"El amor ya no es para mí".
Aquel pensamiento perduró en la mente de Darlene mientras se subía al vagón del subte para iniciar el vergonzoso viaje de regreso a casa luego de que la hayan plantado una vez más en una cita a ciegas. A ese punto ya sentía que todos los hombres de la ciudad habían hecho una apuesta para cancelar el encuentro media hora después de que no dieran ni noticias de llegar.
"Lo siento. No es esto lo que estoy buscando ahora" había dicho Theodore, la cita de aquella noche que no se había presentado al cine para ver la película que ella misma le había invitado.
¿Y a qué se refería con que eso no era lo que estaba buscando? ¿Cómo sabía que no era ella si ni siquiera se habían conocido? ¿O acaso esperaba que por conocerse en una aplicación de citas solo iban a encontrarse para satisfacer necesidades carnales?
Consiguió asiento porque solo había una mujer más que acompañaba su miseria en aquel vagón que se llenaba de un vacío tan grande que le recordaba una vez más cómo era estar sola en cada reunión de amigos, en cada cena familiar, en cada fecha comercial romántica... en cada cumpleaños.
Esa vez, sin embargo, se encontraba más rendida que nunca. Ya no tenía decepción, ni tristeza en ella, sino que finalmente comenzaba a aceptar que su vida sería solitaria, que su corazón no tendría la dicha de amar a nadie porque no había nacido para amar.
El subte se detuvo y la señora se levantó de su asiento para bajarse, pero en el camino un papel cayó de su bolso. Darlene despertó de su autocompadecimiento al ver que esa tarjeta rosa caía frente a sus pies. Observó a la señora que estaba bajando y se apresuró a tomarlo, pero cuando estaba por seguirla, las puertas se cerraron y a través de las ventanillas no encontró a nadie en la estación.
Frunció el ceño ante la confusión y observó la tarjeta en su mano. Era rosa y tenía un logo de luces de neón en forma de corazón con una flecha que lo atravesaba. Del otro lado, el logo se repetía en un fondo blanco con el nombre del bar: El beso del alma. Debajo había una leyenda: "Si es amor lo que buscas... o un buen trago, encuéntrame".
Darlene verificó la dirección antes de bajarse del vagón. El lugar quedaba de camino a casa. Guardó la tarjeta en el bolsillo de su chaqueta mientras la brisa invernal le revolvía el largo cabello rojizo y buscaba congelar las lágrimas que aún guardaban sus ojos marrones.
Nunca le había gustado el invierno, siempre tenía la nariz y las manos rojas por el frío, apenas se escuchaba su voz porque solía quedarse afónica... sin contar los resfríos que la atacaban casi todas las semanas.
Pero olvidó todo eso mientras caminaba por la calle Valentín. Solo se dejó llevar por aquella brisa que se le hizo más cálida que de costumbre, como si le diera empujoncitos de ánimo porque la noche aún no había terminado.
Sin notarlo sus pies la llevaron hasta un cartel que acababa de conocer, uno con un corazón y una flecha en el número 142 de la calle Valentín.