La Perla Ii: Por libertad

Capítulo 20

No pudieron detenerlo. Aunque Joseph sabía perfectamente que no era bienvenido en "La Esmeralda", se atrevió a entrar a la hacienda a todo galope. En la entrada intentaron cerrarle el paso, pero Joseph por poco arrolla a los hombres que se atravesaron en su camino. No le interesaba nada, solo tenía un objetivo y nadie lo iba a parar. Sabía que lo estaban persiguiendo, que dieron la voz de alarma, que el alboroto llamaría la atención de todos en la casona. También sabía que era muy arriesgado lo que estaba haciendo, aunque dudaba que el infeliz de Blanchard se atreviera a atacarlo, en realidad él tampoco podría hacerlo, sería una locura total. Aunque quisiera con todas sus fuerzas acabar con él.

Maldita sea, no debió confiar en esa zorra de Charice. Ella le dijo que su esposo se encargaría, que iban a torturar al infeliz y luego a matarlo. Pero no, el maldito seguía vivo, y además regresó a La Perla como si quisiera rehacer su vida, eso no lo iba a permitir. Cuando esa noche Jennifer se lo dijo no pudo ni reaccionar. De pronto entendió todo, se dio cuenta por qué ella estuvo tan pensativa y silenciosa esos días, como si quisiera apartarlo. Era por él, ese hombre volvió y pretendía quitarle a su esposa. Le quedó claro que Jen lo estuvo viendo, y estuvo tan aturdido con esa noticia que no quiso escuchar más, apenas pudo dormir en la noche. Y cuando se despertó lo primero que hizo fue salir a todo galope a "La Esmeralda". Tenía que verlo con sus propios ojos, ese maldito lo iba a escuchar.

Al fin lo vio salir de la casona y le dio más rabia. No podía ser que esté vivo, pensó que se deshizo de él y ahora venía más campante que nunca. Quizá fue demasiado fácil, todo lo puso en manos de esa condenada mujer, no debió confiarse, debió liquidarlo él mismo y asunto solucionado. Detrás de Blanchard iba un hombre joven, a ese no lo conocía de nada, un pelirrojo. Los dos salieron alarmados por tanto escándalo allá afuera, la sorpresa a Orlando no le duró mucho. Apenas unos segundos antes de que su gesto se endureciera y lo retara con la mirada. Avanzó firme hacia él, dispuesto a lo que sea. Joseph bajó del caballo, Orlando les hizo una seña a los capataces que lo siguieron y estos retrocedieron.

—¿A qué has venido? —le dijo molesto Orlando—. Nadie te quiere aquí, lárgate.

—Si que eres atrevido, Blanchard. Siempre fuiste un pedazo de mierda en el camino, nunca costó mucho trabajo hacerte a un lado. Yo soy quien hago esa pregunta, ¿a qué demonios has venido? Este ya no es tu pueblo, tú ya no vas a recuperar tu vida.

—¿En serio lo crees? —preguntó con ironía—. Creo que he estado haciendo un buen trabajo. Por cierto, ¿cómo está Jen? Cierto, te iba a pedir le que mandes saludos, pero luego recordé que ella vendrá más tarde como todos estos días a verme.

—Infeliz...—En serio quiso tomar su pistola y matarlo. No podía llegar tan tranquilo a anunciar que le iba a quitar a su esposa, que la atraería a él nuevamente. Jennifer le dijo que lo había visto un par de veces, y aunque quería confiar en ella sabía que amó mucho a Orlando y que si no fuera por lo que hizo para deshacerse de él lo dejaba plantado y jamás se casaba.

—Supongo que lo has estado disfrutando mucho. Al final te salió todo como querías, ¿verdad? Desaparecerme, quedarte con Jennifer. Debes estar muy seguro de tu triunfo.— Vaya, así que él lo sabía. O quizá solo lo sospechaba, en fin, eso no era importante. Solo tenía que evitar que Jennifer se entere.

—Escucha, sé que crees que tienes las de ganar, pero no es así. No vamos a negar lo evidente, Jennifer se enamoró de ti cuando tenía diecisiete, cuando era una niña. Un primer amor intenso claro, pero un amor adolescente al fin y al cabo. Eso es lo que fuiste, un amor de chiquilla ilusionada, nada más. Eres pasado, eres un muerto. Lo que tenemos ella y yo es diferente, es un amor maduro, es un matrimonio estable, es real, algo que se formó por años; no una pasión adolescente. Tú no vas a destruir lo nuestro —notó que eso lo molestó, más que molestarle, le dolió. Le había dado un buen golpe. Aunque Orlando aún quería defenderse.

—Eso ya lo veremos, tú conoces a Jen tanto como yo. Sabes que no tolera la mentira, ¿cierto? Imagina lo que hará cuando sepa todo. Y digo todo, porque aparte de lo que sé de ti, no tengo idea de que otras porquerías ocultas. Pero ella lo sabrá, y ya veremos qué tal le va a tu matrimonio. Me robaste todo lo que amaba, Joseph, pero eso se va a acabar. Me quitaste a Jennifer, me quieres quitar a mi hijo, y...

—Corrección. Ya te lo quité —le dijo sonriéndole con burla—. Nunca te dirá padre, nunca te querrá como me quiere a mí. Y espero que eso te duela mucho, porque tu hijo es mío.— Fue finalmente Joseph quien dio el golpe más duro de todos. Orlando casi no se contiene y avanzó unos pasos para lanzarse sobre él y golpearlo, si no fuera por el chico pelirrojo ese encuentro acababa a golpes.




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