Mi nombre es Dana Lamber, tengo 23 años y vivo sola en pequeño apartamento en la ciudad de San Francisco. Soy diseñadora de modas y manejo mi propia empresa de ropa para damas.
Todo comenzó un lunes en la madrugada cuando desperté con el corazón acelerado y empapada en sudor, debido a una terrible pesadilla.
En dicho sueño, me encontraba caminando en completa oscuridad por las estancias de una vieja casa, hasta llegar a la puerta de una extraña habitación iluminada tenuemente por una lámpara, la cual se encontraba sobre una pequeña mesa de noche ubicada en una esquina cerca de una ventana. La luz me permitía ver a una persona acostada sobre una cama individual cubierta de pies a cabeza por una manta blanca. La figura luego de algunos minutos, con un movimiento rápido se quitaba la tela que la cubría posteriormente se sentaba en uno de los bordes. En ese instante de segundo, el miedo se apoderaba de cada parte de mi cuerpo, paralizándome por completo al ver que aquella persona lucia físicamente igual a mí.
Una macabra sonrisa de dibujaba en su rostro con los ojos abiertos de par en par. Luego, esa cosa se levantaba sin dejar de sonreír y se acercaba lentamente. En ese instante trataba de despertar con todas mis fuerzas, pero no lo lograba. Sentía luego como sus brazos fríos rodeaban mi cuerpo apretándome tan fuerte hasta el punto de dejarme sin aliento y respiración. Luego se disponía a susurrame una palabra incomprensible con un aliento gélido y un sonido gutural. Y cuando ya me encontraba al borde de sufrir un desmayo por la falta de oxígeno, lograba despertar.
Desde aquella noche, esa pesadilla se repetiría en constantes ocasiones impidiéndome descansar por las noches.
Siempre era el mismo sueño. Entraba a la habitación, mi doble estaba esperándome acostada en la cama, se sentaba mostrándome su horrible sonrisa para luego acercarse a mí para abrazarme y decir aquella frase inentendible.
Esta situación comenzó a afectarme. Aparecieron en mi vida ataques de pánico, trastornos a causa de los terrores nocturnos y demás complicaciones cardíacas. Una tarde fui a visitar a una amiga y al contarle mi problema me recomendó a una excelente psiquiatra que podría ayudarme con mi problema del sueño.
Fue entonces cuando un viernes por la mañana entré al consultorio de la doctora Amanda Antón. Era una persona mayor de unos 59 años de edad, tenía el cabello rubio y los ojos cafés, además poseía una voz dulce y calmada que me hacía mucha sentir confianza.
Inicie la conversación algo nerviosa, era la primera vez que iba a un psiquiatra y es natural no saber qué decir para empezar, así que inicie con mi nombre, edad y profesión.
--- Buenos días doctora Amanda, mi nombre es Dana Lamber tengo 23 años y soy diseñadora de modas.
--- Buenos días Dana, es un placer conocerte. ¿Qué te trae a esta consulta? --- La señora Amanda tomó consigo una libreta y una pluma, me miraba directo a los ojos, penetrando mi alma.
--- Desde hace dos meses aproximadamente estoy sufriendo de trastorno del sueño y de otras cosas como estrés, ansiedad y ataques de pánico.
--- ¿Y tienes alguna idea del origen de esos problemas?
--- No, soló es una pesadilla que constantemente se repite todas las noches.
--- ¿Serias tan amable de describírmela, para saber cómo puedo ayudarte? --- Procedí entonces a narrar aquella terrible pesadilla con cada detalle importante dentro de la misma. La doctora me miraba con atención y algunas veces escribía en su libreta.
Al finalizar mi relato la doctora guardo silencio por algunos minutos: --- ¿Eres hija única o tienes hermanos?
--- Soy hija única. --- Respondí inmediatamente. --- Antes de mudarme a este nuevo apartamento vivía con mis padres. Al principio fue difícil, la soledad y el comenzar una nueva vida es algo que nos afecta a todos.
--- ¿Cuánto tiempo llevas viviendo sola?
--- Desde hace un año y medio. --- Respondí dudosa.
--- ¿Tu madre no tuvo más hijos antes de ti? ¿Un niño o niña que haya perdido por algunas circunstancias antes de tu nacimiento?
--- No, como ya le mencione soy hija única.
--- Muy bien. --- La doctora hecho un breve vistazo a su agenda nuevamente y se dispuso a preguntarme otras cosas de mi vida personal, como mi estado sentimental a nivel familiar, laboral y de pareja.
Al finalizar el encuentro me agendó para una próxima cita para la tarde del día siguiente.
Todo mi día transcurrió de forma ordinaria. Fuí al trabajo luego de la consulta y llegué muy tarde por la noche a mi apartamento. Me encontraba muy cansada, mis parpados los sentía pesados por el sueño. A duras penas pude tomar una ducha antes de ir a dormir, sin embargo, no pasaron muchos minutos para volver a soñar con aquella horrible pesadilla.
Otra vez me encontraba deambulando por la casa hasta detenerme frente a la puerta de mi habitación, pero en esta ocasión, al entrar observé llena de terror que mi otra yo me estaba esperando de pie frente a la cama dándome la espalda, encontrándose completamente desnuda. Volví otra vez a quedar paralizada. Ella se giró lentamente. Su mirada era penetrante y diabólica. En un abrir y cerrar de ojos sus brazos fríos rodearon todo mi cuerpo. En ese instante entendí claramente y por primera vez en todos estos años la palabra que emanaba de sus fríos y agrietados labios: “Pronto”. Desperté inmediatamente junto al sonido del despertador.
Ese día realicé todas las actividades que usualmente hago los sábados como limpiar un poco el apartamento y ver películas, antes estaba acostumbrada a salir, correr y entrenar en el parque cerca de mi casa pero desde que comencé a sufrir este mal sueño, me despertaba cansada, con malestar muscular y dolor de cabeza, poco a poco deje de hacer muchas de estas actividades.
Aquella palabra no salía de mi cabeza, toda la mañana estuve pensando en aquel extraño encuentro. Me preguntaba una y otra vez qué significaba esa palabra.
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Editado: 15.10.2020