La pócima de Cupido

I. Un evento particular

“Apuñalar un corazón enamorado es fácil, pero hacerlo con el mío es el peor error que cometerás en tu vida”.

Es lo que pensó Desiree cuando tomó lugar al encuentro con Erik en aquella pastelería llamada “El amor en nosotros” a la que popularmente iban parejas a confesar sus sentimientos, de hecho, solían regalar una porción de pastel a las parejas que se comprometían. Todos amaban ir a esa cafetería, siempre había sido un indicio de un buen romance.

No obstante, Desiree no estaba corriendo con la misma suerte que todas esas parejas enamoradas a las que esa tarde les habían regalado una porción de pastel para celebrar su amor. A su alrededor había sonrisas tímidas, gestos dulces y miradas cómplices. Era un ambiente maravilloso para los enamorados. Desiree había ido con esas mismas intenciones, había esperado escuchar a Erik decir que quería que fuera su novia, que quería presentarle a su familia, que quería seguir viéndola, pero…

—Yo… La verdad no tenía intenciones particulares para nuestras salidas —dijo el castaño mirándola con cierta indiferencia—. No estoy buscando nada serio… es decir, podemos cruzar ciertos límites, pero seguimos siendo una especie de amigos, ¿no lo crees?

En realidad, Erik la había escuchado toda la noche hacía una semana cuando un cliente la trató horrible y la hizo llorar. Él la consoló de manera dulce y le dijo que el tipo era un idiota. También le había llevado una sopa casera de pollo a su departamento cuando le contó que estaba con gripe hacía dos semanas y se quedó a mirar las películas de Crepúsculo con ella mientras se acurrucaba a su lado, sin importarle contagiarse. Hacía unos días habían salido de fiesta con la hermana de él y habían bromeado sobre ella uniéndose a la barbacoa del fin de semana.

Pero ahora eran amigos.

No.

Ni siquiera eso.

Ahora solo eran la salida casual del otro que se disfrazaba bajo el concepto de amigos con derecho para hacerle creer que ella había sido una maldita loca que se había inventado toda una película de ellos dos siendo novios cuando todo siempre estuvo claro desde el principio. Spoiler: nunca estuvo claro, estaba siendo víctima de gaslight.

Desiree podía ser muy emocional a veces… si es que el rencor y la venganza contaban.

Erik habló sin parar, enredándose en justificaciones que no parecían ser la primera vez que eran dadas, pues estaban muy bien estudiadas.

Otro mesero se acercó, Erik había despachado al primero alegando que todavía no estaban listos para ordenar, aunque ni siquiera había pedido el menú. En esta ocasión, el hombre que se acercó era de cabello negro y aspecto intimidante, tatuajes cubrían sus brazos por completo y sus ojos grises destilaban los deseos más hirientes de venganza.

—Bienvenidos, esta tarde seré su mesero —comentó dejándoles un menú a cada uno—. El especial del día es…

—Aún no estamos listos para ordenar —interrumpió Erik.

Desiree lo observó con furia. ¿Quién se creía él para decidir por ella? El mesero estaba por marcharse cuando ella intervino.

—Yo sí estoy lista —apuntó con voz afilada.

Erik suspiró quitándole importancia y apartó la mirada mientras Desiree evaluaba el menú. Tal vez no tendría su cita romántica, pero sí sería capaz de probar esos famosos pasteles tan suaves y esponjosos como una nube.

—Quisiera un café angelado con una porción de pastel del cielo —indicó llamando por el nombre que le habían dado al latte con cheesecake.

—Excelente, ¿desearía degustar algo más? —inquirió el mesero.

Desiree notó que una traviesa sonrisa de lado se extendía por su rostro.

—¿Qué recomiendas para una última cita con alguien que solo juega con tu corazón y luego te culpa por ello?

—Desiree… —bufó Erik—. Ya te he dicho que…

—Los bombones de Anteros —respondió el hombre—. Son especiales para saciar el desamor.

—No aparecen en el menú.

—Solo se realizan como un pedido especial a quienes lo necesitan.

Desiree sonrió y asintió con la cabeza devolviendo el menú con intenciones de retirarse.

—A mí tráeme…

—¿Ya está listo para ordenar? —preguntó el mesero haciendo que Desiree sonría.

—Un expreso —dijo Erik ignorando la pregunta.

El mesero asintió anotando el pedido con rapidez antes de marcharse.

De nuevo se quedaron solos y Desiree sintió cómo le hervía la sangre al solo estar en su presencia. A veces el amor podía transformarse fácilmente en odio, más si había dolor de por medio.

Un silencio distante los abrazó durante unos cuantos minutos hasta que Erik rompió intentando hablar con ella como si fueran esos amigos que tanto había inventado que eran. No estaba loca, ella había visto todas las señales donde daba a entender que mantenían un compromiso.

Afortunadamente, no tuvo que responder a los comentarios filosos que lo excluían de ser el culpable de aquella situación y pedir disculpas. El mesero regresó con lo pedido y ella se apresuró a dar un bocado al pastel. Necesitaba saborear algo dulce para apagar la acidez que tenía en el estómago desde que había escuchado cuán miserable era Erik.




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