CAPÍTULO 14: La Mente Brillante

La sala de juntas del piso treinta y dos era un estudio en minimalismo corporativo: una mesa de cristal templado que reflejaba las luces LED empotradas en el techo, sillas ergonómicas de diseño escandinavo, y ventanales que ofrecían una vista panorámica de la ciudad extendiéndose hacia el horizonte. Arturo ocupaba una silla al final de la mesa, deliberadamente apartado del círculo de poder donde se sentaban los directores divisionales de GRUPO GÓMEZ.

Era su quinta reunión ejecutiva en una semana, pero la primera verdaderamente importante. Las anteriores habían sido orientaciones, presentaciones de cortesía, el típico teatro corporativo donde todos sonreían y asentían sin decir nada sustancial. Esta era diferente. El orden del día indicaba: "Revisión de Estrategia Q4 - Expansión Sector Tecnológico". Había números reales en juego, decisiones que afectarían millones de dólares y cientos de empleos.

Adelina llegó exactamente a las 9:00 AM, ni un minuto antes ni después. Llevaba un traje sastre gris carbón, el cabello recogido en su moño perfecto habitual, y esa expresión de concentración absoluta que Arturo ya había aprendido a reconocer. No saludó con efusividad ni perdió tiempo en pequeñas charlas. Simplemente se sentó a la cabecera de la mesa, abrió su tablet, y dijo:

—Buenos días. Comencemos. Señor Gutiérrez, presente el análisis.

ROBERTO GUTIÉRREZ, Director de Inversiones, era un hombre de cincuenta y tantos años con el porte arrogante de quien había ocupado posiciones de poder durante décadas. Se levantó con la confianza de alguien acostumbrado a impresionar juntas directivas. La pantalla gigante detrás de él cobró vida con una presentación elaborada: gráficos en 3D, proyecciones multicolores, cifras que saltaban en animaciones diseñadas para deslumbrar.

—Señora Gómez, colegas. Como pueden ver en la diapositiva tres, nuestra propuesta para el cuarto trimestre es agresiva pero sólida. Proponemos una inversión de ochenta y cinco millones de dólares en la adquisición de TechVision Solutions, una startup de inteligencia artificial con proyecciones de crecimiento del cuatrocientos por ciento en los próximos dos años.

Arturo observó la presentación con ojo crítico. Reconoció inmediatamente el tipo de análisis: impresionante en superficie, probablemente hueco en fundamentos. Era el tipo de propuesta que él mismo había aprobado docenas de veces en su vida anterior como Arturo De la Vega, más por aburrimiento que por convicción. Las cifras bailaban bonito, pero ¿eran reales?

Gutiérrez continuó durante quince minutos, desplegando diapositiva tras diapositiva de proyecciones optimistas, comparaciones de mercado cuidadosamente seleccionadas, y testimonios de "expertos de la industria" cuyas credenciales nunca especificaba completamente.

Adelina no tomó notas. No interrumpió. Simplemente observó con esa quietud absoluta que Arturo estaba aprendiendo a interpretar: no era pasividad, era un depredador evaluando a su presa.

Cuando Gutiérrez terminó con un floreo—"En conclusión, esta adquisición posiciona a GRUPO GÓMEZ como líder indiscutible en el sector de IA empresarial"—y se sentó con una sonrisa satisfecha, el silencio que siguió fue denso.

Adelina dejó su tablet sobre la mesa. Sus dedos tamborilearon una vez, dos veces. Luego habló, su voz tranquila pero con un filo que hizo que varios ejecutivos se enderezaran involuntariamente en sus asientos.

—Señor Gutiérrez, tres preguntas.

No era una solicitud. Era una ejecución en proceso.

—Primero: menciona proyecciones de crecimiento del cuatrocientos por ciento. ¿Sobre qué base? Porque revisé los estados financieros de TechVision que usted adjuntó al reporte. Sus ingresos del último año fueron de dos punto tres millones, con pérdidas operativas de ocho punto seis millones. Para alcanzar el crecimiento que proyecta, necesitarían multiplicar sus ingresos por veinte en veinticuatro meses. ¿Qué evidencia histórica en el sector de IA empresarial respalda ese tipo de trayectoria para una compañía con su perfil de producto?

Gutiérrez parpadeó. Su sonrisa se congeló ligeramente.

—Bueno, señora Gómez, las proyecciones están basadas en el potencial de mercado y las tendencias—

—Potencial no es rendimiento —interrumpió Adelina con suavidad quirúrgica—. Segunda pregunta: su análisis comparativo incluye cinco compañías de IA que tuvieron crecimientos explosivos. Pero omitió mencionar que cuatro de esas cinco recibieron contratos gubernamentales masivos que representaron el sesenta por ciento de sus ingresos durante el período de crecimiento. ¿TechVision tiene contratos similares en negociación o garantizados?

El silencio de Gutiérrez fue respuesta suficiente.

Arturo observó fascinado. Había visto negociaciones corporativas antes, pero esto era diferente. Adelina no estaba atacando por ego o para demostrar superioridad. Cada pregunta era un bisturí que exponía exactamente la arteria defectuosa del argumento. No había malicia, solo precisión implacable.

—Tercera pregunta —continuó Adelina, hojeando algo en su tablet—. Su valoración de TechVision en ochenta y cinco millones se basa en un múltiplo de treinta y siete veces sus ingresos anuales. El estándar de la industria para startups de IA sin rentabilidad demostrada es entre quince y veinte veces. ¿Por qué deberíamos pagar casi el doble del valor de mercado razonable?

Gutiérrez abrió la boca. La cerró. Arturo casi sintió lástima por él.

—Las... las negociaciones preliminares sugirieron que el equipo fundador no aceptaría menos, y la competencia por adquirirlos es feroz—

—Entonces la respuesta honesta —dijo Adelina, y su tono no cambió, pero de alguna manera la temperatura de la sala bajó cinco grados— es que nos están pidiendo sobrepagar por una compañía sobrevalorada porque otros compradores también están dispuestos a cometer el mismo error. Eso no es estrategia, señor Gutiérrez. Es pánico de quedar fuera del mercado.