La pobreza del millonario [rom Com - Concurso]

CAPÍTULO 18: La Pretendiente Inesperada

El Congreso Internacional de Innovación Empresarial ocupaba tres pisos completos del Hotel Grand Continental durante cuatro días cada año, atrayendo a los líderes corporativos más influyentes de América Latina. Era exactamente el tipo de evento que Arturo habría encontrado tedioso en su vida anterior—paneles interminables, presentaciones predecibles, networking forzado—pero que ahora, como asistente de Adelina, encontraba fascinante por razones completamente equivocadas.

Principalmente porque le daba una ventana a cómo Adelina era percibida y cortejada por personas fuera de su círculo corporativo inmediato.

Resulta que muchas personas querían un pedazo de Adelina Gómez.

Era el segundo día del congreso, pasadas las tres de la tarde, y Arturo estaba sentado en la parte trasera de un salón mientras Adelina moderaba un panel sobre "Liderazgo Femenino en el Siglo XXI." Las otras cuatro panelistas eran CEOs o fundadoras exitosas, cada una impresionante a su manera, pero incluso entre ellas, Adelina brillaba diferente.

Tal vez era la forma en que articulaba ideas complejas con claridad cristalina. O cómo podía desafiar puntos de vista sin alienar a quien los expresaba. O simplemente la confianza tranquila que irradiaba—no arrogancia, sino la seguridad de alguien que conocía su valor y no necesitaba probarlo constantemente.

Arturo no era el único que lo notaba. Varios asistentes en la audiencia—mayormente hombres, pero no exclusivamente—observaban a Adelina con el tipo de interés que iba más allá de lo profesional. Él había aprendido a reconocer las señales: cuerpos inclinados hacia adelante, atención fija incluso cuando otras panelistas hablaban, la forma en que algunos se quedaban después para "hacer preguntas" que eran claramente pretextos para interacción personal.

Pero una persona en particular captó su atención precisamente porque su forma de observar a Adelina era diferente de todos los demás.

MARIANA OSORIO estaba sentada tres filas adelante de Arturo, ligeramente a la izquierda. Cuarenta años aproximadamente, cabello corto en corte pixie estilizado, traje sastre verde oscuro que de alguna manera lograba ser profesional y audazmente fashionable simultáneamente. Llevaba aretes de plata llamativos y varios anillos que brillaban cuando gesticulaba—lo cual hacía frecuentemente, tomando notas vigorosas en su tablet.

Pero no estaba tomando notas sobre el contenido del panel. Arturo podía verlo desde su ángulo. Estaba dibujando. Pequeños bocetos en los márgenes de su documento digital: perfiles abstractos que claramente capturaban la esencia de Adelina mientras hablaba.

Y la forma en que miraba a Adelina...

Arturo reconoció esa mirada porque la había visto en su propio espejo recientemente. Admiración mezclada con deseo, respeto teñido con atracción, la expresión de alguien completamente cautivado.

Cuando el panel terminó y la audiencia comenzó a dispersarse, Mariana no se unió a la multitud de personas tratando de acercarse al estrado. En cambio, esperó pacientemente en su asiento, organizando sus materiales sin prisa, claramente calculando el momento perfecto para acercarse cuando la turba inicial se adelgazara.

Arturo la observó con fascinación antropológica. Aquí había alguien que sabía exactamente qué quería y tenía estrategia para conseguirlo. Respetable, en cierto sentido. También ligeramente aterrador.

Quince minutos después, cuando solo quedaban unas pocas personas alrededor del estrado, Mariana finalmente se acercó. Arturo, cumpliendo su papel de asistente perpetuamente cercano pero no intrusivo, estaba lo suficientemente cerca para escuchar.

—Señora Gómez, su punto sobre estructuras de poder auto-perpetuantes fue brillante. —La voz de Mariana era rica, confiada, con acento que sugería años vividos entre varios países—. Particularmente cómo articuló que desmantelarlas requiere no solo cambiar políticas sino reimaginar completo paradigma de liderazgo.

Adelina se volvió hacia ella con sonrisa profesional que se calentó genuinamente cuando realmente vio a Mariana.

—Gracias. Aunque admito, es más fácil hablar sobre reimaginar paradigmas que implementarlos cuando toda estructura corporativa resiste cambio.

—Oh, absolutamente. —Mariana rió—una risa genuina, no el tipo calculado que Arturo había escuchado de Sebastián Mora—. En mi consultoría, paso la mitad de mi tiempo convenciendo a ejecutivos que diversidad no es solo checklist de cumplimiento sino ventaja estratégica real. Es como empujar roca montaña arriba.

—¿Consultoría? —preguntó Adelina con interés.

—Mariana Osorio, Osorio Strategic Partners. —Extendió su mano, y Adelina la tomó—. Nos especializamos en transformación organizacional con enfoque en inclusión y equidad. Básicamente, ayudamos a compañías a no ser terribles con sus empleados mientras también mejoramos su rentabilidad. Sorprendentemente, las dos cosas no son mutuamente excluyentes.

Adelina rió—y Arturo notó inmediatamente que sonaba diferente de sus risas corporativas usuales. Más libre. Más real.

—Debería darle mi tarjeta a GRUPO GÓMEZ —bromeó Adelina—. Siempre hay espacio para mejorar.

—Oh, he investigado GRUPO GÓMEZ exhaustivamente. —El tono de Mariana era juguetón pero con sustancia detrás—. Es uno de los pocos conglomerados grandes que realmente camina su talk sobre responsabilidad social. Impresionante, considerando cuán fácil es hacer declaraciones vacías.

—¿Investigó exhaustivamente?

—Bueno, cuando voy a abordar a alguien que admiro profesionalmente, me gusta estar preparada. —Mariana sonrió de forma que dejaba absolutamente claro que su admiración no era puramente profesional—. Y usted, Adelina Gómez, ha estado en mi radar durante tiempo considerable.

El cambio en atmósfera fue sutil pero inconfundible. Esto ya no era networking empresarial estándar. Esto era cortejo, ejecutado con más sofisticación y honestidad que cualquier intento que Arturo había presenciado.



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En el texto hay: humor, romance, amor

Editado: 26.11.2025

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