La Perla Ii: Por libertad

Capítulo 24

Debería arrestarla. La primera vez que Gus Pangbord la vio en el centro le pareció bastante familiar, pero siguió con su vida. Al día siguiente el rostro empezó a hacerse conocido, así que fue a buscar en sus registros y encontró el rostro de Annie Blake al lado de un anuncio de "Se busca viva o muerta". El anuncio tenía unos tres años de antigüedad, y desde entonces no había sido renovado. Lo que le quedaba claro al comisario era que tres años era muy poco tiempo para pagar cualquier tipo de delito grave, y que esa mujer seguía fugitiva. Debería arrestarla, tenía que hacerlo. No sabía lo que tramaba, qué fue a hacer a su pueblo, o si planeaba algún golpe. Pero le llegó la novedad justo a tiempo, lamentablemente.

Él ya tenía conocimiento de la cuestión de las cartas que estaban buscando para probar la inocencia de todos, pero justo antes del arresto Jennifer le contó que esa mujer tenía pruebas que revelarían la verdad sobre el asesinato de su padre, incluso le enseñó ese papel que encontraron escondido en el despacho de Reynolds. El comisario no lo pudo creer, así que todas las sospechas eran ciertas, Jen siempre tuvo razón con eso del asesinato. Además, él y Damon estuvieron en lo correcto al decir que había una mano poderosa impidiendo que lleguen a hacer justicia. Ahora esa mano tenía nombre y era Aaron McKitrick.

Y bueno, que la verdad tampoco le hacía mucha gracia la presencia de Annie ahí. Solo estaba intentando sacarle todo el dinero posible a Jennifer por las cartas que ayudarían a probar la inocencia de Roland, y entregar las otras también. Además, ellos estaban rentando la habitación que Annie ocupaba, ya que por obvias razones no podían tenerla en sus haciendas. Así que no quedaba de otra que aguantarla en el pueblo, y él tenía que vigilarla. 

Para Pangbord la solución era arrestar a esa bandida, así bajo custodia policial sería más fácil que no escape a ningún lado. Y así podrían presionarla para que se deje de estupideces y cumpla con su parte entregando esas malditas cartas de una vez.

Lo peor era que Annie se había dado cuenta que la vigilaba, y lo tomaba con gracia. Cuando notaba su mirada sobre ella lo saludaba con las manos y hasta le mandaba besos volados la muy desgraciada. Ni siquiera había tenido una conversación formal con ella, solo sabía quién era y para qué estaba ahí. Según Orlando mejor que no tenga nada que ver con ella, era una chica insoportable. Eso se notaba, tenía una mirada vivaz, una sonrisa de pilla y una forma tan relajaba de caminar que no le daba nada de confianza. Había escuchado su risa también, parecía franca y bastante natural. No se comportaba como una dama delicada porque obviamente no lo era. Solo era espontánea y libre. 

Tampoco iba a negar que si le quitabas todo el historial delictivo que cargaba hasta podías decir que era una mujer simpática. Y también podías decir que era atractiva. "Eso es porque aún no la ha escuchado hablar", advirtió Blanchard. Él y su amigo Allgood se lo dejaron muy claro. No podía fiarse para nada de Annie. Cualquier hombre que confíe en ella era un insensato.

Esa mañana Annie estaba paseando por el mercado, al parecer compraba algunas frutas. Cogió varias manzanas y las metió a una bolsa se tela. El comisario la vigilaba atentamente desde su rincón, poco después Annie sacó una manzana de su bolsa, levantó la mirada y le sonrió. Una vez más se dio cuenta que iba tras ella. Cogió la manzana y la mordió mientras lo seguía mirando, estaba buscando verlo directo a los ojos. El comisario apartó la mirada, quizá al sentirse vigilada por todos lados Annie no haga ninguna estupidez. O quien sabe, era una bandida, no sabía qué esperar de ella.

—Comisario.— La voz lo tomó por sorpresa, hasta terminó dando unos pasos adelante alertado. Era ese chico Ansel Seeley quien le habló. ¿Y dónde mierda quedaban sus reflejos? ¿Es que tan concentrado en Annie estuvo? Lo peor era que la bandida se dio cuenta de eso y hasta la escuchó reír a lo lejos. Se sintió avergonzado, ¿qué rayos le pasaba?—. Disculpe, no quise molestarlo —le dijo Ansel.

—No, descuida, estaba distraído. ¿Pasa algo?

—Pues nada en particular, solo quería preguntarle un par de cosas que espero pueda responder. Usted siempre ha vivido en La Perla, ¿verdad?

—Nací y crecí aquí.

—Vaya, entonces usted debió conocer al antiguo dueño de "La Esmeralda", el señor Julius Davies.

—Ah... pero él es más antiguo, si mal no recuerdo —dijo quitándose el sombrero y acomodándose los cabellos. Intentaba hacer memoria de la última vez que escuchó hablar de ese hombre en La Perla—. Si, si.... Los hombres que le vendieron la hacienda a Allgood y Blanchard fueron otros.




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