La Perla Ii: Por libertad

Capítulo 43

Todo estaba a punto de irse al demonio. No podría decir que había llegado a tiempo, el hecho de que lograra entrar con Jennifer a la fiesta no era garantía de que pudiera detenerla. Desde esa tarde en que habló con Charice para ubicar a Jennifer no había tenido noticias de nada, no sabía si era porque aquella condenada no quería ayudarlo o si de verdad Jen estaba muy bien escondida. Y cuando llegó la hora de la fiesta de gala, Joseph supo que no tenía alternativa. Si no la encontraba ahí, no la encontraría nunca.

Sus sospechas fueron ciertas, Jennifer apareció en la fiesta. Lo que no entendía era de dónde salió ese carruaje, por qué la acompañaron periodistas, y también se preguntó donde estaría el tío Robert. Ese era un elemento que no podía dejar pasar, puede que esté rondando la fiesta y aparezca cuando menos lo espere, tenía que mantenerse alerta. Ahora tenía que concentrarse en sacarla de ahí. Viajó a Washinhton solo para eso, para llevarse a su esposa.

Jen y Joseph caminaban juntos en silencio. Él intentaba guiarla a un lado para sacarla, pero en cuando lo hizo la chica le dio un fuerte pisotón que lo hizo entrecerrar los ojos del dolor. No la soltó, no la iba a dejar sola en ese lugar por nada del mundo. La gala aún no había empezado, Aaron McKitrick aún no aparecía a dar por inaugurada la fiesta, así que Joseph contaba con algo de tiempo antes que se arme la grande. Cuando un mozo pasó al lado de ellos con copas de champagne, Jennifer cogió una y él la imitó. Aún la tenía tomada del brazo.

—Suéltame —dijo ella disimulando mientras bebía de la copa—. Joseph, ahora sí estás en serios problemas. Suéltame de una vez o no respondo.

—Eres mi esposa, Jennifer. Me debes respeto, y me mentiste. No estás aquí acompañando a tu tío por negocios, ¿para qué has venido exactamente?

—¿Tienes el descaro de reclamarme, Joseph? ¿Te parece que tienes derecho a pedirme explicaciones? Hazme el favor.

—Claro que tengo derecho, eres mi mujer y no puedes ir haciendo lo que te da la gana.

—Ah si... lo siento, ¿cómo me pude olvidar de eso? Siempre he sido tuya, no me querías para otra cosa. Solo querías tenerme y has sido capaz de todo para eso, ¿verdad? Tonta yo que creía que seguía siendo libre cuando siempre fui tu propiedad —dijo con ironía. Más que eso, había rencor en su voz. Le lastimaban sus palabras, ¿por qué le decía esas cosas? Jamás la trató como un trofeo, siempre la amó y le dio lo mejor.

—Basta, Jennifer. Si vas a hacerme una escena que sea fuera de aquí.

—No vas a llevarme contigo, Joseph. Ya estás advertido —dijo muy seria.

—¿Para qué has venido exactamente?

—¿Acaso no lo sabes? —le preguntó ella dolida—. ¿O vas a mentirme otra vez y como siempre? —la miró a los ojos. Por supuesto que a ella también le dolía todo eso. Jennifer lo amó, y él la decepcionó con sus engaños. Aún en ese corazón lastimado quedaba afecto para él, pero parecía que solo se estaba encargando de destrozarlo.

—Es tu abuelo —dijo él. No le quedaba de otra, ya era demasiado tarde para seguir mintiendo.

—Siempre lo supiste, ¿verdad, Joseph? ¿Sabías también que él mandó a matar a mi padre? ¿Lo sabías?— Esa última pregunta la dijo con la voz entrecortada. Sus ojos se habían llenado de lágrimas que intentaba contener. Era la respuesta que siempre calló, lo que ocultó a toda costa. Escondió las pruebas que inculpaban a su padre de ese crimen, se deshizo de todo para que ella jamás lo sepa. Pero ya no valía la pena ocultarlo, ella sabía la verdad y el hecho que él estuviera ahí lo comprobaba.

—Jennifer, por favor. Acá no —dijo él intentando controlar las cosas. Ella parecía a punto de echarse a llorar. Era el lugar menos oportuno y la peor situación para sincerarse. Pero tenía que hacerlo.

—Solo responde eso, Joe. Nada más te pido. ¿Sabías que mi abuelo mandó a matar a mi padre?— Sabía más que eso en realidad, lo sabía todo. Pero finalmente solo asintió, y cuando lo hizo ella ahogó el llanto. Algunos invitados que pasaban cerca a ellos los miraban extrañados, ya empezaban a llamar la atención.

—Lo lamento, Jen. De verdad. Quiero explicarte todo, te ruego que me escuches. Por favor ven conmigo y hablemos de esto, sabes que es necesario.

—¿Por qué, Joseph? —decía conteniendo las lágrimas, se notaba que estaba haciendo el máximo esfuerzo para no echarse a llorar ahí en medio de la fiesta—. Me has visto llorar, me has visto frustrada en los juzgados. Prometiste ayudarme con los jueces, rendiste testimonio. Tú sabías cuánto me dolía, sabías todo lo que yo sentía. Años, Joe, fueron años los que me viste sufrir por mi padre, ¿y de verdad no te importó nada? ¿Cómo has podido hacerme esto?— El maquillaje se le estaba corriendo, así que Jennifer respiró hondo para evitarlo y se secó las lágrimas con discreción—. No quiero volver a verte nunca más.

—Jen, espera —lo cogió de sorpresa. Primero le arrojó el champagne en la cara y cuando apenas estaba reaccionando a eso, le dio un fuerte rodillazo en la entrepierna que por poco hace que caiga al piso.

El mundo se nubló de dolor un instante. Cuando Joseph abrió los ojos ya Jennifer se había perdido entre la gente, y algunos hombres que fueron testigos de la escena se acercaron para saber si estaba bien. Quizá lo tomaron como una tonta pelea de pareja, incluso escuchó a uno decir en tono despectivo "mujeres".




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