La pobreza del millonario [rom Com - Concurso]

CAPÍTULO 21: Señales de Colapso

El primer síntoma fue llegar tarde.

Arturo había sido puntual durante nueve meses completos. Religiosamente. Obsesivamente. Llegaba quince minutos antes a cada reunión, tenía café preparado cuando Adelina entraba a la oficina, respondía emails en minutos. Había cultivado reputación de asistente en quien se podía confiar absolutamente, sin excepciones.

Hasta que dejó de serlo.

La primera vez fue accidental—o así se dijo a sí mismo. Alarma no sonó. Quedó dormido después de noche donde solo durmió tres horas, perseguido por sueños donde Adelina descubría la verdad en formas cada vez más creativas y devastadoras.

Llegó veinte minutos tarde a reunión de estrategia de las 8 AM. Entró a sala de conferencias donde Adelina ya estaba presentando análisis trimestral a directores divisionales, su ausencia claramente notada por silla vacía junto a ella donde siempre se sentaba.

—Disculpen el retraso —murmuró, deslizándose en su asiento, consciente de todas las miradas evaluándolo.

Adelina pausó mid-sentence, lo miró con expresión que mezclaba sorpresa y... ¿era preocupación?

—¿Está bien, Arturo?

—Sí. Problema con alarma. No volverá a pasar.

Excepto que sí pasó.

Tres días después, llegó quince minutos tarde a videoconferencia con inversionistas asiáticos. Adelina tuvo que empezar sin él, sin el reporte de mercado que se suponía había preparado y que seguía en su laptop en casa porque olvidó transferirlo la noche anterior.

Una semana después, no apareció completamente a reunión con equipo legal sobre adquisición en México. Adelina lo llamó mientras estaba sentado en su apartamento, mirando pared, habiendo olvidado completamente que tenía obligación.

—Arturo, ¿dónde está? La reunión comenzó hace veinte minutos.

Miró reloj. 10:20 AM. La reunión era a las 10.

—Mierda. Lo siento. Estoy... —¿Qué podía decir? ¿Que estaba tan consumido por culpa y auto-odio que conceptos básicos como "tiempo" y "responsabilidad" se estaban deslizando a través de dedos como arena?— Tuve emergencia personal. Estaré ahí en treinta minutos.

—¿Emergencia? ¿Necesita ayuda?

La preocupación genuina en su voz era peor que si hubiera estado enojada.

—No. Solo... asunto que necesitaba atención. Ya está resuelto.

Mentira número mil cuatrocientos cincuenta y dos. Aproximadamente. Había perdido cuenta.

El segundo síntoma fueron errores.

Arturo De la Vega nunca cometía errores en trabajo. Su educación de élite, años de experiencia corporativa real, y necesidad obsesiva de probar valor más allá de apellido habían hecho que fuera meticuloso hasta punto de compulsión.

Arturo Vega, aparentemente, no tenía mismos estándares.

Primero fue error de cálculo en proyección financiera. Pequeño—error decimal que cambió millones a miles en proyección de ingresos. Adelina lo notó durante revisión y corrigió antes de presentar a junta, pero le dio mirada que decía claramente: Esto no es como tú.

Luego fue email enviado a destinatarios equivocados. Análisis confidencial sobre posible adquisición enviado a lista general de distribución en lugar de solo equipo ejecutivo senior. El departamento de TI tuvo que hacer "recall" de emergencia del mensaje, pero tres personas ya lo habían abierto. Brecha de seguridad menor, pero inaceptable.

Después fue presentación para posibles socios europeos. Arturo había preparado slides, pero había confundido datos de dos mercados diferentes—Italia y España mezclados en amalgama sin sentido. Adelina tuvo que improvisar durante presentación mientras él se sentaba ahí, consciente de su falla, incapaz de arreglarlo en tiempo real.

Cada error era síntoma de mente fragmentándose bajo peso de deception sostenida. Como jugar ajedrez donde cada movimiento requiere recordar cincuenta mentiras previas y asegurarse de que nueva movida no contradice ninguna. Eventualmente, inevitablemente, sistema colapsa.

El tercer síntoma fue distracción.

Durante reuniones importantes, Adelina hablaba y Arturo escuchaba... pero no procesaba. Palabras lavaban sobre él como olas, significado evadiéndolo. Su mente estaba en otro lugar—reproduciendo conversación que necesitaba tener, ensayando confesión que no podía dar, imaginando explosión que venía inevitablemente.

—¿Arturo? —Adelina lo sacudía de ensueño—. ¿Su opinión sobre la propuesta?

Parpadeaba, dándose cuenta con horror de que no tenía idea de qué propuesta estaban discutiendo. Había estado en la sala físicamente por cuarenta minutos pero mentalmente ausente completamente.

—Disculpe, ¿podría repetir los puntos clave?

La paciencia de Adelina estaba desgastándose visiblemente. En su rostro: frustración siendo activamente suprimida, reemplazada por preocupación que de alguna forma era peor.

Esto pasó una vez. Dos veces. Cinco veces en dos semanas.

Otros ejecutivos comenzaron a notar. Durante reunión con equipo de marketing, PATRICIA NÚÑEZ—la misma mujer que había chismorreado sobre él en congreso—susurró a su colega, no tan discretamente como pensaba: "¿Qué le pasa al asistente de Gómez últimamente? Parece zombie."

Arturo escuchó. No reaccionó. Porque tenía razón.

Dos semanas después del ultimátum familiar—dos semanas de colapso gradual que aceleraba diariamente—Adelina finalmente lo confrontó.

Era viernes por la tarde. Mayoría del personal ya se había ido. Adelina llamó a Arturo a su oficina, cerró puerta detrás de él, gesticuló hacia silla frente a su escritorio.

No era invitación. Era orden.

—Siéntese, por favor.

Arturo se sentó, sintiendo como estudiante llamado a oficina del director.

Adelina no se sentó detrás de su escritorio manteniendo distancia de poder. En cambio, se sentó en silla junto a la suya, volteándola para enfrentarlo directamente. Lenguaje corporal era deliberado: Esta no es conversación jefa-empleado. Es conversación persona-persona.



#605 en Novela romántica
#152 en Otros
#90 en Humor

En el texto hay: humor, romance, amor

Editado: 26.11.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.