La Perla I: Por deber

Capítulo 52

Chicago. Hace 4 años

¡Cómo demonios querías que lo sepa! gritó Bert, quién en realidad lucía casi tan desesperado como él.

Cuando la investigaste para saber si era una buena víctima para lo que estuviste planeando, ¿acaso no sabías sobre su madrastra?

Cuando la investigué su madrastra estaba fuera de la ciudad. Si sabía que se llamaba Charice, ¿pero tienes idea de cuantas "Charice" hay en Chicago? Todas se llaman Charice en este puto lado del país, como si el nombre hubiera estado de moda hace años.

¿Y no se te ocurrió comentármelo?

¡No tenía idea de que eran la misma!

Orlando suspiró hondo y se sentó. No tenía por qué descargar su rabia con Bert, él no tenía la culpa de nada. En verdad Charice jamás mencionó su apellido, se cuidó bastante de eso. Tampoco jamás le dio referencias de donde vivía ni dejó que la siguiera. Le había prohibido hablar con sus amigas, así que Orlando no pudo averiguar mucho de ella, y con lo obsesionado que anduvo en ese tiempo ni siquiera le importó mucho. Aquella noche se enteró de esa terrible coincidencia y por poco se va huyendo de esa fiesta, hizo todo el esfuerzo posible por quedarse solo para no decepcionar a Amelie. 

Y si bien en un primer instante Charice se mostró impactada por verlo, segundos después volvió a ser la misma mujer encantadora que conoció. Lo saludó muy amable, le preguntó qué tal le parecía la fiesta y él apenas si respondió.

Todos los planes de esa noche se cayeron pues Charice se la pasó de arriba a abajo con su esposo y de a ratos lo miraba con fiereza para dejarle bien claro que no se le acerque. Amelie también se veía decepcionada, había esperado que su padre y Orlando se conocieran mejor en su fiesta, pero la madrastra estaba arruinando todo. A pesar de eso, Amelie siguió animada esa noche y bailó con él la mayoría de piezas. Y aunque siempre le hacía muy feliz pasar el rato con Amelie y bailar con ella, en esa ocasión se sentía bastante incómodo. Charice lo miraba todo el rato, era claro que esa mujer ya se había dado cuenta de las intenciones con su hijastra. Esa noche había sido un total fracaso.

¿Y qué vas a hacer ahora? le preguntó Bert después de un buen rato de silencio.

No lo sé.

¿Irás?

¿Crees que debería hacerlo?

Me parece que sí. Yo iría solo por saber qué rayos piensa hacer.

Al día siguiente de la fiesta de Amelie, cuando él apenas estaba procesando todo lo sucedido y ni lo había hablado con Bert, le llegó al apartamento una nota de Charice. Ella siempre supo donde vivía, ahí enviaba las notas para avisarle de los encuentros. Ahora Charice le pedía que vaya, que necesitaba hablar con él urgente. La cita era para las cuatro de la tarde de ese mismo día. 

Al principio descartó ver a Charice, no quería saber nada más de ella. Pero si en verdad deseaba estar con Amelie y casarse como ambos querían, iba a tener que primero arreglar sus asuntos con la madrastra. Le daba rabia, pero no le iba a quedar otra que ir a ese encuentro.

Iré le dijo a Bert finalmente—, solo espero que no tarde mucho.

Llegó antes de la hora, en verdad no quería volver a soportar tenerla al frente. Ya bastante había hecho con jugar con él y humillarlo, no creía poder soportar más de diez minutos a solas con ella. Cuando al fin entró Charice no logró sentir nada que en el pasado lo volvía loco. Entró elegante como siempre, con su andar seductor y su mirada penetrante. Ahora que la miraba bien, y después de todo lo vivido, no conseguía recordar por qué la quiso tanto. Ya no le parecía atractiva, solo lograba verlo con un monstruo sin corazón. Y cuando ella se fue acercando le pareció que hasta era menos hermosa de lo que siempre creyó. 

Orlando se mantuvo inmóvil en la habitación mientras la observaba avanzar hacia él. La notó sonreír de lado y segundos después Charirce lo sorprendió con un beso. Lo tomó de las mejillas y lo besó, por supuesto que él se apartó de inmediato y la echó a un lado. La miró muy molesto y ella soltó una risita.

No entiendo dijo de pronto ella—, si ya no me deseas más, ¿por qué te has metido con mi linda hijastra? Cielo, si solo querías volver a acercarte a mí siempre pudiste decírmelo, no armar ese teatro. Mira que seducir a una niña es bastante bajo.




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