En ese momento en que Ferney dice eso, Maximiliano y otros recuerdan su infancia, y algunos son muy tocados.
Maximiliano mira a Ferney muy extraño, como con ganas de pegarle, pero luego agacha por unos segundos su cabeza, y le pregunta:
— ¿Qué sabes tú de mi pasado?
— No, yo no sé nada de tu pasado, pero si gustas contar, los demás y yo estaremos prestos en escucharte.
Maximiliano mira a varios de sus compañeros, y para no mostrar debilidad ante ellos, se pone muy enojado, y le expresa a Ferney:
— ¿Quién te crees tu para decirme que tengo que decir o no?
— Yo solo soy un siervo de Dios.
— Ya me tienes cansado con todo eso.
Maximiliano se va a donde están los otros y se ríe con los demás. Cuando Ferney dice en voz baja:
— Parece que di en el punto clave...
Barrio Quiriguá, 7:05 pm, Wilson entra a su casa, y mira a su esposa en el sofá, y la ve con la mano derecha en su frente, y le dice:
— Te necesito alentada, para que podamos sacar al muchacho de donde lo tienen.
Carmen quita su mano de la frente, y le responde a su esposo:
— Como no pensar en Ferney, es nuestro único hijo.
— Si, pero él va a salir de ese lugar.
— ¿Y si no?
— No seas negativa mujer, acaso no escuchaste al pastor de Ferney. El abogado ya está trabajando en el caso de nuestro hijo, yo tengo la fe que el saldrá pronto.
— ¿Qué dijiste?
— ¿Qué?
— Dijiste algo que nunca te había escuchado decir.
— ¿Qué dije?
— Dijiste que tienes fe. ¿Ya te vas a parecer a Ferney y al pastor del?
— Ah, ¿cómo? No, no, no, ¿Yo dije eso? No mujer, te equivocaste, yo tuve que haber dicho otra cosa.
— Si, lo dijiste, te escuche claramente.
— Si lo dije me equivoqué entonces, ya no sigamos en eso, de que, si dije una frase o no, vengo muy cansado de la empresa de energía.
— ¿Tu jefe entendió el motivo de tu tardanza?
— Si, y no, pero tan poco quiero hablar de eso.
— ¿Tienes hambre?
— Si, y mucha, pensando en eso y en Ferney, es que venía por el camino.
— Bueno, ya te sirvo...
Estación de policía, 10:25 pm, mientras los demás jóvenes están durmiendo, Ferney está orando, y termina de orar y recuesta su espalda en la pared del lado derecho. Cuando ve a Maximiliano levantarse, y se asusta de gran manera. Pensando que este se levantó para hacerle algo malo.
Maximiliano se acerca a Ferney, y se sienta al lado de él, y le expresa:
— Cuando tenía diez años, mis hermanos y yo sufrimos mucho en nuestra casa.
— ¿Cuántos hermanos tienes?
— Dos, yo soy el mayor.
— ¿Y qué sucedió?
— A raíz de la muerte de mi padre, el cual murió por estar bebiendo mucho, mi madre se consiguió otro hombre, y este hombre con el tiempo la maltrataba a ella y de paso nos pegaba a nosotros, y nos pegaba solo porque nos metíamos a defender a nuestra madre... ese hombre me golpeo mucho, y eso me llevó a la calle, me escape de la casa y me tire a la calle, y encontré a muchos como yo en ese lugar, muchos que fueron mal tratados y golpeados como yo... y me crie así, sobreviviendo en las calles, robando a cualquiera, yo era mi propia ley, quiero decir, yo soy mi propia ley. Yo desde lo que hacía en la calle le mandaba a mi familia.
— ¿Qué paso con tu familia?
— Como te dijera... en estos momentos no lo sé, ellos no saben que estoy aquí en esta celda... sí, creo que no saben. Porque si no, mi madre ya me hubiera venido a visitar.
— ¿Sabías que Dios no quiere que te pierdas? Dios quiere que te salves.
— Con todo lo que le he hecho a la gente. ¿Sera que hay salvación para mí?
— Claro que sí... si confiesas que Jesucristo es tu salvador.
— Yo le he robado mucho a la gente, he desocupado casas y apartamentos, he visto llorar a la gente por sus pertenencias y no sentir remordimiento. Y otras cosas más que me da pena decirte.
Ferney pone su mano derecha en el hombro izquierdo de Maximiliano, y le expresa:
— Yo no estoy juzgándote, eso es parte de tu pasado, es mejor decir, eras, porque desde este momento estas marcando un antes y un después.
— Me gusto eso... un antes y después...
— Si, veo en tus ojos un cambio, no son los ojos que vi cuando recién entre.
— Oye, oye, no exageres, yo soy el mismo.
— Bueno, si no me quieres creer...
— Hablando de otra cosa, tengo una duda y quiero que me la aclares.
— Dime.
— Es de tu situación.
— Ah. Es eso.
— ¿Atropellaste a ese sujeto?
— No, yo lo encontré tirado cuando pasaba en mi moto.
— Pues, ahora que lo dices así... pues, yo te creo.
— Eso me da alegría que me creas.
— No te alegres, yo no te puedo sacar de aquí.
— Pero me conforta que me crean, porque estoy diciendo la verdad, y como dije, se ha marcado un antes y un después en ti.
— ¿Cómo así?
— Si, desde que entre aquí, estas escuchando la palabra de Dios, y eso es bueno. No estás solo, necesitas buscar de Dios. Y veras que tendrás paz en medio de las dificultades.
— Eso lo puedo entender, puedo entender lo que estás diciendo porque estás aquí, en estas condiciones tan apretadas, y sigues hablando de Dios con mucha tranquilidad, como si fueras libre.
— Es que la verdad nos hace libre, andar en el camino de Jesús nos hace libre y estar confiados en que vamos hacer salvos... yo tengo la fe y estoy completamente seguro, que saldré de aquí, pero no me quisiera ir sin que todos ustedes crean en el Dios invisible, en el rey de reyes y señor de señores, él es el que te sacara de todas tus aflicciones, pon tus cargas en Cristo.
— ¿Y cómo se hace eso?
— Debes de acetar a Jesucristo como tu salvador.En ese instante, Rivero, uno de los amigos de Maximiliano, se despierta, y ve a Maximiliano con Ferney, y dice:
— ¿Qué haces Maximiliano?
— Amenazando a este tipo.De inmediato, Maximiliano se levanta de ese lugar, mientras Ferney se sonríe un poco y trata de dormir.