La Perla I: Por deber

Capítulo 22

ADVERTENCIA: Los sucesos de este capítulo pueden herir susceptibilidades

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Iba a girarse para buscar otro camino, cuando terminó quedándose paralizada. Sintió la presencia de alguien detrás de ella y segundos después el ruido de un arma cargándose. Ni se movió, podía ser un ladrón o quien sabe y solo sea un vigilante del comisario quien estaba patrullando por ahí y le pareció sospechosa su presencia. Levantó las manos lento para señalarse indefensa y se giró. Y apenas lo vio supo que estaba perdida. Los ojos locos de Steve Reynolds la miraban, en su rostro se había formado una sonrisa llena de perversión. Sintió mucho miedo, él estaba armado, el sitio desierto. Estaba perdida. Ese tipo era un loco, no se sabía lo que podía hacer. Y ya había abusado de Elena, ella podía correr igual destino.

—Hola, Jennifer —le dijo con voz burlona—. Te seguía, ¿sabes? Vi que saliste de la fiesta con Santos y aproveché para espiarlas. ¿Qué hacías en ese granero, Jennifer?

—Nada, Steve. Por favor. Baja esa arma —pidió con voz tranquila. Su padre le había dicho una vez que cuando el oponente tiene un arma de fuego y tú no, de nada sirve hacerse el valiente. Solo había que llamar a la calma y tratar de razonar con el atacante si es que se podía. Sino simplemente rendirse.

—Yo si sé que hacías —empezó a decir en tono juguetón mientras avanzaba a ella sin dejar de apuntarla—. Te espié por la ventana, ¿sabes? Zorra. El pobre de Morgan se va a morir cuando sepa que si eres una mujerzuela. Se lo hemos dicho tantas veces, pero bueno, él no entiende.

—Tú no viste nada, Steve. Ahora por favor, te lo ruego. Es noche de feria, pronto vendrán a buscarme. No cometas ninguna locura.

—No va a venir nadie hasta acá a buscarte. Y cuando lo hagan ya será muy tarde. Tienes unos pechos muy bonitos Jen, yo también quiero morderlos. A las zorras no les importa quien se lo haga, solo quieren sentir placer. Yo te lo daré.

—Steve, por favor...—retrocedió unos pasos y tropezó con algo, se cayó de espaldas al piso. Estaba aterrada. Estuvo mucho más aterrada y lanzó un grito cuando Steve aprovechó esa caída para lanzarse encima de ella—. ¡No! ¡Suéltame! ¡Ayuda! ¡Auxilio! —empezó a gritar con desesperación. No iba a poder hacer nada, el tipo ya estaba sobre ella en ese callejón sin salida y tenía un arma que estaba dispuesto a usar. Con la culata le dio un golpe en la cabeza seguido de una cachetada que la hizo callar y sangrar.

—Vas a gritar, zorra, pero pidiendo que te dé más. Te dije bien claro que me iba a vengar de ti y lo voy a cumplir. Y si dices que te violé les diré que no es cierto, que fue Orlando Blanchard quien lo hizo contigo en el granero. Veamos si puedes desmentir esa versión. Si te atreves a acusarme les diré a todos que eres la zorra de ese hombre, y créeme que lo primero que hará Morgan será ir a matarlo. Así que tú decides, o abres las piernas a la buena o hago que maten a tu amante.

—Por favor...—Lloraba. Estaba perdida y lo sabía, empezó a forcejear, por nada del mundo quería que ese hombre la toque, estaba segura que cumpliría sus amenazas.

—Jennifer, quédate quieta. Me da lo mismo metertela viva o metérsela a tu cadáver, así que abre las piernas de una vez, no estoy jugando.

—¡No! ¡Suéltame, maldito! ¡Auxilio! ¡Ayúdenme por favor! ¡Ayuda! —gritó fuerte entre lágrimas. Estaba desesperada, con todas sus fuerzas luchaba por apartarlo, pero él solo reía. Steve Reynolds era de verdad muy fuerte. Él seguía riendo y mirándola de esa forma enloquecida mientras a la fuerza le hacía abrir las piernas. Desgarró su vestido, bajó las enaguas y las destrozó, luego metió su asquerosa mano entre sus piernas y empezó a tocarla sin cuidado alguno.

—Vamos, cielo. Colabora, esto te va a gustar.— Pero ella seguía gritando, lo pateaba como podía. Steve volvió a reír y le dio un par de cachetadas más para hacer que se calle. Eso la mareó un poco, le dio tiempo suficiente para abrirle bien las piernas y volver a toquetear ahí—. Veamos, ¿qué es esto? ¡Una nena virgen! —rió. Qué dulce venganza estaba teniendo—. Ya no más.— Jennifer vio por un instante desaparecer el arma. Luego gritó fuerte de dolor. Algo había entrado en ella, algo frío y que la lastimó mucho. Segundos después sintió los dedos de Steve dentro de ella penetrándola sin parar. Soltó una carcajada mientras la veía llorar de dolor. Le mostró sus dedos, estaban cubiertos de sangre—. Te la quité, Jennifer, mis deditos se llevaron tu virginidad. Bueno, digamos que no fueron ellos los primeros en entrar, mi pistola fue primero —dejó de llorar de dolor y empezó a hacerlo de pura humillación. La había violado, y con un arma. Esa cosa fría que entro en ella había sido su pistola y había sido asquerosamente doloroso. "Me violó, maldito sea, me violó, me violó..." se repetía una y otra vez. Gritó pidiendo ayuda, pero eso solo lo hizo reír más. 




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