La Perla I: Por deber

Capítulo 32

La casa estaba sola y eso la asustó un poco, quizá bastante. La mañana anterior finalmente tía Amanda y tío Robert se fueron de la hacienda Deschain. Le dieron cientos de recomendaciones a Cordelia que ella escuchó sin muchas ganas y diciendo a todo "Si". Aunque la pareja tenía claro que quizá Jen no la pase tan bien en compañía de su odiosa tía, al final decidieron no entrometerse más. Después de todo Cordelia no tenía donde vivir y Jennifer estaba dispuesta a soportarla. 

En lo últimos meses había estado muy silenciosa y se ahorró mucho esos comentarios maliciosos que siempre tenía para todo el mundo, o esa manía de juzgar a los demás como si ella fuera la más inocente del mundo. Robert pensó que quizá su hermana sí estaba arrepentida, pues parte de la responsabilidad de lo sucedido con Jennifer era suya. En cambio Amanda tenía la seguridad que esa mujer no estaba arrepentida para nada, solo se comportaba así por la presencia de su hermano.

Cordelia parecía disfrutar la situación. Amanda se sentía frustrada que nadie viera lo que ella, que nadie se diera cuenta como fingía preocupación por Jen, como disimulaba la sonrisa cuando sabía que la chica tenía pesadillas o no la pasaba bien, como soltaba comentarios insinuando que Jen se buscó su destino. Esa mujer era un demonio y no quería dejar a Jen sola con ella otra vez, pero no le iba a quedar de otra que confiar en la capacidad de Jennifer para enfrentar a Cordelia. Ya lo había hecho antes, quizá no había nada de qué preocuparse. Y era cierto que tenía que volver a casa, se habían ausentado mucho tiempo, su familia la necesitaba, sus tierras también. La pareja Deschain volvía a casa en Mejis, ahora solo quedaba confiar en que todo vaya bien.

Se habían ido al fin, entre abrazos y promesas de verse pronto. Ahora la casa estaba sola otra vez. Silenciosa como antes. Ella volvía a ser la señora de la casa y no sabía bien como empezar. Se había acostumbrado a que tía Amanda se encargue de las comidas con Bertha. Era increíble como una se acostumbra a esos pequeños detalles de la convivencia, como uno ni les presta atención cuando están presentes día a día, solo te das cuenta que necesitabas esas cosas cuando ya no están más. El fuerte bostezo de tío Robert en las mañanas. Tía Amanda hablando bajo con Bertha aunque igual se les escuchaba. Los pasos de tía Amanda con sus zapatos de taco bajo cuando salía de la casa. El relinchar del caballo de su tío. La risa de tío Robert al desayuno. Los besos en la frente de tía Amanda al despertar. La caricia algo brusca de Robert cuando la veía sonreír. Las bromas en la mesa cuando invitaban a Stu y tío Robert fingía que lo amenazaba de no tocar a su hija. 

Suspiró hondo. Había pasado un día desde que se fueron y ya los extrañaba a horrores, quizá no fue tan buena idea pedirles que regresen a su vida. Con ellos en casa se sentía protegida. Ahora tía Cordelia apenas hablaba y ni amenazaba como antes. Maldita sea, hasta esas estupideces cuando a la fuerza trataba de juntarla con Joseph extrañaba. Santos había salido del pueblo para ver el tema de su vestido de novia y estaría fuera varios días. Elena no había podido pasar por casa. Si, estaba totalmente sola.

Aunque quizá eso tenía solución. Desde aquella tarde cuando Stu los descubrió no había tenido tranquilidad. En la reunión de despedida de sus tíos, ella y Orlando habían permanecido lo más alejados posible, apenas si hablaron e intentaron no mirarse, hicieron mucho esfuerzo en eso, tanto que hasta tío Robert lo notó pero no le vio nada malo, sino que soltó una broma sobre la ausencia de Joseph y que podían seguir siendo amigos pues él daba permiso. 

Llegada la noche Jen no pudo dormir pensando que quizá Stu no cumpliría su palabra y que a la mañana siguiente la cosa se pondría fea. El día se fue en preparativos para la partida de los Deschain, Joseph apareció para despedirse, pero nada en él parecía extraño. Por la noche logró sentirse un poco más tranquila, quizá de verdad él no iba a decir nada. La tensión aún seguía, no solo por el tema de Stu, sino por el súbito temor que sentía por estar sola otra vez con su tía. Ya no estaría el temido tío Robert en casa para cuidarla, y aunque los Reynolds se habían ido y nadie tenía nada contra ella igual, sentía aquel miedo sin fundamento que la tenía intranquila. Necesitaba relajarse y solo había una forma de lograrlo.

—¿Vas a salir a montar, niña? —preguntó Bertha al verla caminar con su ropa para la ocasión hacia donde estaba la yegua Diamante.

—Si, solo un momento. Me siento aburrida en casa.

—Lo sé querida, sin sus tíos no es lo mismo. Tan buenos ellos.

—Y por eso quiero salir, no soporto este silencio. Vengo temprano.




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