La Perla Ii: Por libertad

Capítulo 37

Topeka, 13 años antes

Charice salió de casa a escondidas, se escapó por la ventana. Neil aún estaba fuera a esa hora. Habían pasado dos años desde que entregó a toda su familia para ser asesinada, dos años desde que vivía sola con su hermano mayor. Lo que al principio pareció la liberación se transformó pronto en otra pesadilla, solo que ahora era más decepcionante.

Ella no había gastado ni un solo centavo de la recompensa que ganó con Daniel, no tenía necesidad. Pero poco a poco las cosas empezaron a complicarse, ya tenían problemas de dinero. Primero Neil se encargó de los entierros de todos los miembros de la familia, luego pagó todas las deudas que tenían pendientes. Los Daniels nunca fueron lo que parecían, detrás de la máscara de bondad y prosperidad se ocultaban unos monstruos. Eran religiosos al extremo, castigando a las mujeres solo por ser bonitas, para ellos hasta existir era una provocación. Charice nunca pudo aparecer delante de ellos sin sentir que la odiaban, o peor, sin sentir que eran capaz de hacerle daño de otras maneras.

Los castigos siempre fueron fuertes. Nunca la azotaron como sí pasaba con los hombres, pero la golpeaban fuerte a veces, le daban baños de agua fría en invierno, la humillaban, cortaban su cabello y la insultaban. La llamaban pecadora y lasciva a todo momento, y ni siquiera había tenido su primer periodo. Ah, pero la primera vez que quisieron violarla fue a los nueve años. Por supuesto, aquello fue su culpa. El vestido era muy provocador, se había puesto a caminar por la noche en casa, eso tienta a los hombres. Así eran las cosas en la familia Daniels, las mujeres siempre tenían la culpa de que los hombres cayeran en las tentaciones, y ella tenía la culpa solo por vivir ahí.

En lo moral eran una familia del asco, aunque todo el mundo los conocía por virtuosos. Prestigiosa familia Daniels le decían, los que siempre iban a misa y contribuían a la iglesia. Pero también eran los que traficaban y ganaban mucho dinero con negocios ilegales, eran quienes se habían ganado enemigos porque no tenían piedad con nadie. Cualquiera que se metía con ellos moría asesinado. Charice no tenía idea de las familias que habían muerto por culpa de ellos, lo que si sabía era que tender una trampa para hacer que subieran a ese tren a la hora exacta fue lo mejor que había hecho en su vida. Ella hizo que los mataran y se sentía orgullosa por eso, todos se lo merecieron.

Cuando vivió con ellos corrió riesgo cada día de su vida, aquello ya era bastante para odiar haber nacido, para desear la muerte. Y lo hizo claro, pero había algo que la ayudaba a resistir. Neil, su hermano. Alguna vez creyó en Dios, y alguna vez le agradeció por haberle dado un hermano. Él recibía alguno de los castigos por ella, prefería que le pegaran a él antes que toquen a su hermana. Evitó que la violaran en varias ocasiones, durmió con ella cuando tenía miedo. Por eso lo salvó ese día, le puso muchas excusas para que no vaya en el tren, no hubiera permitido jamás que nada malo le pasara. Pero habían pasado dos años desde que sucedió aquello, y ahora pensaba (aunque sintiéndose culpable) que quizá debió dejar que muriera también.

Durante muchos años vivió en alerta constante, ese estado no la dejó ver muchas cosas. Neil la cuidaba si, y creyó que era bueno. Quizá lo era, quizá la quería, y nunca lo sabría en verdad, tampoco quería averiguarlo. Le bastaba saber que él no era el hombre que creyó, y que aunque no quería estar más a su lado tampoco le deseaba el mal. Quería que viviera, pero lejos de ella.

Era de noche y la muchacha caminó sigilosa por las calles de la ciudad. Se ocultó tras las paredes, se cuidó de que nadie la viera. Pronto llegó a la casa de Daniel, y por suerte él ya la estaba esperando. Bajó por la ventana de su cuarto y le hizo una seña para que avanzaran juntos hacia el almacén de la familia. Una vez dentro cerró la puerta con seguro, ambos avanzaron un poco más allá dónde nadie pudiera oírlos.

—¿Ya está todo listo? —le preguntó ella.

—Si, podremos irnos mañana. El hombre llegará a recogernos —le dijo el muchacho, cosa que solo la dejó muy aliviada. Respiró hondo, era como si el alma le volviera al cuerpo. Pasó todos esos días temerosa de que el hombre se negara, pero ya habían pagado la cuota de inscripción, ya los sacarían de ahí.

—Hasta ahora no sé como has conseguido contactar a alguien así.

—Pues Chari querida, mientras tú estabas sobreviviendo en esa maldita casa yo hacía contactos, ¿sabes? Los mafiosos que mataron a tu familia me buscaron para más "trabajos", por así decirlo.

—Lo sospechaba.— Daniel había entrado a ese mundo y lo había hecho bien, solo que aún quería irse de Topeka. Cuando lo decidió fue a buscarla para contarle sus planes y a insistirle que se fuera con él, que podrían hacer grandes cosas lejos de todo.

—Lo importante es que podremos irnos, al final sabía que ibas a ceder. Debimos fugarnos esa misma semana cuando murieron todos, te tardaste mucho en decidir.

—Basta ya, deja de decirme lo mismo. Ya sé, me equivoqué, no debí quedarme en casa. Tú ganas, tenías razón. ¿Así estás feliz?

—No me hace feliz ver a la mente criminal más ingeniosa de Topeka así de perturbada.— Charice lo miró a los ojos. No entendía por qué tanto interés de Daniel con ella. Pensó que quizá le gustaba, que seguro estaba enamorado de ella. Una vez hasta intentó insinuarse para comprobar su teoría, pero él la rechazó incómodo. No era atracción física, Daniel la apreciaba. La conocía desde niña y de alguna forma la quería. Eran socios, amigos, compinches. Solo se tenían el uno al otro.




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