La pobreza del millonario [rom Com - Concurso]

CAPÍTULO 22: El Visitante Inesperado

El toque en la puerta llegó a las 9:47 PM del domingo, justo cuando Arturo había decidido que la solución más razonable a su crisis existencial era beber lo que quedaba del whisky y dormir hasta el martes.

Tres toques. Firmes pero no agresivos. El tipo de toque que sugería que la persona al otro lado esperaría todo el tiempo necesario.

Arturo consideró ignorarlo. Probablemente era Ricardo viniendo a darle otro sermón sobre responsabilidad y consecuencias. O peor, alguien de su familia verificando que no había hecho algo dramático y estúpido.

Pero los toques se repitieron. Misma cadencia. Misma firmeza paciente.

Con suspiro de derrota, Arturo se levantó del sofá donde había estado acostado durante las últimas dos horas, caminó hacia la puerta, miró por la mirilla.

Y se congeló completamente.

MARCO SANDOVAL estaba parado en el pasillo, vestido en su usual combinación de jeans gastados y chamarra de mezclilla, bastón blanco apoyado contra su pierna, rostro girado ligeramente hacia la puerta como si pudiera sentir a Arturo observándolo desde el otro lado.

¿Cómo...?

¿Cómo había encontrado esta dirección? ¿Por qué estaba aquí? ¿Cuánto sabía?

Arturo abrió la puerta con manos que temblaban ligeramente—de alcohol, de agotamiento, de algo parecido a esperanza desesperada.

—Marco. ¿Qué... cómo...?

—¿Vas a dejarme pasar o vamos a tener esta conversación en el pasillo donde tus vecinos puedan escuchar? —La voz de Marco era la misma de siempre: áspera, directa, sin espacio para tonterías.

Arturo se hizo a un lado automáticamente.

—Por favor, pasa.

Marco entró con la confianza de alguien que había navegado espacios desconocidos toda su vida adulta. Su bastón tocaba suavemente el piso, mapeando el espacio, pero sus movimientos eran eficientes. Se detuvo en medio de la pequeña sala, giró su cabeza como evaluando el espacio a través de otros sentidos.

—Apartamento más lindo que el cuarto de mierda donde te conocí. —No era pregunta—. ¿Cuánto pagas? ¿Mil doscientos? ¿Mil quinientos?

—Mil trescientos cincuenta.

—Hmm. Y puedes permitírtelo con salario de asistente ejecutivo. Impresionante movilidad ascendente. —El sarcasmo era sutil pero inconfundible—. ¿Dónde puedo sentarme sin tropezar con tu crisis existencial?

A pesar de todo, Arturo casi sonrió.

—El sofá está directamente a tu izquierda. Tres pasos.

Marco navegó exactamente ahí, se sentó con suspiro de alguien cuyas rodillas protestaban más de lo que solían. Dejó su bastón apoyado contra el brazo del sofá.

Arturo cerró la puerta, se quedó parado incómodamente en medio de su propia sala.

—¿Cómo me encontraste?

—Sofía es persistente cuando se preocupa por alguien. Y ella se preocupa por ti, aunque Dios sabe por qué. —Marco sacó paquete de cigarrillos de su bolsillo—. ¿Puedo fumar aquí o eres de esos que se quejan de daño pulmonar?

—Adelante.

Marco encendió cigarrillo con movimientos practicados, inhaló profundamente, exhaló hacia el techo.

—Sofía me pidió que te encontrara. Dijo que desapareciste hace meses sin explicación real. Que prometiste no olvidar 'de dónde vienes' pero claramente lo hiciste. Que sus hijos preguntan por ti. —Otra inhalada—. Entonces investigué un poco. No fue difícil. Dejaste rastro.

—¿Qué tipo de rastro?

—El tipo que deja alguien que no realmente está tratando de desaparecer. Nombre parcialmente falso en solicitud de empleo en GRUPO GÓMEZ. Nuevo apartamento alquilado bajo 'Arturo Vega' pero con verificación de crédito que conecta a cuentas bajo 'De la Vega.' Sloppy, muchacho. Para alguien que supuestamente orquestó farsa elaborada, fuiste descuidado con los detalles al final.

Arturo se hundió en la silla frente al sofá, sintiendo como si el piso se hubiera movido debajo de él.

—¿Cuánto sabes?

—¿Cuánto quiero que sepa? —Marco tomó otra inhalada, ceniza cayendo en cenicero improvisado que Arturo había dejado en la mesa de café—. Sé que 'Arturo Vega el hombre que perdió todo' es probablemente ficción. Sé que conseguiste trabajo imposiblemente bueno imposiblemente rápido. Sé que Sofía mencionó que te veías 'diferente' la última vez que te vio—menos como alguien luchando y más como alguien actuando.

Hizo pausa, gesticuló con cigarrillo hacia Arturo.

—Pero lo que no sé es por qué. ¿Entonces por qué no me lo cuentas? ¿Ya terminaste de jugar al pobre, o esto es algo más complicado?

La pregunta colgó en el aire. Directa. Implacable. Exactamente como Marco.

Arturo podía mentir. Fabricar otra historia. Mantener las capas de engaño intactas.

O podía, por primera vez en diez meses, decirle a alguien la verdad completa sin coacción o ultimátum.

Exhaló temblorosamente.

—Es mucho más complicado.

—Tengo toda la noche. Y este cigarrillo. —Marco se acomodó más profundamente en el sofá—. Empieza desde el principio. Y muchacho, si me mientes ahora, después de todo, voy a saberlo. Entonces no te molestes.

Algo en la autoridad tranquila de Marco—la misma autoridad que había usado durante esas noches en el techo del edificio decrépito, enseñando a Arturo sobre resiliencia y dignidad—rompió la última resistencia.

Y Arturo habló.

Contó todo. Desde el principio.

La obsesión con la pregunta: ¿Me querrían sin dinero? El funeral de su madre cuando tenía quince—el único amor incondicional que había conocido. Las lecciones de su padre sobre cómo el dinero compra lealtad pero nunca amor verdadero. Los años creciendo rodeado de riqueza pero aislado emocionalmente.

Las relaciones superficiales con mujeres que lo adulaban por su cuenta bancaria. Valentina con su boda de tres millones planeada. Isabella con su honestidad brutal sobre transacciones. Lucía quien simplemente desapareció. Y Adriana—Adriana quien había parecido diferente hasta que no lo fue.

La decisión de orquestar farsa completa. Ricardo ayudando a crear documentos falsos. La familia participando con renuencia. La transmisión en vivo de su "expulsión" del imperio familiar.



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En el texto hay: humor, romance, amor

Editado: 26.11.2025

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