La pobreza del millonario [rom Com - Concurso]

CAPÍTULO 24: La Gala de la Venganza Abortada

El Gran Salón del Hotel Imperial había sido transformado en exactamente el tipo de espacio que Arturo había visualizado durante meses de planificación obsesiva: elegante pero no ostentoso, profesional pero con suficiente calor para no sentirse corporativo. Arreglos florales en tonos de blanco y verde—símbolo de nuevos comienzos. Iluminación diseñada para ser favorecedora pero no dramática. Mesa tras mesa de manteles color marfil, cada una con centro de mesa que costaba más que salario semanal de persona promedio.

La gala benéfica "Segundas Oportunidades: Apoyando Emprendedores Resilientes" había sido idea de Arturo desde el principio, aunque oficialmente estaba patrocinada por GRUPO GÓMEZ como parte de su compromiso con responsabilidad social corporativa. Adelina había aprobado el concepto inmediatamente cuando él lo propuso hace tres meses—antes de que todo empezara a desmoronarse, antes de que Marco apareciera en su puerta, antes de que decidiera finalmente confesarle la verdad.

El tema era perfecto: apoyar a emprendedores que habían perdido todo por traiciones corporativas, negligencia, o simple mala suerte, y lograron reconstruir. Resonaba con narrativa pública de Arturo como "hombre que cayó y se levantó," prestaba legitimidad a la causa, y—más importante para sus intenciones originales—proporcionaba plataforma perfecta para su venganza elaborada.

Porque originalmente, esta gala no era sobre ayudar emprendedores.

Era sobre destruir a cuatro mujeres que lo habían "traicionado."

Ahora, parado en el balcón privado que daba al salón principal, observando a trescientos invitados mezclándose abajo—ejecutivos corporativos, filántropos, emprendedores exitosos, prensa selecta—Arturo sentía náusea que no tenía nada que ver con altura.

Eran las 7:45 PM del lunes. En exactamente once horas y quince minutos, estaría sentado en la oficina de Adelina confesando que todo era mentira.

Pero primero, tenía que sobrevivir esta noche. Esta gala que había planeado meticulosamente con propósitos completamente diferentes hace tanto tiempo que el hombre que hizo esos planes se sentía como extraño.

—¿Arturo? ¿Estás escondido aquí arriba?

Se volvió para ver a Adelina subiendo las escaleras hacia el balcón privado, vestida en traje de noche azul profundo que de alguna forma lograba ser simultáneamente sofisticado y modesto. Su cabello estaba peinado en estilo bajo elegante, maquillaje más dramático que su usual de oficina pero todavía contenido. Lucía hermosa, cansada, y ligeramente exasperada—combinación que Arturo había llegado a reconocer como su modo predeterminado en eventos sociales.

—Solo necesitaba momento antes de que empiece oficialmente. —Arturo gesticuló hacia el salón abajo—. Verificar que todo esté en orden.

—Todo está perfecto. Como siempre. —Adelina se unió a él en el barandal, mirando hacia abajo—. Has hecho trabajo increíble organizando esto. Serio, Arturo. Logística, curación de invitados, incluso decoración—todo es impecable.

La ironía de su elogio era cuchillo retorciéndose. Había hecho trabajo increíble, sí. Pero no por razones que ella creía.

—Solo quería que reflejara bien en GRUPO GÓMEZ. Y en ti.

—Lo hace. Ya hemos tenido tres empresas preguntando sobre colaboraciones futuras. Y la prensa está comiendo narrativa sobre responsabilidad corporativa genuina. —Se volvió hacia él—. Este es exactamente el tipo de evento que queríamos hacer. Significativo, no solo superficial.

Arturo no pudo sostenerle la mirada.

—Me alegra que esté funcionando.

—¿Estás bien? Has estado... distante toda la semana. Bueno, más que distante. Casi evitándome. —Su voz se suavizó con preocupación—. Sé que te di el lunes libre para descansar, pero pareces más agotado ahora que antes.

—Es solo... estrés del evento. Queriendo que salga perfecto.

—Ya salió perfecto. Ahora solo necesitas disfrutarlo. —Adelina tocó su brazo suavemente—. Y recuerda, mañana por la mañana, hablaremos. Lo que sea que necesites decirme, lo enfrentaremos juntos. ¿Está bien?

Juntos. Como si esa fuera opción que sobreviviría su confesión.

—Está bien. Gracias.

—Ahora baja. Personas están preguntando por el organizador maestro. Y hay alguien que quiero presentarte. Inversionista potencial para tu... espera, ¿dijiste que estabas considerando proyectos futuros?

Arturo había mencionado casualmente, semanas atrás, interés vago en trabajo de impacto social. Adelina, siendo Adelina, había tomado eso y corrido con ello, ya haciendo conexiones que podrían ayudar.

Porque creía en él. En su potencial. En su integridad.

Todas basadas en mentira fundamental.

—Sí, mencioné eso. —Se forzó a sonreír—. Pero esta noche es sobre los emprendedores que estamos apoyando, no sobre mí.

—Siempre tan humilde. —Adelina sonrió, pero había algo en sus ojos—algo que podría haber sido preocupación o sospecha o simplemente cansancio—. Vamos. Showtime.

Descendieron juntos hacia el salón principal.

Las primeras dos horas fueron exactamente lo que Arturo había planificado meses atrás: networking calculado, presentaciones de emprendedores exitosos que contaban historias de resiliencia, comida cara servida por meseros discretos. Adelina dio discurso sobre importancia de responsabilidad corporativa que fue simultáneamente inspirador y pragmático—típico de ella.

Y durante todo esto, Arturo observaba.

Observaba a las cuatro mujeres que había invitado estratégicamente, cada una ajena a su presencia o al propósito original detrás de sus invitaciones.

VALENTINA CORTÉS estaba sentada en mesa cerca del frente, y la transformación era notable. Dos años atrás, había sido su prometida—modelo e influencer obsesionada con imagen, planificando boda de tres millones, viviendo para aparecer en revistas de sociedad.

Ahora estaba claramente embarazada—cinco o seis meses si tenía que adivinar—y el anillo en su dedo era diferente del que él le había dado. Más grande, más llamativo, pero de alguna forma menos elegante. Estaba sentada junto a hombre que Arturo reconoció de fotos de prensa: JORGE MENDOZA, empresario petrolero, cuarenta y tantos, divorciado dos veces, conocido por coleccionar esposas jóvenes como coleccionaba autos clásicos.



#605 en Novela romántica
#152 en Otros
#90 en Humor

En el texto hay: humor, romance, amor

Editado: 26.11.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.