La Perla I: Por deber

Capítulo 37

Orlando se preocupó cuando Jake llegó agitado a la hacienda y le dio un mensaje de parte de Jennifer. Era aún temprano, pero le pidió que en una hora se vieran donde siempre. Partió de inmediato, prefería llegar antes y esperarla. Aguardó solo un corto tiempo, Jennifer también se había adelantado, la vio llegar agitada. Cuando fue caminando hacia ella para ayudarla a bajar de Diamante fue que notó que estaba llorando. Se quedó sin palabras por un instante, peor aún cuando Jennifer corrió a abrazarlo y empezó a llorar. No entendía qué rayos estaba pasando, pero también correspondió aquel abrazo con fuerza, acarició sus cabellos para que se calme y le susurró suavemente que estaba ahí para ella, que nada iba a pasarle. Después de un buen rato Jennifer dejó de llorar. Orlando le alcanzó un pañuelo que se le resbaló de las manos pues estaba temblando, así que sus dedos secaron sus lágrimas con delicadez.

—¿Qué ha pasado?

—Han matado a mi primo William —dijo nerviosa, a pesar de haber secado sus lágrimas no podía parar de llorar.

—¿El hijo mayor de Robert? —ella asintió. "Mierda", maldijo internamente. Robert no merecía perder un hijo, y menos asesinado. Muchas veces le había hablado con orgullo de su primogénito. William Deschain estaba en su último año de la universidad y ya era toda una joven promesa. Tuvo muchas ideas para mejorar las haciendas de su padre y tíos, también habló con Jennifer muchas veces sobre cómo hacer para que su hacienda vuelva al ruedo y le dijo que apenas tuviera su título regresaría a La Perla para ayudarla. Todos querían a William, era un buen joven, luchador, justiciero, astuto, alegre. En fin, todo un Deschain.

—Tío estaba aquí, llegó ayer en la mañana. Estuvimos practicando con las pistolas, le estaba diciendo que no quería casarme con Joseph, le iba a contar lo de nosotros y entonces llegaron de Mejis con la noticia.

—Qué terrible.— Robert debía de estar destrozado, le dio mucho pena no solo por Jennifer y el pobre muchacho, sino por Robert. Un padre enterrando a un hijo asesinado, eso era totalmente injusto, Robert era un gran hombre y no merecía esa tristeza. Y la pobre señora Amanda, tan amable y buena ella, debía de estar mucho peor—. ¿Pero cómo sucedió eso?

—Un asalto —empezó a contar nerviosa—. Will fue al banco a recoger lo que mi tío le enviaba mensual, entraron con armas, ya sabes como es eso.— Orlando asintió, claro que lo sabía, si él mismo había participado en esos asaltos hace tiempo—. William tenía su arma, no estaba seguro de atacar, pero entonces uno de esos tipos amenazó con matar a una niña. Tuvo que intervenir... dicen... dicen que lo hizo bien, mató a uno de ellos, impidió que se llevaran el dinero. Pero no sobrevivió a las heridas, dicen que es un héroe. ¿Y qué hago yo con eso, Orlando? ¿Por qué importa que mi primo sea un héroe? ¡Si ya no está! ¡Ya no está más! —rompió a llorar nuevamente. La abrazó esperando que se calme, antes en sus conversaciones de la tarde Jen le había hablado de su familia y siempre mencionaba su primo mayor William, se notaba que lo quiso mucho.

—Calma, amor, esto no te va a hacer bien. Ahora necesitas ser fuerte, tu tío está solo y necesita de tu fortaleza para sentirse mejor.

—Él se fue ayer por la noche apenas se enteró —contó ya un poco más tranquila—. ¡Pobre de mi tío! Si lo vieras Orlando, si hubieras visto su rostro, nunca lo había visto así. Ni cuando murió papá. ¡No es justo! ¿Es que acaso el destino se ha empeñado en marcar con tragedia a mi familia? ¿Qué hemos hecho para merecer tanta desgracia?

—Nada, nada. Ustedes no han hecho nada malo Jen, no piensas esas cosas. Son solo... solo hechos desafortunados.— Fue lo único que se le ocurrió decir. Pero también pensó que era injusto. Los Deschain eran todos gente buena, no merecían las desgracias que pasaban alrededor de ellos.

—Quise ir con mi tío, pero no aceptó. Dijo que los caminos eran peligrosos de noche, que prefería que tía y yo partamos hoy. Quería verte antes de irme, tenía que contárselo a alguien, no podía más guardarme el llanto.

—¿Por qué dices eso? —ella parecía contenerse un momento, como si tuviera dudas de hablar, o como si aquello que pensaba era tan terrible que no se atrevía a expresarlo en voz alta.

—Es que... es tía Cordelia... no sé ella... Orlando, ¡ella es tan insensible! Es como si no le importara, apenas si abrazó a su hermano cuando le contamos lo que pasó, no lo ayudó en nada con el equipaje, ni se despidió de él. No la he escuchado llorar ni lamentarlo, y para ella arreglar el equipaje para ir a Mejis parece una molestia. ¿No estaré exagerando acaso? ¿Es posible que exista alguien tan desalmado para no llorar la muerte de un sobrino? No sé, no la entiendo. Me da hasta vergüenza llorar delante de ella o sabiendo que me escucha. Me mira horrible, como si despreciara mis lágrimas, como si mi sufrimiento fuera insoportable.




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