa? Si, quizá solo eran ideas suyas, porque la quería tanto que no podía evitar verla hermosa y perfecta, cada vez más que antes. Ella bajó sola de la yegua, caminó un poco hacia él pero se mantuvo a una distancia prudente. Bien, al fin había llegado el momento.

—Me alegra que vinieras, Jennifer.

—Dije que iba a hacerlo. Y sé que hay muchas cosas que queremos decirnos, pero hay algo que tengo que dejar claro. Aquello no debió pesar, y hablo en serio. Soy una mujer comprometida. El hecho que diga que eso no debió pasar no significa que no lo haya disfrutado o que me arrepienta, pero es algo que no debió suceder porque pase lo que pase yo no voy a romper mi compromiso. Quiera o no voy a casarme con Joseph Morgan y no habrá forma de cambiar eso.— Vaya, lo dijo todo. Orlando sabía que le iba a terminar diciendo algo como eso, pero aún así no dejaba de dolerle escucharlo.




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