Al final del día, las opiniones son diversas a lo largo de todo el mundo. Especialmente si al OAP se refiere.
Una gran parte los ve como Héroes, los Humanos que salvaron al mundo de su inminente aniquilación.
Mientras que, una pequeña parte de la población, cree que son personas malignas, que sólo buscan aprovecharse de su inmenso poder sobre otros para provocar guerras donde ellos salgan beneficiados.
No importa por donde lo vea, para mi familia, el OAP está lleno de maldad. Mientras que, para mí, está lleno de Héroes.
Y, simplemente, algo como la tolerancia de la opinión ajena no existe.
Llevo noches caminando sin rumbo, a través de la lluvia, y envuelta por el frío del invierno en este lado del mundo.
Fui desheredada. Me echaron del lugar al que alguna vez llamé hogar, y ahora nada tenía sentido. Tenía pensado seguir caminando hasta que mi cuerpo y mente no quisiesen más, y terminara pudriéndome bajo algún puente.
O al menos, eso creí que ocurriría.
En aquel momento, mis ojos ya no daban más de sí mismos. Estaba al borde de colapsar, hasta que, en alguna parte de las recónditas calles, pude oír los gritos desesperados de un hombre, envuelto en golpes y peticiones de silencio.
Aún no entiendo por qué, simplemente me acerqué por instinto.
Y pude verlo.
A un hombre, un joven adulto, no debería tener más de 25 años, en posición fetal, siendo brutalmente pateado por los soldados de Seguridad Externa del OAP, con su uniforme militar azulado.
Los soldados le exigían que se detuviera.
Pero el hombre hacía caso omiso.
El hombre estaba siendo bañado en un charco de su propia sangre. Si ellos hubiesen insistido un poco más, probablemente él hubiese muerto.
Pero sus brazos ya no resistieron más, y soltó algo que, al parecer, había estado protegiendo.
Era un animal, un pequeño hámster.
Los soldados se llevaron al animal, mientras que dejaban al hombre tirado en el suelo.
Pude ver, en aquel breve instante, que quizás mi familia tenía razón. El OAP, al final, estaba lleno de gente que no tenía ninguna piedad a cambio de conseguir un objetivo.
Algo dentro de mí se preguntaba: "¿Ese animal era una Plaga...? Sí, sin duda alguna lo era... pero... ¿por qué ese hombre lo protegió? ¿Qué sentido tenía si sabía que se lo llevarían de todas formas...?".
Me acerqué al cuerpo casi inconsciente del hombre herido.
"No, no era eso... Resistió los golpes para evitar que el animal los recibiera...".
Lo ayudé a levantarse, le pregunté dónde vivía y lo llevé. Una persona que tenía una bondad como la suya no podía morir allí, en el frío de la noche.
Él necesitaba que alguien lo cuidara y yo necesitaba un lugar donde vivir. En un principio, todo fue una cuestión de beneficio.
Ya han pasado dos años desde entonces, sólo fue cuestión de tiempo para convertirme en una empleada de su trabajo: Era dueño de una tienda de mascotas.
A pesar de que era mi Jefe, siempre lo vi más como a un amigo, o... incluso más.
Es alguien realmente admirable.
No hace su trabajo sólo por ser una tradición familiar, hay algo en él que me hace notar que adora a los animales, que hay un intenso amor hacia la vida.
Sin embargo, nunca pude hacerme a la idea de lo triste que podía ser trabajar en un lugar.
No era uno, no eran dos, eran decenas al mes. Decenas de animales que, por una razón u otra, desarrollaban el Gen Plaga y que, tarde o temprano, eran descubiertos y llevados por el OAP.
Debido a ello, más de una vez el Jefe me dió la oportunidad de irme, me ofrecía mucho dinero para que lo hiciera, cada vez era un poco más, y que incluso un amigo suyo podía recibirme en su empresa.
Pero no podía hacerlo. Digo, no quería hacerlo.
Simplemente, el hecho de tenerlo a mi lado, ver el brillo en sus ojos cada vez que habla sobre los animales y la vida que nos rodea, e incluso su generosa ayuda hacia alguien como yo, no podía evitar sentir cosas por él.
Y simplemente el día llegó.
Un 20 de Febrero que, aunque hace años el Día de la Justicia dejó de celebrarse, por alguna razón, sentía que ese era el día donde debía decírselo.
Desperté por la mañana en el pequeño apartamento que compartíamos. Él no estaba en ninguna parte.
Pensé que simplemente había sido otro de esos días donde decidía abrir la tienda temprano. «Nunca sabes cuándo una mascota está a punto de conocer a su dueño» decía. Así que me preparé para trabajar, y para decirle lo que sentía.
Estoy a punto de llegar. Estoy a la vuelta de la esquina. "Nunca había tenido a mi corazón latiendo tan rápido... ¡Vamos, tú puedes hacerlo...!". Animarme a mí misma era lo mejor que podía hacer.
Doy la vuelta a la esquina
No está. La tienda, no está. Hay un montón de escombros. Cada mínimo rastro de la tienda había desaparecido.
No queda ni un sólo animal, o al menos, no uno con vida.
"¿¡Dónde...!? ¿¡Dónde está...!? ¿¡Qué pasó!?".
Intenté buscar entre los escombros y los cadáveres de las mascotas que alguna vez creímos tendrían una hermosa vida con una familia que los amara.
Pero no está.
Sin embargo, lo que sí encontré, fueron uniformes del OAP. Uniformes azulados.
Tenían sangre, parecían haber sido usados hasta hace poco.
Me pesa el cuerpo. Siento que mi corazón está a punto de detenerse.
- Lo lamento. - Era su voz. Podía oirla, en alguna parte. Estaba cerca. Estaba vivo. - Después de todo, a diferencia de los animales, los Humanos no valemos la pena. Lo intenté, cientos de veces, y aún así fallé. Espero que puedas perdonarme. -
Resuenan las sirenas a lo largo de la ciudad. Una alerta roja, la aparición de una nueva Plaga.
No sé qué sentir, ni sé qué pensar, pero no puedo dejar de llorar.
¿Por qué el mundo tenía que ser tan injusto? ¿Por qué le tenía que ocurrir a él? ¿Por qué las mejores personas son las que más tenían que sufrir?
¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
"¿Quiénes eran realmente los Héroes?". Me pregunté. "¿Era un Héroe aquel que amó con todo su corazón, pero terminó matando? ¿O eran Héroes aquellos que a pesar de su violencia, no mataban a nadie y protegían al inocente?".