La Perla Ii: Por libertad

Epílogo

6 años después

El invierno era más frío que años anteriores, Ansel no recordaba haberse abrigado tanto antes. Lo bueno era que al menos iban a huir de ese horrendo clima, ese mismo día partían a La Perla. Según sus cálculos llegarían pocos días antes de la Navidad como habían planeado, y esperaba que todo salga en orden, lo que menos quería era pasar la nochebuena encerrado en un vagón de tren en medio del desierto. 

Nunca había pasado Navidad en un lugar que no tuviera nieve y frío, lo tradicional. Los años en la prisión no contaban, ya que ahí nunca nadie le dijo si era Navidad, ahí todos los días eran iguales. Así que esa sería su primera Navidad llena de calor y sol, algo a lo que seguro estaban bien acostumbrados en América del sur, por ejemplo. Solo a gente como él se le ocurría hacer drama por algo tan ridículo como Navidad sin nieve.

El coche se detuvo y Ansel bajó. La nieve cayó suave sobre su abrigo y él se sacudió un poco los hombros. Eran poco más de las ocho de la mañana y Kathleen ya estaba lista para partir. Para ella era su primera vez en La Perla y estaba de lo más emocionada. Su amada se la pasó contando los días desde que compraron el ticket de tren, hablaba todo el tiempo de eso y hacía muchas preguntas. Kathleen se sentía muy cercana a La Perla, como si tuviera algo en esas tierras que le pertenecieran. Y si, se podría decir que en parte era cierto.

Los años habían pasado, y Kathleen ya era viuda. Eso supuso un gran alivio para ambos, porque quisieron tener un matrimonio legal juntos. Desde su retorno a Washington vivieron como novios mientras buscaban al tipo para poder exigir el divorcio. Luego de dos años de búsqueda, cuando casi se habían rendido, les llegó un telegrama indicando que habían encontrado el cuerpo del esposo de Kathleen en New York. Murió durante una pelea de taberna. Nada que lamentar, Kathleen hasta organizó una fiesta para celebrar su libertad. Algunos podían decir que era una imprudencia y una falta de respeto, pero realmente el tipo fue un asco de persona. Kathleen fue al fin libre para tomar las riendas de su vida y ser quien siempre quiso ser.

Se casaron un año después de que Kathleen quedó viuda. Jen y Orlando fueron para la boda, Bert y Santos también. Todo estuvo bastante bien, excepto por la tragedia que aconteció pocos días después.

Aaron McKitrick se suicidó para no ir a la cárcel.

Aprovechando que Jennifer y sus hijos fueron a Washington para la boda, Aaron los invitó a pasar unos días en casa. No era que ella guardara especial cariño por su abuelo, pero aún le agradecía por su ayuda en el juicio de Roland Deschain, que terminó favorable para ella como era de esperarse. Y mientras para Jen y su familia todo parecía ir de mil maravillas, para Aaron las cosas estaban cada vez peor.

Por aquellos años Kathleen y él pasaron a integrar un equipo de periodistas que ayudaron a reunir las pruebas que acabaron por tumbar a gente como Aaron. No fue fácil, si hasta recibieron amenazas de muerte de los poderosos. Pero poco a poco las cabezas fueron cayendo hasta llegar a acorralar al pez más gordo de todos. Aaron. 

Había perdido buena parte de sus bienes, y aún así se las ingenió para poder dejar sumas considerables y propiedades a su nieta. Bueno, eso lo supieron después de la muerte de Aaron. Porque al día siguiente de la visita de Jennifer y los niños a la mansión McKitrick, el juzgado dictó al fin prisión para ese hombre. 

Ansel fue a cubrir la nota del arresto, estaba en verdad emocionado. Aaron siempre se creyó intocable, cometió un sinnúmero de injusticias y crímenes, lo encerró en la cárcel y también asesinó a las personas que se atrevieron a darle la contra. Lo que debía de ser una celebración por el final de un hombre que gozó de impunidad por años se transformó en un día de luto.

Ansel estuvo afuera con su cámara esperando dar el flash que tomaría la fotografía de Aaron saliendo esposado de su mansión. Pero lo único que escuchó fue un disparo, y poco después sacaron su cuerpo cubierto con una manta negra. Se había disparado en la sien. Se le borró la sonrisa del rostro, desde ese momento todo fue una locura. Hubo quienes culparon al nuevo gobierno por persecución política, cosa que solo fue una patraña más para victimizar a los corruptos que estaban por caer. También culparon a la prensa por hostigar al hombre hasta llevarlo al suicidio, otra falacia. Hubo quienes dijeron que decidió morir con honor antes de ir a la cárcel. Hubo otros que dijeron que eso solo fue cobardía de un hombre orgulloso que prefirió la muerte antes de enfrentar a la justicia. Así, por ejemplo, pensaba Jennifer.

Para bien o para mal, Jennifer y sus hijos eran los únicos familiares con vida de Aaron, así que tuvieron que encargarse de todo. Mucho se habló en la alta sociedad de Washington de quien sería la rica heredera de lo que le quedó a Aaron. Sabían que era una mujer del oeste, que así McKitrick no le heredara nada, ella ya era bastante rica. Más incluso que muchos de ellos. También la criticaron por no dar muestras de dolor o tristeza durante el velorio y entierro.

Jennifer se mantuvo firme, cumplió con todo, firmó lo que tenía que firmar, dio la cara, enterró a su abuelo y regresó a La Perla con su hija menor. Porque Julius se quedó en un internado de Virginia a recibir una buena educación. La misma que recibió Joseph en su momento. De hecho, antes de que él muriera, ambos ya habían pensado en inscribir al niño en esa escuela. Jennifer siguió con el plan, hasta Orlando estuvo de acuerdo. Porque La Perla no era un buen ambiente para el niño, lo mejor era alejarlo del doloroso recuerdo de lo que pasó ahí. Porque para Julius lo que pasó con Joseph seguía muy fresco.




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