La Perla Ii: Por libertad

Capítulo 10

Ya atardecía en La Perla. Jake Chambers dejó su caballo a un mozo de cuadra, no sin antes darle una recomendación sobre la comida, hace unos días el pobre estuvo enfermo por algo que comió y solo Jennifer pudo ayudar a darle tratamiento. Él joven estaba aprendiendo a buen ritmo, durante esos años se había esforzado mucho por mejorar sus conocimientos sobre caballos y hasta había logrado que Cuthbert confiara en él lo suficiente para que esté encargado de la caballeriza. Igual y siempre consultaba todo con Jennifer, pero la mayor parte del tiempo se hacía cargo él solo.

Y pensar que en un principio estuvo a punto de echarse al abandono si no fuera por Bert. La verdad, después de la muerte de Orlando se sintió tan triste que no quiso saber nada. Si todo ese tiempo se había comportado bien, si se esforzó por ser un buen chico y cambiar de vida, fue por él. Orlando le dio una oportunidad que creyó jamás tendría, y Jake hizo todo lo posible por retribuirle.

 A su muerte todo perdió sentido, ¿para qué querría ser un buen hombre si él ya no estaba? Se decía amargo "Así acaban los hombres buenos, muertos como si fueran cualquier cosa". Le dolía mucho la partida de su protector, de quien fue casi su padre. Habían pasado cinco años y aún le dolía. Pero a pesar de todo eso logró enderezar su camino. Sería un buen hombre, si. Sería lo que Orlando siempre quiso para él, y creía estar haciéndolo bien.

Pero bueno, ya no era momento de pensar en cosas tristes, eran días de feria. Por la mañana se dio la exhibición de productos en el centro, al día siguiente era la exhibición de caballos y carreras en la parte de la hacienda de Deschain, y al día que seguía la fiesta en la hacienda "Hoja Redonda". Ese año las cosas se habían puesto muy buenas, hasta había llegado la señora Elena Moore de Austin para poder ver todo, su esposo Damon regresaría pronto también. Qué bonito era todo eso, aunque no era perleño, la feria lo llenaba de alegría. Al día siguiente él también iría a la hacienda Deschain a participar en la carrera de caballos, eso iba a estar genial.

Hasta el momento no había logrado ganarle a Jennifer y a Diamante, quien sabe ese año tenga suerte. Sonrió sin querer mientras caminaba de regreso a la casona. "Jennifer", se había descubierto pensando en ella solo por su nombre y no como antes. Primero "señorita Jennifer", después "señora Morgan". La conocía hace mucho tiempo y de alguna forma Jen se había convertido en su figura maternal. Lo pensó así muchas veces, si Orlando fue como su padre, Jen era como mamá. Así que Julius era su hermano pequeño. Lo sentía de esa forma, y estaba también seguro que así era. Julius era su hermano en todos los sentidos. Hijo de sus dos padres.

Durante ese tiempo se había sentido triste por el destino de Jennifer. Tener que casarse con Morgan estando tan destrozada por la muerte de Orlando, qué horrible eso. Luego soportando a ese hombre, aprendiendo a convivir con él. Llena de tristeza, de nostalgia por su verdadero amor. 

Durante los primeros años Jake la veía constantemente en el cementerio, llorando frente a la tumba de Orlando. Ahora las cosas eran diferentes, había logrado sentir afecto por Joseph y llevaban una vida tranquila como familia. Por un lado le gustaba que Jennifer sea feliz, pero no le gustaba mucho que ame a Joseph. No sabía porqué, eso ni debería importarle. No podía esperar que le guarde fidelidad a un hombre muerto. Pero es que era Joseph, ese que Orlando tanto detestó en vida. Sí, claro, eran esposos y no quedó de otra, fue natural. Pero aún así seguía sin gustarle del todo.

En fin, basta de pensar en vidas ajenas que él nunca jamás tendría derecho a meter su cuchara en ese asunto. Jake cruzaba hacia la casa, ya podía verla. Pero entonces notó que no muy lejos había dos hombres caminando, tras ellos iba uno de los capataces, como quien los escolta. Al pelirrojo no lo reconoció para nada, pero tenía una pinta de cansancio única. Y a su lado había otro hombre que le pareció familiar, ¿sería algún oficial del comisario? Pues tenía toda la pinta. Jake esperó ahí parado, seas cuales fueran las novedades quería escucharlo todo.

Poco a poco esa figura fue tornándose más familiar. Los últimos rayos del sol caían y su rostro estaba bajo la oscuridad que cubría el sombrero. Solo que ese caminar, esa altura, esa pinta.... No. Tenía que ser cosa de su imaginación. Pero entonces el hombre se quitó el sombrero y sus miradas se encontraron de pronto. Ambos se quedaron paralizados, sin poder dar crédito a lo que veían. Todo el cuerpo de Jake comenzó a temblar de emoción, no podía ni moverse ni decir nada. Entonces el recién llegado sonrió y el chico casi da un brinco.

—Hola Jake.— Su voz. Esa inconfundible voz, esa sonrisa siempre tan alentadora. Era él. Oh cielos, era él... no podía creerlo, no podía...




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.