Antes de abrir los ojos, primero que sintió Mayra era el olor de antiséptico que le lleno la nariz y los. Abrió los ojos Después vio un techo blanco. Y por último la cara de Evelyn encima de ella.
— Eve, ¿dónde estoy? — preguntó Mayra tratando de mover labios secos. Miró alrededor.
Ella tenía unos cables pegados en el pecho y dos mangueritas de suero clavadas en el brazo.
Evelyn le puso la mano en la frente.
— Estas en el hospital, amiguita. Por buena suerte estas el hospital. Por la mala — en el mismo hospital de tus problemas.
— ¿Y quién me atiende?
Evelyn sonrió.
— No temas, es otro doctor.
— Quiero tomar agua — dijo Mayra y levantó la cabeza.
— Ahora te traigo.
Evelyn volvió con el vaso de agua en una mano y con un paquetito en otra.
Era el dije de la madre que se quedó en el hospital. La imagen tenía gravada una rosa en llamas.
Mayra ya lo daba por perdido. Por suerte Evelyn lo encontró entre las cosas la madre de Mayra que quedaron guardadas.
Mayra apretó el dije con la mano. El filo le raspo la piel. Una gota de sangre salió del costado del puño. Y una gota de lágrima salió del costado del ojo.
— ¿Sabes Eve? No aguanto más. — susurró Mayra.
— ¿Pero qué te pasó?
Mayra le contó todo. Evelyn estaba escuchando con ojos abiertos de asombró. Cada dos minutos acomodando el flequillo verde.
Al terminar la historia Evelyn también estaba llorando. La tomó de la mano a Mayra.
— ¿Sabes que, amiga? No estas para esto. Creo que tienes que olvidar todo este terror. Empezar la vida tranquila. O por allí te conviene mudarte a otra ciudad.
Mayra cerró los ojos. Era difícil olvidar lo que pasó con la madre, ahora cuando tiene este recuerdo en la mano como el dije. Y más difícil era seguir el camino de bruja. Pero uno de los dos caminos había que elegir. Y Mayra ya estaba casi convencida de dejar a los asesinos en paz. Entendió que de alguna manera peligra su propia vida. Y probablemente no es lo su madre le desearía para ella. Aunque esto puede ser solo una excusa para alimentar la cobardía.
Tres días en el hospital, muchos estudios, algunos que no parecían necesarios dejaron a Mayra casi de todo recuperada. Sentía todavía mucha debilidad, pero las náuseas y dolor de cabeza se aliviaron. Como un agregado le trajeron la cuenta bastante alta a pagar la internación y la atención medica. Lo que siguió después era una demanda judicial de parte del hospital por el rechazo de pago y un embargo del sueldo, por si Mayra encuentra empleo.
***
Cuando Mayra volvió a la casa; se quedó dos días sin hacer nada. Solo mirando la tele; mirando el bosque por la ventana y alimentaba a Kayra sosteniendo la ratita en la falda.
En un momento Mayra tenía una sensación rara. Parece que el libro la llamaba. La chica tenía necesidad de leerlo.
Mayra se bajó al sótano. El libro estaba en la mesa, abierto en la receta que ella practicaba. La chica miró la receta a reojo y presto atención a la olla.
La pócima estaba intacta. Parece que ninguna mosca se atrevería a acercar.
El líquido tenía color marrón verdecido. Ya no tenía olor. Parecía una sustancia sólida como gelatina. En el medio estaba flotando la foto del doctor. Los pedazos de parafina rodeaban el papel fotografico.
Mayra metía la mano y sacó la foto. No tenía miedo de quemar la mano. Miro la imagen que quedó algo borrosa. El rostro del doctor estaba enpalecido, algunos colores se aclararon. El medico se veía con una sonrisa bestial como burlándose de la debilidad de la chica.
"¡No puedo dejarlo así!" — Pensó Mayra.
La pócima ya estaba preparada: lo que queda es tirarla al maldito doctor.
Igual Mayra tenía un poco de miedo de tocar la olla. Paso muy mal rato en el hospital.
Solo hay que ver cómo hacerlo.
El libro decía que la pócima tiene que tocar a la persona que recibirá hechizo.
Mayra salió del sótano y allí no más llamó a Evelyn para preguntarle cuando el maldito doctor Devlin va a estar en la clínica.
Mañana mismo Mayra va a ir al hospital y le tirará la pócima en la cara.