—Juro que hasta ahora no logro entender por qué insistes en casarte con ese miserable, creo que nunca lo haré —le dijo Santos.
—No quiero hacerlo, creí que eso era bastante obvio.
—Pero aún así lo vas a hacer y no entiendo qué tienes en la cabeza o que estúpida manía tienes que te impide darte cuenta de la locura que vas a hacer.— Jennifer suspiró. Al día siguiente de la fiesta en la hacienda de los Jonas la feria tenía que continuar. Esa mañana había exhibición en la plaza del pueblo diferente a la del día anterior, principalmente trataba de negocios y de dar a conocer a los visitantes sus productos, novedades y demás para conseguir inversiones y nuevos clientes.
En sí la gente normal no tenía mucho que hacer ahí, menos las damas, pero igual era entretenido pasear entre la gente y conversar. Había música, comida y el ambiente era muy alegre. Jennifer había llegado con su tía a hacer vida social, y sabiendo que no se arriesgarían a hacerle algo o a encerrarla ese día se alejó y fue a hablar con Santos como si nada hubiera pasado. Claro que no le dirían nada y menos la castigarían, esa noche era la elección de la reina de la feria.
—Me temo que no he sido muy clara. Hay un contrato que debe respetarse. El matrimonio con Morgan, para mi desgracia, sacará de la miseria a mi familia y a lo que queda de mi hacienda.
—Esa es la parte que no entiendo, es demasiado sacrificio, Jennifer.
—Mi familia ha quedado casi en la miseria después de pagar las falsas deudas de mi padre, al borde del embargo. Con este compromiso Joseph les ha dado su aval y les han prestado al menos un poco de dinero con el que ya empiezan a trabajar. Conoces bien a ese hombre, si me niego a casarme con él todo eso se irá al demonio.
—Ese tipo es un monstruo —dijo con rabia.
—Lo es. Y me temo que aún no lo entiendes. Santos, si tuvieras la oportunidad de darles mejores condiciones a tu gente, al pueblo de tu madre. Si pudieras conseguir que tuvieran oportunidades y derechos, pero a cambio te tuvieras que casar con.... veamos, piensa en alguien asqueroso. Como Steve Reynolds.— Santos puso una cara de desagrado única, más bien se debería decir horrorizada.
—Ah no, no. Eso es demasiado extremo.
—Te pongo un ejemplo. Si aún sabiendo lo desgraciada que sería tu vida pudieras asegurar que tu gente, tu familia y tus pequeños primos vivirían bien y serían felices, ¿lo harías? ¿Te casarías con Reynolds?— Santos apartó la mirada pensativa. Se sabía bien los malos tratos que recibía el pueblo indio, las muertes, la discriminación, las pocas oportunidades que tenían. Y también sabía que ella haría cualquier cosa con tal de cambiar eso.
—No es lo mismo.
—¿Lo harías si o no?— Santos cerró los ojos y suspiro.
—Si. Lo haría sin dudarlo.
—Es lo que estoy haciendo. Claro que odio pensar en lo que va a ser de mi vida cuando me case, pero cuando pienso que mis sobrinos tendrán un hogar y no perderán su casa, que podrán estudiar y tener un futuro, que no tendrán que pasar hambre, que mis tías no tendrán que ver a sus hijos llorar y mis tíos no perderán todo por lo que han trabajado desde siempre... bueno, cuando pienso en todo lo que se va a ganar con mi sacrificio pienso que todo vale la pena.
—¿Hablas en serio?
—Y demoré meses para llegar a esa conclusión. Antes no hacía otra cosa que maldecir y lamentarme.
—Estás resignada.
—Si.— No había palabra que la describiera mejor. Resignada. Ya no podía ni luchar siquiera, solo aceptar su destino y esperar que sea lo mejor para todos.
—Bien, ya. Lo entendí al fin. Si al parecer es el único camino que tienes, has dado tu palabra, la dio tu padre, en fin... la dieron todos y si eso salva a tu familia de la desgracia, pues ya. Está bien, lo he entendido. No significa que esté de acuerdo, solo dejaré de pensar que tienes un serio problema en la cabeza.— Jennifer le sonrió apenas un poco, pero Santos sonrió abiertamente ya para dar zanjado el tema triste—. Aunque si se trata de dinero... pues me parece que si te casas con el señor Blanchard él estaría bien dispuesto a dar prestarle algo a tu familia.
—¡Santos Jonas! ¿De dónde sacas eso?— La chica sonreía pillina mientras Jennifer se ponía roja.
—Oh vamos, ¿hasta cuando esperabas contarme? Si se nota en cuanto se les ve juntos, están coladitos uno por el otro, ayer en mi fiesta no se separaban y se miraban de una forma que... bueno, tú ya debes saber de qué forma.
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Editado: 08.01.2020