La Perla Ii: Por libertad

Capítulo 3

Hace cinco años

Cuando volvieron de New York ella ya se sentía mejor. Pasaron varias semanas de reposo según recomendación del médico. Jennifer no se había sentido bien los primeros días después de enterarse de su embarazo, pero una vez instalada nuevamente en La Perla su salud mejoró. Como era claro para todos que un viaje a Europa no duraba tan poco, empezaron a hacer preguntas. La respuesta fue que hicieron varias paradas en el camino y se quedaron unos días en New York. Tampoco mintieron al decir que regresaron pues Jennifer no aguantaba el viaje en altamar, y eso era porque estaba en sus primeros días de embarazo. No dudaron en felicitar a los futuros padres y en desearles formen una linda familia.

Para algunos ni fue necesario hacer los cálculos para saber la verdad sobre el padre de ese niño. Bert lo sabía, Santos también. Y hasta Jake lo sospechó. Pero nunca hablaron de eso, ni siquiera se atrevieron a insinuarlo, aunque tanto Jen como ellos eran conscientes de que ambas partes sabían la verdad. 

También se supo que Santos estaba embarazada, así que a pesar de la tristeza fue hermoso para las dos compartir sus experiencias. A Jennifer poco le importaba si Joseph desaprobaba su amistad con los Allgood, ella los recibía en la casona Deschain o iba a visitarlos cada que podía. Todo parecía tranquilo, hasta que un día cuando llegó tarde de visitar a Santos, él se puso bastante molesto y le reclamó.

Fue entonces que recordó en la situación en la que estaba. Joseph sabía que ese no era su hijo, podía echarla en cualquier momento. Podía hacerle daño a ella y al bebé, podía de pronto cambiar de opinión y hacerla perder a su hijo. Eso era algo que no podía permitir, por nada del mundo dejaría que algo le pase al hijo de Orlando. Sería fácil para Joseph hartarse, empujarla, o darle alguna yerba en las comidas sin que se dé cuenta. Tenía que ser más cuidadosa, no podía olvidar que seguía siendo suya. Que siempre lo sería. Morgan era su apellido ahora, dormía con él todas las noches. No podía relajarse.

Lo único que te pido le dijo él aquella vez— es que seas una buena esposa, nada más. No te pido que me obedezcas, te pido que me respetes. Y ya sé que no vas a alejarte de esa familia, está bien, no te lo prohíbo. Pero no quiero que te vayas sin avisar. Estamos juntos, vamos a hacer las cosas juntos. Esfuérzate por ser una buena esposa para mí, así como yo lo estoy siendo para ti. Tenemos un trato, Jen. Nunca te olvides de eso.

Y le quedó claro. Si quería conservar a su hijo iba a tener que comportarse. ¿Era una forma de amenaza? Jen lo sintió así. Quería revelarse, quería no ser una esposa sumisa. Pero tenía mucho miedo por su hijo, hasta que naciera estaría en una posición muy vulnerable y tendría que acatar las reglas de Joseph, luego ya se vería. Así que se esforzó de verdad en ser una esposa ideal. Ordenaba la casa, ordenaba las comidas diarias, hasta a veces cocinaba ella. Se encargaba de que cuando Joseph llegara a casa después de un largo día de trabajo tuviera todo en perfecto orden, todo bien servido. Y de dejar que disfrutara de ella. 

Puede que estuviera embarazada, pero los primeros meses apenas si se notaba. Así que con mucho cuidado lo hacían casi a diario. No era algo en lo que estuviera conforme, era lo que más le costaba aceptar. Pero él la deseaba y no dejaba de tocarla y besarla. Tenía miedo de rechazarlo y que haga algo para interrumpir su embarazo. Luego entendió que esa nunca fue la intención de Joseph, pero en aquel tiempo temía por la vida de su hijo y era capaz de todo. Incluso de aguantar a ese hombre sobre ella.

Cuando ya el embarazo estuvo muy avanzado las cosas cambiaron, por suerte. Ya no la tocaba, ya no podía hacer mucho tampoco. Por ese entonces llegaron sus tíos de Mejis con Melinda para el matrimonio con Stu, así que estuvieron en la hacienda unos días cuidándola. Y aunque ella seguía asustada de Joseph, él se comportaba muy bien con ella. La cuidaba, no permitía que moviera ni un dedo y encargó a todos los sirvientes que estuvieran pendientes de ella y de complacerla. Y si creyó que haber pasado ese embarazo siendo una esposa complaciente ya había sido suficiente, el miedo renació aún más fuerte cuando Julius nació.

Era una pequeña criatura muy vulnerable, cualquiera podría hacerle daño. Tembló de miedo cuando pusieron a ese bebé por primera vez en los brazos de Joseph, temió que lo lastime. Pasó los primeros meses de nacido de Julius con temor. No podía evitarlo, sentía que en cualquier momento Joseph cambiaría de opinión y arrojaría a ese bebé a un lado. Era el hijo de su enemigo después de todo, ¿cómo soportar tenerlo?

Julius cumplió cinco meses poco antes de la boda de Stuart y Melinda. Se casaron en La Perla, toda la familia llegó, fue una boda muy bonita en realidad. Ella estaba ahí con su hijo y Joseph, el pequeño era la adoración de tío Robert, el engreído de sus tías, especialmente de Amanda. También la bebé de Santos nació, tenía el mismo tiempo que Julius. La pequeña Misae y Julius se conocían desde el vientre, Jen decía que eran amigos desde antes de nacer. Eran muy pequeños, pero pareciera que les gustara estar juntos. Dormían uno al lado del otro, cuando lloraba una, el otro también. A Jen le alegraba que su hijo sea tan querido, al menos eso jamás le faltaría. Amor. Y aunque casi siempre moría de temor cuando Joseph lo cargaba, no podía oponerse ni prohibirlo. Para todos, él era su padre.




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