La pócima de Cupido

III. Para una suerte tan maldita

“¿Cómo se encuentra ese corazón?”

Desiree no había dejado de pensar en aquella pregunta desde que Anteros se la había formulado hacía dos días atrás. Había establecido una rutina para ignorar el dolor, había decidido que se mantendría enfocada en el trabajo, que reiría en los almuerzos con amigas, y que solo al caer la noche lloraría junto a una botella de vino porque su estúpido ex solo había jugado con ella.

Esa tarde había salido del trabajo y había ido de camino a hacer las compras. La propuesta de Anteros le rondaba la cabeza. Había mantenido a Erik en el balcón del departamento y le había echado un par de miradas, aún sorprendida por saber que él de verdad estaba en esa maceta.

Desiree suspiró antes de intentar atrapar sus snacks favoritos que estaban por lo alto de la góndola. Se estiró lo más que le permitió su cuerpo, pero ni siquiera rozó la bolsa. No obstante, una mano la atrapó por ella y se la acercó junto a una sonrisa espléndida.

—Gracias —murmuró depositándola en el carrito de compras.

—Un placer, señorita…

—Desiree —respondió y no pude evitar sentirse extraña ante aquella mirada azulada—. Bueno, yo…

—A riesgo de ser inoportuno, me preguntaba si podría tener su número y, tal vez, invitarla a salir alguna vez.

—Aún no sé su nombre.

—Peter —se presentó extendiendo su mano y cuando ella se la aceptó, él la llevó a sus labios para depositar un beso—. Encantado.

Totalmente sorprendida la joven no supo reaccionar hasta que Peter se vio sorprendido y un poco asustado. Soltó su mano de inmediato y observó a los lados.

—Alguien ha cortado la luz —señaló.

Desiree observó los brillantes tubos de luz del techo antes de volver a verlo.

—No lo creo.

—Tiene que ser una broma —dijo él antes de extender sus manos y buscarla.

Pero antes de que pudiera siquiera rozarla, una mano cálida y suave atrapó la suya y la guio con delicadeza. Desiree levantó la mirada para cruzarse con Anteros, quien observaba con furia a Peter, pero sostenía su mano con calma.

—Vete —susurró en una mortífera orden.

Entonces el hombre comenzó a marchar como poseído, lejos de allí. El corazón de Desiree latía desbocado, no entendía nada, solo había sido consciente de que el ambiente se había transformado con la llegada de ese hombre, había algo que la hizo mantenerse alerta y no sabía bien por qué.

No solo eso, sino que el rostro furioso de Anteros la descolocó por completo, su orden tan fría y descorazonada… aquellos ojos que ahora brillaban por las lágrimas de la furia y que tenían un resplandor rojizo la preocuparon un poco. Antes de siquiera ser consciente, pasó una mano por su mejilla y allí capturó una lágrima antes de que él la observara.

—¿Estás bien? —preguntó él dándole un suave apretón en la mano que aún le sostenía.

—Estás llorando —resaltó ella en un susurro y con un ligero temblor en la voz.

Anteros limpió sus lágrimas con cierta calma que la hizo recuperar lentamente la suya.

—¿Estás bien? —insistió corriéndole el cabello del rostro—. ¿Te ha molestado?

—¿Lo conoces?

Anteros hizo cierta mueca ante su respuesta y luego regresó la mirada hacia el lugar donde se había marchado el sujeto.

—Una de mis últimas clientas encargó un bombón para él —comentó con gesto sombrío—. Se separaron luego de unos años de relación, él la dejó porque ella aumentó de peso, así que cuando intentó recuperarlo solo recibió aquel desprecio superficial de su parte.

—¿Y has cumplido su venganza?

Anteros regresó su mirada a ella.

—Aún no.

—¿Y cuál fue la venganza que eligió?

—Nunca pudo elegir una —respondió—. Se suicidó luego de hacer el trato.

Desiree sintió una brisa recorrerle todos los nervios y se aferró al agarre de Anteros.

—¿Está muerta? ¿Y cómo…?

—Su deseo de venganza… El rencor que ella sintió se quedó en mí como parte del trato —explicó volviendo a correrle el cabello del rostro—. No eran mis lágrimas, sino las suyas.

La joven asintió un poco impactada por ello y no pudo evitar sentirse tensa al pensar en que el dolor que la acompañaba podría llevarla por el mismo camino.

Entonces sintió que Anteros la envolvía en sus brazos con dulzura, en esos brazos llenos de tatuajes, en ese perfume envolvente y seductor, en esa calidez reconfortante, y lentamente se fue relajando hasta poder devolverle el abrazo.

Sintió su caricia en el pelo como el aleteo suave de una mariposa, tan tranquilo como el susurro de las aves al despertar en la mañana, y por un momento se sintió afortunada de estar recibiendo aquel abrazo, tenía la sensación de que no solía ser algo recurrente de parte del vengador de los corazones no correspondidos.

Se preguntó entonces qué tan diferente podía ser ella al resto de los clientes de Anteros. ¿Acaso eso era habitual? ¿También les hacía compañía hasta que acababa la venganza? ¿Los reconfortaba en sus brazos mientras su perfume los llevaba a una escapada en una cabaña en medio del bosque donde todo era paz y tranquilidad? ¿Siempre estaba sometido a los deseos de los demás?




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