La Perla I: Por deber

Capítulo 39

—No sé hasta cuándo va a seguir mortificando al pobre.— Jen soltó una risita sin querer. Santos suspiró y terminó riendo también—. Sí, supongo que es mejor tomarlo con gracia.

—Al menos no lo ha matado, ni lo ha retado a un duelo ni nada parecido.

—Si, supongo que eso es un consuelo. Bert y yo sabíamos que habría consecuencias, y aunque es algo molesto es mejor a que papá me odie y no quiera verme más. Solo se está desquitando un poco, ya se le pasará.

—Espero que si.— Jennifer y Santos caminaban juntas por la plaza principal de Mejis. Había pasado una semana desde el entierro de William, y tal como Jennifer había prometido, se quedó en la hacienda de tío Robert a cuidar de ellos. Ninguno de los dos estaba en condiciones de llevar bien las cosas, al menos no al principio.

Al día siguiente del entierro tío Robert se levantó muy tarde, pero poco después volvió a la acción. Ya por la tarde se estaba poniendo al tanto de todos los pendientes en la hacienda. Jennifer lo entendió, entretenerse con trabajo era una buena forma de distraerse y mantener la mente ocupada. En cambio tía Amanda y su prima se habían quedado ambas en sus habitaciones, sin pararse de la cama, apenas si querían comer. Jennifer se estaba encargando de ellas, tal como hicieron cuando murió papá, y como su tía hizo hace poco después de aquello. 

Por supuesto que no era la única que iba a la casa, también aparecían sus otras tías a ayudar. La familia estaba unida a pesar de todo, y con el pasar de los días las dos mujeres parecían sentirse mejor. Por su lado, Santos, su padre y Bert se habían quedado en unas cómodas habitaciones de la posada más grande de Mejis. El señor Jonas quería hacer negocios y estaba aprovechando aquellos días.

—Creo que en dos días ya regresamos, no hay mucho que hacer por acá —le dijo Santos mientras caminaban. Esa mañana Jennifer fue a comprar algo al centro y al encontrarla decidieron dar un corto paseo para ponerse al día con las novedades. Apenas si se habían visto y debido a la situación no tuvieron tiempo de hablar sobre el escape, la boda y demás—. ¿Cuándo planeas regresar tú?

—Aún es muy pronto, creo que cuando cumpla un mes lo evaluaré.

—Aja... ¿Y qué hay de Orlando? Él no podrá quedarse un mes. Ya tiene una semana aquí, pero cuando nos vayamos nosotros no habrá muchos motivos para quedarse.

—Si los tiene, visita a mi tío todos los días. Son amigos después de todo.

—¿Se han visto a solas esta semana?

—Solo una vez, no hay mucha oportunidad. Y siendo sincera, lo extraño mucho. Me hace falta pasar rato a solas con él, aunque sea estar en silencio pero juntos, en serio lo necesito.

—Ya sé, quizá Orlando quiera quedarse más tiempo para encontrar el momento adecuado para decirle a tu tío lo que planean.

—Si... eso —dijo y suspiró sonoramente. Se detuvieron en una banca de la plaza y tomaron asiento—. No sé cuando sea un buen momento. Tío apenas habla, y yo sé que la muerte de William le va a doler por siempre, será una herida que nunca parará de sangrar. No lo veo muy bien, siento que si le vamos con el tema de la boda no querrá saber nada, que quizá no lo tome en serio o no lo apruebe. Es muy pronto, y él está tan diferente.

—Es comprensible claro. ¿Pero ustedes podrán aguantar más tiempo esta situación?

—No lo sé —dijo con aire triste. La decisión de estar juntos ya la tenían tomada, pero no conseguían formalizar y eso empezaba a desesperarlos un poco. Sus tíos ya bastante tenían con soportar la tristeza por William, para que encima ella les vaya con el problema de romper el compromiso con Joseph e iniciar otro con Orlando. Eso iba a ser un dolor de cabeza y no quería darles problemas a personas que tanto quería y que tanto habían cuidado de ella antes. Orlando no lo decía, pero compartían la misma opinión. Iban a esperar un poco más.

—Creo que deben encontrar un momento para verse a solas por buen rato sin temor a que los descubran... ¡Oh, ya se! Mañana papá, Bert y yo iremos a ver unos sembríos de un nuevo socio. Estaremos fuera hasta la tarde, Bert puede decirle a Orlando que te espere en nuestras habitaciones, te dejaré la llave y puedes ir a cualquier hora de la mañana. ¿Qué te parece?

—Suena bien.— Jennifer sonrió. Pasar unas horas a solas con él era justo lo que necesitaba, lo extrañaba mucho y todo el rato. En La Perla solían verse todos y los días, ahora apenas habían tenido tiempo de escabullirse y darse un beso.




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