La pobreza del millonario [rom Com - Concurso]

CAPÍTULO 41: El Email Inesperado

La tarde del martes había comenzado como cualquier otra. Arturo estaba en su oficina revisando solicitudes de financiamiento—una rutina que ahora realizaba con la misma dedicación que antes había reservado para analizar reportes corporativos. Lucía, su asistente, había dejado una pila de correspondencia física en su escritorio junto con un café que ya se había enfriado.

Abrió su bandeja de entrada, esperando lo usual: actualizaciones de beneficiarios, consultas de nuevos solicitantes, invitaciones a eventos que probablemente rechazaría, newsletters de organizaciones sin fines de lucro aliadas.

Pero entonces, entre el email #47 y el #49, estaba el #48.

De: agomez@grupogomez.com
Para: arturo@fundacionnuevocomienzo.org
Asunto: Posible Colaboración
Fecha: Martes, 15:42

El nombre del remitente hizo que el tiempo se detuviera.

Adelina Gómez.

El corazón de Arturo dio un salto violento contra su pecho. Su mano, que había estado moviéndose automáticamente con el mouse, se quedó paralizada sobre el trackpad. Por un momento, solo pudo mirar el nombre, preguntándose si estaba viendo cosas, si su mente estaba jugándole una broma cruel.

Parpadeó. El email seguía allí.

Dieciocho meses. Un año y medio desde aquella noche devastadora en su oficina cuando había confesado todo. Un año y medio de silencio absoluto entre ellos. Y ahora esto.

Con manos temblorosas, hizo clic en el email.

"Estimado Sr. De la Vega,

Espero que este mensaje lo encuentre bien.

He estado siguiendo el trabajo de Fundación Nuevo Comienzo durante los últimos meses. Los proyectos que han apoyado—particularmente La Panadería de Carmen en el Distrito Sur y el programa de segunda oportunidad de Javier Morales—representan exactamente el tipo de capitalismo consciente que GRUPO GÓMEZ ha estado tratando de implementar en nuestras propias iniciativas de responsabilidad social.

Me gustaría proponer una reunión para discutir una posible colaboración entre GRUPO GÓMEZ y su fundación. Sin compromisos de ninguna parte—solo una conversación exploratoria sobre cómo nuestros recursos y su experiencia en el terreno podrían crear mayor impacto juntos.

Si está interesado, mi asistente puede coordinar un horario que funcione para ambos. Cualquier día de la próxima semana estaría bien para mí.

Atentamente,
Adelina Gómez
CEO, GRUPO GÓMEZ"

Arturo leyó el email tres veces. Luego una cuarta. Buscando entre líneas algo—cualquier cosa—que indicara emoción personal. Pero no había nada. Era completamente profesional. Cortés pero distante. El tipo de email que ella probablemente enviaba docenas de veces al día a potenciales socios comerciales.

Solo que él no era simplemente un potencial socio comercial. Era el hombre que la había mentido fundamentalmente. El hombre que la había amado—o pensó que la amaba—y la había traicionado de la peor manera posible.

Y ahora ella estaba... ¿qué? ¿Ofreciendo colaboración profesional? ¿Extendiendo una rama de olivo? ¿Probándolo?

Arturo se levantó de su silla, caminó hacia la ventana, regresó a su escritorio, volvió a leer el email. Su mente era un torbellino de posibilidades, miedos, esperanzas que sabía que no debería tener.

"No adivine," escuchó la voz de la Dra. Torres en su cabeza, un eco de incontables sesiones. "No llene los espacios en blanco con sus fantasías o sus miedos. Responda a lo que realmente está frente a usted."

Pero ¿qué estaba realmente frente a él? ¿Una oferta de negocios? ¿Una oportunidad para reconectar? ¿Una prueba final?

Miró el reloj: 4:15 PM. La Dra. Torres normalmente no aceptaba sesiones de emergencia, pero esto... esto calificaba como emergencia, ¿verdad?

Tomó su teléfono y marcó.

—Consultorio de la Dra. Torres, habla María.

—Hola, María. Soy Arturo De la Vega. Sé que no tengo sesión programada hoy, pero... necesito hablar con la doctora. Es urgente.

—¿Está en peligro inmediato, señor De la Vega?

—No, no es eso. Es... complicado.

—Permítame verificar su disponibilidad. Un momento.

La música de espera—algo clásico que normalmente encontraba relajante—ahora solo incrementaba su ansiedad. Sus ojos seguían volviendo al email, releyendo cada palabra, buscando significados ocultos que probablemente no existían.

—¿Señor De la Vega? La doctora puede verlo en cuarenta y cinco minutos si puede llegar a esa hora.

—Estaré allí. Gracias, María.

El consultorio de la Dra. Torres era el mismo refugio familiar—paredes color tierra, plantas reales, los dos sillones enfrentados donde había derramado sus secretos más oscuros durante los últimos dieciocho meses.

La doctora lo recibió con su expresión profesional habitual, pero Arturo detectó una pizca de curiosidad. Raramente llamaba para sesiones de emergencia.

—Entonces —dijo ella una vez que se sentaron—, ¿qué pasó?

Arturo le mostró su teléfono con el email de Adelina. Ella lo leyó cuidadosamente, su rostro sin revelar nada.

—Interesante —dijo finalmente, devolviéndole el teléfono.

—¿Eso es todo? ¿"Interesante"?

—¿Qué quiere que diga, Arturo?

—¡No lo sé! ¿Qué significa esto? ¿Qué quiere ella? ¿Por qué ahora, después de dieciocho meses de silencio? ¿Es esto realmente sobre negocios o es... otra cosa?

La Dra. Torres se recostó en su silla, estudiándolo con esa mirada que indicaba que estaba a punto de hacer una observación que él no querría escuchar pero necesitaba.

—Arturo, ¿qué ve cuando lee ese email?

—Veo... —Hizo una pausa, forzándose a pensar—. Veo una propuesta de negocios profesional.

—Exacto. Entonces, ¿por qué está aquí en lugar de simplemente responder profesionalmente?

—Porque es Adelina. —Las palabras salieron con más emoción de la que pretendía—. Porque hace dieciocho meses ella me dijo que no podía considerar una relación conmigo, que mi amor era más sobre lo que ella representaba que sobre quién realmente era. Y ahora está... está contactándome. Y no sé qué hacer con eso.



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En el texto hay: humor, romance, amor

Editado: 26.11.2025

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