La Perla Ii: Por libertad

Capítulo 17

Mientras Jennifer pasaba la tarde fuera con Julius, Joseph se encargaba de algunos asuntos pendientes de la hacienda. Conforme habían acordado, luego revisarían los dos los últimos detalles, pero él prefería tener los pendientes avanzados y que no se acumule el trabajo. Cuando regresaron, Julius aún estaba lleno de energía, así que antes de ir a darse un baño, jugó un poco con él. Aunque ya tenía un pony esperándolo para las lecciones, Jennifer insistía que aún era muy pequeño para un entrenamiento formal. Eso no significaba que no lo montara, Joseph lo sentaba bien y dirigía él las riendas mientras trotaban despacio. 

—¡Más rápido, papá! ¡Más rápido! —gritó el niño. Y la verdad le gustaría hacerlo, pero temía que el niño perdiera el equilibrio, así que anduvo lo más rápido y seguro posible para él. Los últimos rayos del sol bañaban sus rostros, ya era hora de volver.

—Vamos, Julius, suficientes juegos por hoy. Tienes que asearte y descansar.

—Pero no estoy cansado.— Eso ya lo sabía, ese niño jamás se cansaba. Podía corretear todo el día, pero cuando llegaba la noche, después de la cena, caía tumbado en su cama a dormir. Al menos eso tenía su lado positivo, él y Jen tenían toda la noche para ellos solos.

—Andando, mamá debe estar esperándonos.

—Bueno...—dijo ya resignado. Estiró los brazos, Joseph lo cargó y lo puso en el suelo. Los dos empezaron a andar uno al lado del otro, Julius tomó su mano y él la apretó despacio mientras caminaban—. Papi, ¿te puedo hacer una pregunta?

—Claro.— Era un niño muy curioso, siempre tenía preguntas. Y eso era bueno, quería un hijo vivaz, no un conformista. 

—¿Hace cuánto tiempo conoces a mamá?

—La vi por primera vez cuando era una bebé, yo era un niño más grande. Luego la vi de niña. Ya cuando regresé a La Perla después de estudiar fue que la conocí de señorita. Tendría unos diecisiete, luego nos comprometimos y nos casamos.

—Oh... eso es mucho tiempo. ¿Y la amabas desde entonces? —sonrió sin querer. Era cierto eso, conocía a Jen desde bebé, es más, tenía vagos recuerdo de Susan Deschain y su vientre. De niña era linda, pero no le prestó ninguna importancia pues él ya estaba entrando en la adolescencia. Pero aunque siempre supo que se iba a casar con ella, solo empezó a quererla después de la muerte de Roland.

—La amo desde hace mucho tiempo, Julius. ¿Y por qué tanta curiosidad?

—No sé, papi, solo preguntaba.

—¿En serio?— Esa no se la creía, un niño no se hace esas preguntas de la nada, algo pasaba por su cabeza.

—Si... bueno, no tanto.

—¿No tanto? —arqueó una ceja y lo miró, el pequeño sonrió, ahora estaba seguro que algo tramaba. Quizá a su corta edad creía estar enamorado, no le sorprendería.

—Papá, ¿y cuándo me voy a enamorar yo?

—Cuando conozcas a la chica indicada.

—¿Y cómo sabré que estoy enamorado?

—No lo sabrás, cuando te des cuenta que es amor será demasiado tarde.

—¿Demasiado tarde para qué?

—Para dejarla ir. La amarás tanto que no pensarás en otra cosa que estar a su lado y hacer que se quede contigo para siempre.

—¿Cómo tú y mamá? ¿Mamá se va a quedar contigo para siempre?

—Así es, estaremos juntos siempre. ¿Acaso no te gusta la idea?

—Si me gusta, se me hace bonito. Es solo que... no sé, no entiendo bien.

—Tranquilo, pequeño, ya entenderás todo algún día. No te desesperes ahora.— Tenía que haber una razón para que sacara el tema del amor de pronto. Quizá había una niña por ahí que le gustara. ¿Y si era Misae Allgood? No era posible, ellos dos se conocían de siempre y eran solo amigos, además algo así jamás lo iba a tolerar. Si apenas soportaba que Julius se juntara con la hija de Santos, mucho menos iba a permitir que se involucre con ella. Ya se encargaría de separarlos, cuando llegue el momento convencería a Jennifer que envíe al niño a estudiar y no lo haría regresar hasta mayor, cuando conozca a una buena señorita, y no a la ordinaria hija de una india bastarda. 

—¡Mami! —gritó de pronto Julius. Ya estaban cerca de casa y Jennifer los esperaba en el umbral de la puerta. El niño corrió a darle un beso en la mejilla y ella le ordenó que vaya a asearse, todo estaba ya listo para el baño.




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