La Perla Ii: Por libertad

Capítulo 60

Esa mañana estuvo en la delegación para averiguar cómo iba todo el asunto de los prisioneros, en especial Daniel. Había cumplido con él su parte del trato, solo por eso el tipo parecía tranquilo y colaboraba. Joseph incluso se había encargado de conseguirle un abogado, claro que eso nadie lo sabía. Daniel no se oponía, después de todo creía que lo tenía en sus manos. Ya estaba a salvo en La Perla, y Joseph mandó un mensaje con el abogado prometiendo que pronto haría lo posible por organizar su escape. Solo por eso el tipo andaba tranquilo, así que Joseph pensaba que no había nada que temer. Ya su vida estaba bastante arruinada, añadir la prisión a sus desgracias no era algo que iba a permitir.

En realidad, Joseph sí planeaba sacar a Daniel y Charice de la prisión, aunque no los pondría a salvo ni nada parecido. Seguía creyendo que lo mejor para todos era que ese par de miserables muriera de una vez, así se ahorraban muchos problemas. En cuanto a los cargos que levantarían contra él por haber sido parte de la red de tráfico, ya Joseph estaba por conseguir un documento en el que Daniel lo exculpaba de todo. El tipo no iba a firmar nada hasta estar en libertad, lo sabía. Tenía que conseguir eso mientras esté vivo, porque Joseph sabía que no era el único que quería ver muerto a Daniel McRostie.

En la delegación encontró al comisario muy ocupado, había mucho trabajo extra con esos prisioneros ahí. Lo que le sorprendió fue que esa bandida Annie andaba muy cerca de él. La mujer se había adjudicado el deber de cuidar de McRostie y los demás. Quería asegurarse que no intente huir, que nadie la ayude a fugarse, ni que se mate. Al principio no entendía qué tenía que ver esa mujer en todo aquel asunto, pero Joseph mandó a averiguar un poco de Annie. Al parecer Daniel le había jugado sucio en el pasado y mató a gente importante para ella, por eso la bandida pasó mucho tiempo buscando venganza. Antes era un secreto, pero ahora decía muy orgullosa que ella obtuvo cartas para incriminar a Daniel y que las envió a la prensa. Que en realidad fue ella la encargada de orquestar la caída de Daniel. Si los periódicos y la policía tenían pruebas contra Daniel, era gracias a lo que Annie consiguió.

A Joseph no le agradaba la presencia de esa mujer, sabía que sería un obstáculo para matar a Daniel cuando llegue el momento. La mujer era hábil, no iba a ser sencillo quitarla del medio. Y tampoco creía que pueda sobornarla para que ella misma se encargue de la ejecución, ya que Annie parecía estar del bando de Jennifer y los demás. No creía que acepte ningún trato con él, y eso solo le iba a complicar las cosas. Los únicos posibles aliados que tenía eran dos tipos que llegaron de Washington por encargo de Aaron McKitrick. Se suponía que fueron ahí para ayudar en el rescate de Julius, pero ya Charice estaba capturada y ellos no se movían.

Después de pasar por la delegación y asegurarse de que todo seguía igual, Joseph volvió a trabajar a su hacienda. Tenía muchos pendientes y prefería ocupar su mente en eso. Cuando volvió, Jennifer ya se había ido. Aunque ya sabía que eso iba a pasar, igual le dolió. 

No llevaba ni un día sin verla y ya la extrañaba. Tendría que acostumbrarse a la idea de haberla perdido para siempre, de saber que jamás recuperaría siquiera un poco del afecto que le tuvo. Jen empezaría a odiarlo pronto, ya había sido demasiado. Nadie podía soportar tanto de otra persona por más cariño que hubiera, Joseph era consciente de eso. Las cosas hasta serían más simples si no tuviera que aceptar también la idea de que Jennifer volvería corriendo a los brazos de Blanchard. Que se iba a quedar con él, quizá no ahora, pero en algún momento los vería juntos y no podría soportarlo.

Por eso prefirió distraerse trabajando durante el día. Y le dolió la soledad. En un día normal, él llegaría tranquilo a casa, le daría un beso a Jen y caminarían juntos al comedor. Julius aparecería corriendo y les contaría las cosas que hizo en la escuela, él prometería que iban a jugar más tarde, y Jennifer le diría que en la noche le haría un rico postre. Esa mañana, Joseph extrañó los pasos rápidos de Julius corriendo por la casa. Extrañó su risa, sus juegos, su voz llamándolo. Tampoco quería perderlo a él.

Jennifer le había dicho que podía ver a Julius siempre que ella no esté. Y como no quería estar solo esa noche, mandó a uno de sus empleados a preguntar a la casona de Jennifer si podía ir a ver al niño. Le dijeron que la señora había salido con su tío a ver al abogado al centro, así que podía ir si quería. Eso lo animó, además que sería perfecto para Julius. La idea era que él no se sintiera mal ni notara la separación de sus padres. Ir a verlo esa noche antes de dormir era lo ideal.

Después de sentirse miserable todo el día, volver a ver la sonrisa del niño fue como un bálsamo. Julius se lanzó a sus brazos, le habló emocionado sobre el hermano que iba a tener, le preguntó si ya podían ponerle nombre y si jugarían los tres juntos. Mientras ellos hablaban, tía Amanda estaba muy cerca vigilando todo. No parecía contenta de verlo, y tampoco parecía tener deseos de ser muy amable con él. Lo entendía, cuando todos los Deschain sepan la verdad sobre Susan y Roland, iban a odiarlo.

—Papá, ¿podemos ir al centro? Por favor —pidió emocionado el niño—. Hay una feria, papá. También estará Misae.

—No había escuchado de ninguna feria —contestó él. Miró de lado a Amanda, ella parecía muy firme. No dejaría al niño salir de casa.

—Por favor, papá. Es un show de marionetas de un circo, solo estarán dos noches aquí. Mamá dijo que iba a llevarme, pero creo que se olvidó.




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