La Perla I: Por deber

Capítulo 42

Su estancia en Mejis no había resultado ser tan terrible como pensó en un inicio. Lejos de Jennifer y de Cuthbert, en realidad lejos de todo lo que lo hacía sentir cómodo y feliz, pensó que aquello iba a ser una tortura. Visitaba a Robert y de paso veía a Jennifer aunque sea a lo lejos. Fue en una de sus visita que Robert advirtió que a pesar de ser dueño de hacienda en realidad no manejaba mucho el tema administrativo.

—Dime la verdad, ¿para que compraron esa hacienda si no tenían idea de lo que iban a hacer?

—Solo queríamos una vida tranquila, eso es todo. Y la verdad hasta ahora no hemos tenido problemas.

—¿Confías mucho en tu administrador? —asintió. No creía que el tipo se atreviera a sacar dinero por debajo o a mentirles. Le parecía haber dejado bastante claro junto con Bert cuando contrataron que si se atrevía a joderlos no iba a acabar nada bien—. Aún así no se puede confiar en todo lo que te dicen. Ven conmigo, te voy a enseñar cómo se llevan las cosas.

Así fue que empezaron sus lecciones. Siempre se le había dicho fácil aprender cosas nuevas. Era atento, y cuando en verdad le interesaba algo hacía su mayor esfuerzo. El asunto no fue solo una distracción para él, sino que terminó siéndolo para Robert. Era él quien más necesitaba distraerse y ocupar su mente en algo, así que era un maestro exigente y bastante minucioso. Aprendió más sobre las cosechas, el ganado, la siembra, el almacenamiento. Sobre contratos con proveedores, negociaciones, y por supuesto, como expandir su negocio y buscar nuevos clientes. 

Pasó más tiempo ayudando a Robert a revisar la contabilidad y asuntos administrativos de compras y ventas. Ahora sí lo tenía todo claro, apenas regresara a La Perla iba a hacer una auditoria, se iba a asegurar que ese administrador no los haya estafado. De solo pensarlo se sintió bastante idiota, él y Bert se habían relajado mucho. Ahora lo verdaderamente importante era que ni bien llegue iba a poner todo en regla, le enseñaría más a Bert sobre la hacienda, aunque tenía entendido que el señor Jonas también lo había instruido en ese aspecto.

Todo iría mejor cuando regrese, la hacienda seguiría prospera y la inversión que hicieron daría muchos frutos. Claro que eso no era lo único que lo alegraba, sino el hecho de volver de viaje con Jennifer a La Perla a solas. Los caminos no estaban como para llevar mucho equipaje y menos una persona más en la carreta, poco a poco fue convenciendo a Robert que lo mejor, más rápido y seguro, era que vayan ellos dos solos. Así no tendrían retrasos, se detendrían solo cuando era necesario y cabalgarían rápido. Apenas Robert aceptó había contado muy ansioso los días para la partida. Ya no aguantaba más esa distancia. No podían estar juntos como les gustaría, tenían que mantener las apariencias y aprovechar cualquier oportunidad, que en realidad no eran muchas.

Pero al fin llegó esa mañana. Apareció muy temprano en la hacienda de Robert, Jennifer ya estaba lista. Llevaba la ropa de montar, algo modesto pues no era necesario mucha elegancia en un camino que podía tener bandidos siempre acechando. El equipaje de Jennifer no era mucho, el de Orlando tampoco. Tenían lo necesario para un cómodo viaje, por como estaban los caminos quizá tome tres días, quizá menos. O eso esperaban los tíos de Jennifer, en cambio ellos ni querían pensar en llegar rápido, sino todo lo contrario. 

Con todo listo para partir al fin, Jen se despidió de su familia. Abrazó fuerte a su joven prima, a su tía que tanto la había ayudado antes y para quien ella fue un apoyo, a su tío querido que siempre la cuidaba y velaba por ella, que incluso pudo perder la vida en un duelo por su honor.

—Apenas llegues nos escribes, por favor —le pidió Amanda antes de darle un nuevo abrazo—. Tengan mucho cuidado, no se confíen. Señor Blanchard, por favor...

—Descuide, señora Amanda. Mientras esté a mi lado no le pasará nada, la protegeré con mi vida —dijo muy convencido. Claro que hablaba en serio y no permitiría que en camino nada le pase a su querida Jen. Se despidió de la señora de la casa y luego estrechó la mano con Robert, para segundos después terminar en un abrazo fraterno. Era increíble cómo habían congeniado, más que un amigo lo sentía como un padre, aquel que nunca tuvo y que siempre quiso.

—Espero verte pronto —le dijo Robert.

—No veremos siempre que podamos, pero mejor esperemos pase esta temporada de lluvia.

—Por supuesto, iré a La Perla tan pronto me sea posible. Hay un asunto pendiente con Jennifer, pero de eso ya hablaremos luego. Ahora vayan, para el mediodía estarán en Ossi, es un poblado pequeño pero podrán almorzar tranquilamente. Para la noche en el pueblo de Puente Norte, y bueno, no me hagan repetir la ruta, estoy seguro ya se la saben.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.