La Perla Ii: Por libertad

Capítulo 32

Probablemente era la metodología de Annie en cuanto a secuestros, pero ya habían pasado dos días y no tenían noticias ni de ella ni de Elena, cosa que solo los desesperaba más. A Pangbord lo tenía de mal humor, sabía que la bandida quería dejar claro que tenía el control de la situación. Si en dos días de búsqueda no tenían pistas de la mujer entonces podía significar que estaba fuera de La Perla, o estaba escondida en la propiedad de alguien. Las haciendas en La Perla abarcaban mucho terreno, incluso había partes abandonadas, era posible que ande escondida por ahí.

Jennifer dio permiso para que revisaran cada rincón del lado Deschain, hasta Santos y Bert lo hicieron con Hoja Redonda y La Esmeralda, otros hacendados dejaron entrar a los oficiales sin hacer escándalo, después de todo les preocupaba que haya una secuestradora escondida en sus tierras. Pero hubieron otros que se negaron rotundamente, diciendo que no querían a nadie fisgoneando en sus asuntos, y entre los que se negaron estuvo Morgan, quien dejó bien claro que no dejaría pasar a nadie a su parte de la hacienda y menos a los otros terrenos que tenía en La Perla.

Vaya a saber Dios qué porquerías tendría por ahí, que clase de cargamentos ilegales guardaba a escondidas de todos. El comisario sabía bien que quienes se negaron a abrir sus puertas para colaborar ocultaban cosas de la justicia, y ahora Joseph le confirmaba que seguía por el mismo camino.

No podía decir que estaba sorprendido, nunca creyó que Joseph hubiera cambiado. Ese nació rata, y moriría rata. Era cierto que formalizó algunos negocios, pero al parecer aún tenía muchas cosas ocultas. Y también parecía que Jennifer apenas caía en cuenta de eso. No entendía, la mujer siempre fue muy lista, ¿cómo no se dio cuenta antes de lo que el marido ocultaba? Bueno, no podía culparla tampoco. Joseph siempre fue un buen mentiroso, y además el amor ciega a cualquiera.

Pero ya basta de pensar en problemas ajenos, tenía que encontrar a Elena. Siempre supo que esa bandida solo llevaría desgracias a su pueblo, y para variar el tal McRostie desapareció misteriosamente y eso le preocupaba. Si el tipo no aparecía, la mujer no tendría que negociar el intercambio de Elena. En serio estaba preocupado, pasó por su cabeza que quizá ejecutó a la chica y la dejó abandonada por ahí para luego huir sin ningún inconveniente. Si algo le pasaba a Elena no podría perdonárselo jamás, esa chica era como su hermana menor. Ahora solo quedaba estar atentos para cuando Annie de señales de querer negociar, porque si Elena seguía viva sin duda la bandida querría obtener un beneficio de todo eso.

"Y yo que creía que la época de las cagadas ya había pasado", se dijo luego de soltar un suspiro. Hace años que las cosas no se ponían tan feas en La Perla, pasaron por un tiempo de tranquilidad que quizá les hizo bajar la guardia. Encima con tanta cosa se le olvidó comprarle un regalo a Julius, al día siguiente era su cumpleaños. No creía que pudiera ir a la fiesta, pero al menos mandaría el presente. Pasó rápido por la tienda del señor Gaunt y compró lo primero disponible con la esperanza que al niño le gustara. También lo lamentaba por el niño, todos los adultos andaban preocupados por asuntos graves, apenas le prestaban atención y él no lo merecía.

El comisario iba con el regalo bajo el brazo de vuelta a la comisaria cuando vio que Stu Tillman se acercaba a él a caballo. Se detuvo apenas unos centímetros antes de chocar con él, iba ya a lanzar una maldición cuando vio que lucía preocupado.

—Vamos, Stu, es muy temprano para que me cagues el día con malas noticias.

—No es tan mala, depende del punto de vista.

—¿Y qué es eso?

—Annie ya envió su mensaje y lo que quiere.

—¿La cabeza de McRostie sazonada con sal?

—No exactamente, quiere reunirse a solas con Jennifer en una zona neutral. No sabemos si es cierto o no, pero dice que tiene cómplices y que si la cogen matarán a Elena.

—Ah mierda, ¿pero es que esa condenada mujer además quiere secuestrar a Jennifer? —le parecía lógico, Jen era la del dinero, podría extorsionar a muchos por su liberación.

—No lo sé comisario, pero esas fueron sus condiciones.

—¿Y cómo es que se comunicó?

—A través de Jake Chambers, el chico trajo el mensaje....

 

***************

 

De todas las cosas que pudieron pasarle ese día, encontrar a Annie amenazándolo con un arma fue la que menos esperó. Jake se mantenía alerta a todas horas, algo que quizá heredó de sus tiempos de niño bandido en las calles y que a pesar de las comodidades de la vida en La Esmeralda no se le fue del todo. No andaba armado pues Cuthbert se lo prohibió, y también Orlando cuando regresó. Decían que un arma siempre trae problemas y que si la tienes debes saber usarla. Durante a esos años tuvo una que otra lección con Jennifer, nada que lo prepare para un tiroteo, pero si lo básico para sobrevivir si en caso se presentaba la situación.

Pero no estuvo preparado, no tenía como defenderse y ante un arma no puedes dártela de valiente si quieres salvar tu vida. Desde el secuestro de Elena se mantuvo atento a que la bandida apareciera, o quizá los hombres de ese McRostie para rescatarlo. Podían pasar muchas cosas, tenía que mantener los ojos bien abiertos. Esa mañana salió a trotar entre La Esmeralda y Hoja Redonda, pero de pronto le pareció sentir que lo observaban detrás de un árbol. Se giró y se acercó un poco, ya estaba por seguir su camino cuando vio el rostro de Annie asomarse, y luego el arma. Sin dudarlo levantó las manos, no podía enfrentarse a ella y lo sabía.




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