La Perla Ii: Por libertad

Capítulo 28

—¡Cuthbert Allgood ven aquí inmediatamente si no quieres que te eche a patadas de mi casa!— El grito fue tan fuerte que desde donde estaban ellos escucharon todo. Jake, Orlando y Bert estaban sentados en la entrada de la casa conversando tranquilamente cuando empezó todo. Hace unos cinco minutos que Santos salió, con una cara poco amigable, a decirle que vaya a la habitación que quería hablar con él. Se distrajo un poco entre conversación y conversación, así que se le pasó el tiempo. O quizá no había pasado mucho, solo era Santos que tenía prisa. Sin decir nada, el hombre miró a sus dos acompañantes y se puso se pie. Pero antes que pudiera ir al encuentro de Santos, ella salió hacia la sala—. ¿Es que acaso eres sordo y necesitas invitación?

—Santos, ya estaba en camino —se atrevió a decir Orlando. Pero entonces ella le dedicó una mirada asesina y levantó un dedo en señal de advertencia.

—Tú no te metas, que contigo también voy a arreglar cuentas.— Antes de irse, Orlando miró a Bert esperando saber qué rayos pasaba. Aunque quizá en el fondo ambos lo sabían.

Y quizá porque Bert lo sospechaba es que había ido caminando tranquilo y muy sumiso detrás de ella a la habitación. Sabía que se merecía los gritos, y las cachetadas que seguro llegarían después. Ella se quedó en la puerta del cuarto e hizo una seña para que pase. Una vez dentro, la mujer tiró la puerta y luego le puso seguro. Cuando se giró seguía igual de molesta, pero ahora se cruzó de brazos.

—¿Me quieres ver la cara de estúpida?

—No...—murmuró. Debió sospechar que eso iba a pasar.

—Entonces dime de una vez quién es Annie Blake.— Claro, no podía ser otra cosa. Annie ni siquiera se había acercado a "La Esmeralda" y ya estaba dando problemas.

—Es la mujer que robó las cartas de Ansel, la trajimos porque prometió entregarlas después de un pago. Aún está en negociaciones con Jennifer al respecto, así que...

—Ajá —interrumpió—. Así que te fuiste de viaje con tus amigos a buscar a esa bandida para traerla a mi pueblo, y resulta que no quiere darles nada. Qué buena solución para todo.

—De eso se está encargando Orlando, Ansel y Jen, yo no tengo nada que ver en eso. Es asunto de ellos, y desde que la trajimos no he vuelto a verla.

—Eso lo entiendo. Lo que no me cabe es que hayas ido tan fresco a buscarla, o de dónde la conocías. Dime de una vez, y no te atrevas a mentirte, ¿quién es ella? ¿Cómo la conociste?— Bien, ese era el momento. Cuthbert sintió un nudo en la garganta. Durante esos años jamás le había dicho con todas sus letras lo que fue, ni el origen de su fortuna. Santos lo sabía, lo dedujo, y le dio a entender que no le importaba pues eran tiempos pasados. Era un tema que ninguno tocó con claridad y que decidieron olvidar, solo que ahora sería inevitable.

—Ella fue... Fue mi amante —sabía que no valía la pena ocultarle nada, tarde o temprano lo iba a descubrir y sería peor—. Fue hace muchos años, San, ni siquiera te conocía. Ella me estafó, vació una cuenta que tenía. No la he vuelto a ver desde entonces tampoco me interesaba hacerlo.

—Y aún así fuiste con ese amigo tuyo a buscarla.— Ah mierda, la cosa era grave. Le acababa de quitar el nombre a Orlando, ahora era solo "ese amigo tuyo".

—No es que hubiera querido claro, pero no quedó de otra. Ha sido una terrible coincidencia que ella tenga las piezas claves para la justicia. De verdad, San, ni siquiera me acordaba que esa maleante existía hasta que Orlando la nombró.

—Y al parecer ninguno de los dos tenía intención de decirme algo tan importante como eso, que trajeron a tu ex amante al pueblo, que anda rondando por ahí muy campante. Es más, ni siquiera me dijeron que habían traído a alguien con ustedes.

—No es algo que deba saber todo el mundo, sabes que esto es un asunto delicado.

—No me quieras agarrar de idiota, claro que lo sé. Pero en casa de Jennifer hasta Melinda y Stu lo saben, el comisario mismo está enterado. Y si a la bandida esa no se le escapaba lo que ustedes dos tuvieron, ella nunca se enteraba.

—Así que fue ella quien te dijo...

—¡Ni se te ocurra molestarte con Jennifer, idiota! Claro que me lo dijo, tenía que hacerlo. Al menos ella se dignó a informarme de la situación, porque si por ti fuera me dejabas ignorante de todo, ocultándome cosas.

—Escucha, sé que va a sonar bastante estúpido, pero lo que te voy a decir es la verdad. Esa mujer es un problema, es insoportable y compadezco a cualquiera que tenga la desgracia de cruzarse con ella. Pensamos que esto sería más rápido, pero la maldita es ambiciosa. Ellos están intentando resolver esto lo más pronto posible, de verdad. No es que te lo haya ocultado porque es mi ex amante, fue porque en verdad es una persona desagradable, no merece que le prestes atención. Pronto todo esto terminará, ella seguirá su rumbo y no tendrás que verla jamás.— Por un instante Santos parecía meditar su respuesta, como si una parte de ella le dijera que él tenía razón. Quizá eso lo reflexionaría luego con calma, pero de momento estaba molesta, mucho en realidad.

—¿Cómo la conociste?

—¿En serio, San? No puedas pensar que ella y yo...

—Solo responde.

—Hace tiempo, en una feria. Ella participaba en tiro al blanco. Nada más. Y antes que lo preguntes... No. No fue especial, no había sentimientos de por medio. Solo nos divertíamos y ya.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.