La Perla I: Por deber

Capítulo 21

El momento había llegado y Jennifer encontró la excusa perfecta para aparatarse. Después de fingir que seguía la conversación en la mesa se animaron a bailar. Ella tuvo que bailar con Joseph, y lo hizo bastante distraída. Miraba alrededor esperando encontrar a Orlando cerca para que aunque sea le dé una señal, pero este había desparecido. Pensó que quizá él ya estaba allá esperándola, así que no había que perder el tiempo. En medio de tanto baile la gente no estaba para prestar atención a los detalles, y eso incluía a Joseph. Por eso cuando le dijo que iría a refrescarse un poco porque estaba sudando a causa de la fogata y no quería arruinar el vestido él no se opuso para nada. Solo le pidió que le diga a su tía que la acompañe.

—No quiero molestarla y...—miró a un lado, Santos caminaba cerca y le hizo la señal—. Ahí está Santos, iré con ella.

—Jennifer, ya hemos hablado de esto.

—Joseph, por favor. Es noche de final de feria, no hagas esto.— Y le sonrió. Una parte de ella sintió culpa de usar el cariño que Joseph sentía por ella para engañarlo. Y no solo engañarlo con eso de ir a refrescarse, sino a ir a arrojarse a los brazos de otro. Él no puso resistirse, sonrió también y le dio el permiso para que vaya a donde tenga que ir.

—Solo no tardes, la gente ya se está poniendo ebria y no quiero más incidentes, menos con ese Reynolds rondando.

—Claro, no tardaré.

Pero sabía bien que iba a demorar. Caminó para encontrarse con Santos, ambas fingieron una breve conversación y se alejaron juntas. Se quedaron en silencio buen rato mientras avanzaban, Jennifer sí que estaba nerviosa. Cuando al fin divisaron el almacén del alcalde, y constataron que para su buena suerte no había nadie cerca, se decidieron a avanzar. La puerta estaba cerrada, pero había una ventana amplia y entreabierta por donde podría colarse. Se acomodó el vestido y ayudada por Santos subió.

—Solo diez minutos, ¿si? Ya hemos perdido cinco en caminar hasta acá— Jennifer asintió—. Si alguien se acerca le daré tres golpes a la ventana, me quedaré aquí.

—Está bien. Santos, por favor no... no espíes, ¿si?— La Jonas rió sin querer, le hacía gracia ver a Jennifer sonrojada y preocupada por eso.

—No quiero ver como haces tus cosas con el señor Blanchard, descuida.

—Bien —suspiró hondo y entró al fin. Por poco y resbala al entrar, pero finalmente logró acomodarse el vestido y mirar alrededor. Estaba bastante oscuro, temía caminar y tropezarse con algo. Dio unos pasos con cuidado, no sabía ni hacia donde tenía que ir, ese lugar era enorme—. Orlando, ¿estás aquí? —dijo en voz alta—. ¿Orlando? —siguió caminando sin saber a donde, poco a poco la vista se iba aclarando, pero aún así solo lograba distinguir los sacos y granos almacenados en torres, temía coger alguno, tropezarse y terminar echando todo al piso. Y estaba justo pensando en eso cuando tropezó con algo de metal, este se cayó haciendo tremendo ruido. Era un balde que finalmente terminó haciendo caer unos picos y palas. Jennifer lanzó un grito de sorpresa seguido de uno de terror cuando sintió que la cogían de la cintura desde atrás y la jalaban a un lado.

—Jennifer, ¿cuál es tu concepto de discreción?  —reconoció la voz de inmediato y se relajó. La voz tenía un tono juguetón, el terror se le pasó en el acto y sonrió. Se giró a verlo, ahí estaba Orlando.

—¿Has estado aquí todo el rato?

—Más o menos.— Apenas si podían verse, estaba oscuro—. Ven, acá se puede ver mejor.— La llevó de las manos un poco más allá, en el techo había un madero roto, era apenas un pequeño pedazo pero era suficiente para que se filtre la luz de la luna y que puedan ver sus rostros.

—Mejor —dijo ella despacio. No era la primera vez que estaban a solas, y aún así ella se sentía nerviosa. Él le sonrió y acarició despacio su mejilla, uno de sus dedos fue despacio hasta acariciar sus labios mientras que su otra mano estaba posada en su cintura.

—Te ves muy hermosa esta noche, Jen.— Quiso responderle algo como que él también estaba muy guapo, pero no la dejó. Se apresuró en besarla, ella cerró los ojos y decidió olvidarse de sus temores. No había ido ahí a pensar, solo a sentirlo. Ella se abrazó fuerte a él, desde que lo dejó esa tarde en el río había sentido deseos de estar así con él. Se separaron apenas un instante, él la cogió de ambas mejillas y la besó repetidas veces en los labios y la frente. Jennifer había cerrado los ojos, sonreía. A veces no le importaban las cosas que podían pasar cuando estaban juntos. A veces solo quería que él siguiera y no se detenga, que la bese, la toque y le haga sentir cosas que nunca imaginó.




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