La Perla I: Por deber

Capítulo 24

Cuando al fin Jennifer despertó estuvo quejándose unos segundos con los ojos cerrados. Sentía dolor y no era consciente más que de eso. Le dolía todo el cuerpo, especialmente de la cintura para abajo, en la zona de la entrepierna. Le dolía mucho, era como si le quemara por dentro y por fuera. Se removió un poco en la cama y abrió los ojos, justo en el momento en que sentía que una puerta se abría. Fue aclarando la vista y  se dio cuenta que esa era una cama ajena, no estaba en casa y no lograba ubicarse. 

Cuando al fin estuvo despierta fue que se dio cuenta que quien había entrado en la habitación fue Joseph. Jen dio un respingo, se incorporó, y aún con dolor en todo el cuerpo se movió intentando ponerse de pie. Aunque no era precisamente eso, parecía como si quisiera huir, Joseph lo notó y se acercó para calmarla.

—¡No! —gritó ella—. ¡Aléjate de mí! ¿A dónde me has traído? ¿Qué hago aquí?— Joseph se quedó quieto un momento sin saber qué hacer. Era simple contestar a todo lo que Jennifer preguntaba, el problema era que la pobre parecía aterrada de verdad. Muy nerviosa, como si se sintiera prisionera o eso no fuera más que una prolongación de la pesadilla que vivió.

—Jennifer, calma, puedo explicarte...

—¡Qué me has hecho! —gritó fuerte, hasta pudo ver sus lágrimas. Estaba al borde de colapsar.

—Nada, Jennifer, te traje a casa porque...—la notó desviar la mirada hacia la puerta, él giró y se alivió de ver a Damon ahí, quizá él si podría calmarla.

—Hola Jen —dijo él con la voz más tranquila posible—. Escuché que despertaste, ¿puedo acercarme?— ella se secó las lágrimas y asintió débilmente. A paso lento Damon caminó hasta su lado, Joseph solo se quedó quieto esperando a que se calme.

—¿Por qué estoy acá?

—Joseph creyó que era mejor traerte, y le doy la razón. Estás a salvo aquí, es un lugar más seguro. Todos estamos cuidando de ti.

—¿Quienes todos?

—El doctor, la enfermera, Joseph, yo. Hasta tu tía Cordelia, ¿puedes creerlo?— Aún lucía confundida, pero al menos estaba más tranquila—. ¿Cómo te sientes ahora?

—No sé... es... me duele todo el cuerpo —dijo despacio. No quería decir donde especialmente le dolía. Recordar por qué ardía ahí era pensar en lo que había pasado y no quería nada de eso.

—Va a pasar —intervino Joseph—, el médico dijo que necesitabas reposo, tienes que estar en cama unos días. Has estado con fiebre, nos alegramos que ya estés mejor.

—¿Fiebre?— No recordaba nada de eso, quizá era mejor. Porque Joseph sí que lo recordaba. 

Durante la noche y el trascurso de la mañana Jennifer había tenido fiebre bastante alta que logró controlarse pasando el mediodía. Y había delirado mucho, había llorado entre sueños, la había visto sacudirse sostenida por la enfermera mientras alucinaba que Steve estaba sobre ella de nuevo. Gritaba que la deje, lloraba pidiendo piedad, hasta lloraba pidiendo que la mate. Eso era algo que no iba a poder sacar de su mente con facilidad, verla así lo había impactado. Era horrible ver a una persona que quieres sufrir y no poder hacer nada al respecto, solo esperar y desear con todo el corazón que se ponga bien.

—¿Qué hora es? —preguntó con algo de timidez.

—Más de las cinco —le dijo Damon. El abogado se había ido acercando hasta estar al fin más cerca, intentó tomar su mano, pero Jennifer la apartó rápido. El mensaje era claro, no quería que nadie la toque—. Vas a ponerte bien —siguió hablando Damon—, unos días más en cama y listo. Ahora tienes que comer algo, no pruebas bocado desde ayer. Ya están preparando una rica sopa para ti.

—Quiero ir a casa.— Fue lo único que soltó al fin. Ya ni los miraba, parecía estar en otro mundo.

—Claro que irás, no te voy a retener aquí —le dijo Joseph—. Pero apenas puedas pararte, ahora es mejor que descanses, el médico lo dice, no queremos que se te vuelva a subir la fiebre —ella no contestó. Tenía la cabeza gacha. Los dos hombres intercambiaron una mirada, Joseph asintió. Había algo urgente de que hablar.

—Jen —empezó Damon—, ¿crees que mañana cuando te sientas mejor estarás lista para recibir al médico fiscal?

—¿Cómo? —levantó el rostro al fin. Lo miró algo confundida por lo que él decidió seguir.




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