La Pianista Del Diablo

Lullaby

Las ideas de Charlotte la hacían ver tan deslumbrante a los ojos de Ileana que esta no pudo evitar sentir un atisbo de simpatía hacia la mujer de rojo. A pesar del inconsciente miedo del que había sido presa, sintió en Charlotte una amabilidad de la que se extrañó, pero que a la vez gustó. Después de todo, la niña anhelaba el calor del afecto.

- Niña, eres hermosa. – confesó Charlotte con bastante ánimo acercándose sin aviso al rostro de Ileana. La pequeña actuando por reflejo, se alejó de la mujer arrinconándose como un animal asustado al respaldo de la cama mientras sus expresiones al moverse reflejaban el dolor de su cuerpo. – Lo siento, no quise asustarte.

Rápidamente Charlotte se retiró, pero sin dejar su puesto en la cama. Observándola con precaución, maquinaba en su cabeza alguna forma de poder entrar en confianza con la niña pues, la poca que había obtenido en un inicio, se esfumó por completo. Además, sentía una creciente necesidad de cuidarla al verla de aquella forma tan perturbadora. Ciertamente Charlotte no era una persona de completa confianza, y tenía grandes planes para Ileana en el futuro, planes que no podrían ser otros que vender su cuerpo y ganar montones de dinero, pero tampoco existía crueldad dentro de su corazón. El amor, la amistad, el cariño y el cuidado eran hechos que a la mujer de rojo no desagradaban, sino que los llevaba a la practica cada vez que la ocasión se lo permitía.

Ileana por su parte, se había hecho un ovillo con sus brazos rodeando sus piernas y su cabeza escondida entre ellas. Temblaba por el miedo repentino que se despertó al acercamiento de la mujer frente a ella, y sollozaba por el dolor de las heridas en su cuerpo. Su rostro que aún era capaz de mostrar esa belleza reprimida no había sufrido el mismo daño que todo el resto de su cuerpo, en especial su espalda. Las mujeres que atendieron sus heridas junto a Charlotte en la madrugada trabajaron arduamente para lograr parar el sangrado que amenazaba con dejar a la pequeña sin una gota de ese líquido rojo dentro de su organismo. Pero, aun así, Ileana tomaba plena conciencia de su alrededor. Lo único que habitaba dentro de su mente era miedo, terror, dolor, el recuerdo de aquel hombre golpeándola hasta ya no poder más y los gritos de su madre mezclándose con los suyos propios en un torbellino de recuerdos.

Ya era tanto por lo que había pasado la muchacha de siete años en tan solo unos meses, que no existía nada más en su cabeza que dolor y soledad. Haberse despertado en un cálido y cómodo lecho había sido tan solo un sueño para su pobre mente corrompida por el miedo; y hundirse constantemente en su miseria su única realidad.

- Lay down your head and I'll sing you a lullaby

  (Recuesta la cabeza y te cantaré una nana)

  Back to the years of loo-li lai-lay

  (De vuelta a la época de lu-li lai-lay)

  And I'll sing you to sleep and I'll sing you tomorrow

  (Y cantaré para que te duermas y te cantaré mañana)

  Bless you with love for the road that you go

  (Te bendeciré con amor para el camino que sigas)

Charlotte cantaba tierna y tranquila manteniendo sus ojos cerrados, recordando la última vez que oyó esa canción en la voz de su madre. Había pasado tanto tiempo que se sorprendía a ella misma el poder recordarla letra por letra en su idioma natal. En su mente, junto con cada verso pronunciado, revivía su niñez en Irlanda. Un campo verde con animales al cuidado de su padre y flores de múltiples colores plantadas por su madre, eran el cuadro que se veía día a día. Y en donde ella solía correr alegremente hasta caer rendida del cansancio sobre el verde pasto que crecía largo y salvaje.

La nana que su madre siempre le cantaba en sus noches de pesadillas y lograba alejar todo el temor que se ocultaba entre las humildes paredes de madera de su hogar, ahora llenaba la estancia de una armonía poco común en un lugar tan ajetreado como era aquel burdel.

A penas la hermosa voz de la mujer llegó a los oídos de Ileana, hizo dentro de la pequeña una fogata que le entregaba el calor que hace mucho no sentía. Sin poder evitarlo, reaccionó al bello cantó levantando su cabeza de entre sus piernas y admirando como los labios rojos de Charlotte se movían al pronunciar cada letra de una desconocida lengua, pero tan sensitiva que parecía entender su significado.

Ileana lograba traducir la letra no con conocimiento, sino con el corazón, sintiendo lo que la joven mujer transmitía como sombras ocultas detrás de cada palabra de su evocación. Paz, eso era, calma, no como la lluvia cayendo del cielo tan violentamente sobre los charcos sucios de la calle, sino como el agua quieta de un lago en mitad de la noche rodeado por suaves velas de luz blanquecina en lo alto del negro cielo, y una luna tan brillante como el foco alumbrando a quien quiere admirar.

La voz de la mujer de rojo no solo llegó a Ileana, también llegó a los oídos de las demás muchachas que se preparaban para la noche, y guiadas como por una estela de brillantes notas, en silencio subieron escaleras, cruzaron umbrales de puertas, dejaron de lado sus actividades y caminaron lentamente a la habitación que era ocupada por una niña herida que parecía estar viendo magia y una dama vestida de rojo que se la revelaba. Se amontonaron en la puerta sin ser capaces de entrar y provocar alguna interrupción en la interpretación de su compañera, quién poco a poco abría sus ojos mostrándole a Ileana unas profundas esferas azules, vidriosas y brillantes, llamándola.



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En el texto hay: escenas explicitas de violencia.

Editado: 05.12.2020

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