Cap. 39 Una casa…dos amores…
En cuanto estuvieron juntos, Ichabod y Katrina parecían dos recién casados…aunque realmente tenían poco tiempo de ser marido y mujer. Pero aquellas situaciones dolorosas que los habían tenido separados habían sido un parteaguas en su relación…ahora se sentían más enamorados que nunca y lo que menos deseaban era verse separados nuevamente.
Ichabod estrechó en sus brazos a Mandalay. El niño le sonrió abiertamente. Los ojos de Katrina reflejados en aquella carita le recordaron dos cosas: el hecho de sentirse feliz…y también la gran responsabilidad que tenía de acabar con todo aquel embrollo…por muy sobrenatural que pareciera.
El conde Vermont celebraba ampliamente aquel encuentro. Pero sabía que debían tener cuidado…Jelly estaba ahora en manos de Van Garret y Masfat tenía que controlarlo para evitar que algo le ocurriera a la mucama.
- Me siento responsable- dijo Ichabod a ambos- creo que hay que asegurar la protección del joven Masta…él es quien ha arriesgado más su vida en este noche…no podremos poner la cabeza en la almohada hasta que sepamos que el joven está totalmente fuera de riesgo.
- Conincido con usted, condestable…es necesario asegurarnos que el chico Masfat esté seguro de las acechanzas de ese hombre perverso.
Ichabod entonces consiguió que dos criados de su casa y de la del conde se trasladaran a cuidar de la seguridad de aquel mancebo y ellos estarían al pendiente de lo sucedido.
La viuda Martin bajó intempestiva al escuchar un carruaje detenerse frente a la casa. Al ver al conde Vermont frente a ella lo abrazó incesante y amorosa. Vermont le regaló varios besos y dijo suavemente.
- Aquí estoy…para cuidar de ti…conseguí que la señora Crane volviera a su hogar…y tú y yo estamos reunidos de nuevo.
Ichabod invitó:
- Si lo prefieren…puedo ofrecerles mi humilde casa para que se queden a descansar. Espero con ello no poner en riesgo a ninguno de los dos.
- No, condestable. Al contrario, agradezco su gentileza…no nos moveremos…yo me siento comprometido a cuidar también de su señora esposa y de su hijo…así que…usted disponga de la habitación que considere más acorde para la señora y para mí.
Katrina e Ichabod convinieron en que se quedaran en la habitación de su madre mientras ella no podía volver.
-Mañana mismo arreglaremos lo necesario para que la madre de usted esté de vuelta aquí- dijo Vermont.
- Lo sé…mañana lo discutiremos- dijo lanzando una mirada tierna y deseosa a Katrina- debemos todos descansar- dijo suspirando.
Al poco rato Ichabod dormía entre sus brazos a Mandalay. Aquella escena enterneció a Katrina quien se acercó y dio un beso a su hijo y luego a su marido. Éste devolvió el beso en la mejilla de Katrina y juntos colocaron a su bebé en la cuna.
Al instante los ojos de ichabod centellearon sobre los de ella…su amada…y tomándola de la mano acarició su blonda cabellera y sus labios saborearon los de su esposa…Katrina estrechó a su esposo entre sus brazos y el amor volvió a nacer en aquella cama que ya los esperaba.
Ichabod necesitaba sentir a Katrina más suya que nunca…la forma tierna de tenerla hizo de aquel instante y lugar un día en el paraíso. La cadencia de los movimientos de Ichabod en el cuerpo de su esposa era lo más hermoso que alguien hubiera podido plasmar en una pintura. Pero no había necesidad de ello…sólo ellos eran testigos de tanto amor.
Jadeantes y cubiertos con una sábana…sus cuerpos se estrecharon amorosos y se quedaron dormidos uno sobre el otro con una suave te amo por cubierta.
En la habitación contigua el conde Vermont también daba rienda suelta al amor que la viuda Martin despertaba en él…la adoraba…era ya todo para él, y por ella estaba dispuesto a luchar hasta los más encumbrados límites. Respetaba y veneraba la memoria de su amigo y por ello, quería brindarle a la viuda todo el amor que podía, por él y por el difunto.
La viuda se entregó intensa en aquellos fuertes brazos, elegantes y monumentales. El conde, de cuerpo fornido la estrechó y ella se perdió entre su cuerpo y sus tiernas caricias.
Cuando el límite de la pasión los envolvió a los dos, sus cuerpos destilaron esa esencia intensa hasta quedarse dormidos juntos hasta el amanecer.
Muy temprano, Masfat ensilló el caballo de van Garret. Irían a hacer una visita al juez. El momento más difícil para todos se avecinaba.
En aquel hospital psiquiátrico, la madre de Ichabod había podido utilizar un cuadernillo para escribir un par de conjuros. Consiguió de una enfermera la salida..ésta se la concedió por un par de horas y ella se dedicó a buscar a aquel a quien había hecho aquella horrenda promesa. Pero ahora podía ser diferente. La vida de su hijo y su familia podían verse libres totalmente con sólo su pequeña contribución.