Cap. 36 Rebecca Crane
Mientras Crane permanecía en su casa, Rebecca en el hospital continuaba teniendo alucinaciones terribles. El jinete decapitado seguía atormentándola en sueños, las visiones eran complejas y duras de interpretar; sin embargo, ella conocía perfectamente el fundamento de tales pesadillas…conocía la naturaleza oscura de lo que en su mente se desarrollaba. Y lo que más le preocupaba era que no había forma precisa de explicárselo a Ichaobd…era necesario e indispensable que el condestable Crane estuviera al tanto de las visiones que había tenido, pero no sabía del todo a quién recurrir que fuera de confianza.
Ichabod junto al conde Vermont se quedaron a la expectativa. Crane temblaba como una hoja y Vermont también estaba algo asustado.
-¿Escuchó usted eso, condestable?- preguntó el conde.
- Sí…la…lamentablemente…sí- dijo tragando saliva.
- No se asuste, señor Crane…estoy seguro que alguien está manipulando al Jinete para que sea capaz de amedrentarnos…pero no lo va a conseguir…mientras tanto, hay que esconder estas evidencias…en cuanto podamos debemos empezar a revisar el caso. Usted indíqueme un lugar que considere conveniente para guardar estos documentos.
Lo hizo subir a una pequeña habitación y allí en un baúl viejo guardaron dichos documentos. Crane pensaba que tal vez no era el mejor lugar pero estarían más que seguras esas evidencias.
- Gracias, condestable- dijo Vermont- gracias en nombre de Martin, y en nombre de ella…
- No tiene nada que agradecer…al contrario…soy yo quien está agradecido con usted por ayudarme en esto…-dijo Crane.
En tanto Ichabod siguió conversando un rato con Vermont acerca de cómo había encontrado semejantes pruebas, contó a Vermont también que Katrina se quedó durmiendo en la misma recámara donde horas antes habían estado y la forma en que había salido de la habitación y lo que había escuchado decir a van Garret y al juez.
- Avancé lentamente por unas escaleras que estaba en la parte de abajo. Todo era oscuridad y el olor a humedad se impregnaba en mi nariz. Traté de acostumbrame a la ausencia de la luz y toqué una de las paredes. Estaba recubierta de brea. Cada vez que pisaba un escalón la madera crujía espantosamente y los chillidos de las ratas…helaban mi sangre…
El temperamento asustadizo del condestable era demasiado sensible a ese tipo de situaciones, provocando que con demasiado sigilo revisara los puntos del lugar para descubrir qué había debajo y luego subir a alguna parte de la casa.
Mientras tanto, el juez y van Garret terminaban aquella conversación.
- Llegaré hasta las últimas consecuencias…no dejaré que nadie trate de burlarse de mí, mucho menos Ichabod que fue capaz de matar al abogado Martin con tal de quedarse con las propiedades.
- Me retiro- dijo el juez- creo que no he venido en buen momento.
- Claro que sí, señor Juez- añadió van Garret- creo que no pudo venir en mejor ocasión. Usted es testigo que alguien está espiando en mi casa y eso es un delito…su usted gusta puede quedarse a la celebración, por mí no hay ningún inconveniente.
Pero el juez escuchó las risas lujuriosas de algunos de los asistentes. Por un momento sintió fastidio y algo de náuseas.
- No tengo tiempo hoy- añadió el juez- en otra ocasión vendré con más detenimiento.
En cuanto el juez salía van Garret llamó al joven Masfat insistentemente. Esperó unos breves segundos y luego escuchó su voz:
- Masfat…vigile un momento a la gente, voy a hacer algo importante…enseguida vuelvo…
Tras el relincho del caballo del Jinete el condestable Crane volvió a a alarmarse y dijo a Vermont.
- Tengo que volver a la casa de van Garret…tengo mucho miedo por Katrina y mi hijo.
- Vaya…en cuanto vuelva revisamos los documentos.
- Está bien, señor conde…está usted en su casa.
Masfat sabía perfectamente lo que van Garret tenía en mente hacer. Subió las escaleras que llevaban al cuarto de Katrina y tocó la puerta.