La Perla Ii: Por libertad

Capítulo 36

Los días habían pasado relativamente tranquilos, algo casi increíble considerando los últimos acontecimientos. Jennifer lo había evitado bastante bien, la había visto pocas veces de casualidad por las calles de La Perla y cuando coincidían en "La Esmeralda". La mayoría de las veces ella hablaba con Ansel, él le pasaba algunos mensajes acerca de las cartas, Annie y Julius. Ansel también le contaba como iba el asunto de McRostie, a quien aún tenían preso por cierto. Aunque ya estaba llegando la hora de soltarlo, todo estaba casi listo para eso.

Pasaron varios días después de que ambos quedaron en separarse un tiempo por el bien de Julius, pero un día de esos Jake llegó con un mensaje de Jen pidiendo encontrarse con Ansel. Se vieron en su lado de la hacienda, ahí ella le entregó todas las cartas que Annie le había dado. Bastó un par de días para seleccionar las cartas que mandarían y el destino, hasta Damon ayudó en eso. Él sabía qué autoridades del gobierno habían sido cambiadas y a quienes les convendría recibir información jugosa sobre las jugadas de los poderosos. Ansel decidió enviar la mayoría de la información acerca de McKitrick y compañía al mismo diario que publico acerca del desvío de fondo, el mismo donde él trabajaba.

Con esa información no solo harían temblar a mucha gente, incluyendo a Aaron McKitrick, sino que también el nombre de Daniel figuraba en todos lados. Los soltarían si, pero habría mucha gente dispuesta a cogerlo y hacerle pagar el hecho que guardara evidencia contra todos que ahora les jugaba en contra.

En unos días soltarían a Daniel lejos de La Perla, Annie se ofreció a vigilarlo de cerca para asegurarse que reciba su merecido, además que se encargaría que no tenga acceso a todo su dinero y hombres. ¿Cómo lo haría? Nadie preguntó, pero al parecer ya llevaba meses planeando el golpe, así que dejarían que ella se encargue a su manera, después de todo era su venganza.

Solo habían dos cosas malas de todo ese asunto. La primera era que varios hombres de McRostie fueron a La Perla para buscarlo, incluso fueron abogados que exigieron al comisario lo buscaran sin parar. Pero nadie movió un dedo, todo el mundo afirmó que él desapareció después de que una bandida lo atacara y no sabían nada más. Nadie en La Perla tuvo la intención de ayudar a esos hombres en su búsqueda, y por cada hombre que llevaban para meterse a revisarlas haciendas, los perleños tenían cinco matones más que les cerraban el paso. Fue molesto claro, con esa gente había que tener cuidado.

Y la última cosa era que Daniel se había negado a confesar si Joseph sabía o no la verdad sobre el asesinato de Roland Deschain. Lo único que dijo era que el padre de Joseph participó, pero que él nunca tuvo tratos en ese tiempo con el hijo. Daniel era como un perro que olía el miedo, en su caso olía la desesperación. Quizá lo vio en sus rostros, en el tono de las voces que le pedían que confesara. Sabía que deseaban esa verdad más que nada, y por lo mismo se negaba a darla. Respondía con evasivas, tanteaba el terreno para saber qué podía ganar si le contaba la verdad a Jennifer, o simplemente mentía. Ni los golpes ni las amenazas lo ablandaban, él sabía que ya estaba arruinado y que no tenía nada que perder. Maldito sea.

Un mes había pasado. Un mes. Según los diarios que habían recibido de Texas y de otras partes del país, la cosa había estallado. Al parecer estaban investigando a Aaron McKitrick, pero "aún no había pruebas contundentes". Él  lo negaba todo, decía que eran calumnias para perjudicarlo. El hombre estaba bien protegido, él jamás realizó directamente nada ilegal, sino que tenía gente que hacía las cosas por él. McRostie era uno de ellos, el principal en realidad. Las pruebas que ligaban a Daniel y Aaron estaban ya por salir, y cuando pase eso ya no podría negarlo. Hace años Ansel le dijo que su esperanza era que entrara un nuevo gobierno, que no importaba si era revanchismo político, ellos harían parte de la justicia. Aaron estaba en la cuerda floja, y ellos lo disfrutaban como nunca.

Solo que había otras cosas importantes. Por ejemplo, aunque ya Annie les había entregado las pruebas de que él y Charice tuvieron una relación, entre otras conversaciones donde la desgraciada hablaba sobre como manipuló la situación para que Amelie se suicidara; aún no iban a reclamar esa justicia. Ansel tampoco podía hacer mucho, su investigación sobre el pasado de Charice había desaparecido. Él era el responsable del robo de las cartas, eso había desencadenado toda la situación actual. Si el periodista se atrevía a poner un pie en Washington no duraría un solo día. Tenían que resolver eso si querían arreglar todo de una buena vez.

Y Jennifer también tenía que arreglar el tema de la muerte de su padre. Se enteró por medio de Ansel que había pagado una buena suma a Annie en compensación por todas las cartas que le entregó. También supo por Santos que leyó cada una y lloró toda esa noche. Se sintió estremecer cuando supo de eso, si solo leer un trozo de una carta abandonada en la casa de los Reynolds la hizo temblar entonces toda la verdad debió destrozarla. Le hubiera gustado estar a su lado y apoyarla, hacerle sentir que no estaba sola y que él lucharía a su lado para conseguir esa justicia que buscaba hace tiempo.

Pero ya había pasado un mes y apenas se habían visto. Un poco más de un mes en realidad. Durante ese tiempo empezó a acercarse a Julius, el niño seguía escapándose para jugar con Misae en "La esmeralda", esas eran buenas oportunidades para verlo. Julius al principio estuvo receloso de él, sabía que Jennifer le contó algo sobre ellos y que al niño no le agradó, que para él su familia eran Joseph, Jen y nadie más. Pero poco a poco volvieron algunos juegos, las sonrisas, las risas. No era como antes, pero si había mejorado mucho. Su hijo ya no parecía odiarlo como la noche de su cumpleaños. Orlando suponía que como ya Jennifer no se encontraba a escondidas con él, Joseph se había calmado y dejó de molestar.




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