La pócima de Cupido

Epílogo. Genuino amor

Una sonrisa dulce se desliza en los labios de Desiree mientras los segundos pasan y Anteros la observa atemorizado. El aire es pesado, pero también anticipador, como si supiera que está a punto de sellarse una gran historia de amor.

—Desiree —murmuró con los ojos vidriosos—. Desiree…

—Estoy aquí —susurró acariciando su mejilla—. Todo está bien.

El dios unió sus frentes mientras daba una profunda respiración y ella reía aprovechando para rodearlo con sus brazos.

—Por un momento… creí que…

—Nada iba a pasarme porque tú me quieres —recordó ella haciendo que volviera a mirarla— igual que yo te quiero a ti.

—Desiree…

—Puedo estar muy loca y ser más deseos que pensamientos, pero sé cuando encuentro algo que es bueno para mí —señaló peinando su cabello—. Y tú lo eres. Toda tu pasión, todo tu cuidado, todo lo que alguna vez creí que podría ser el amor lo veo en ti cuando me miras. Puedo sentir cómo te llevas el dolor de mí para hacerlo propio, cómo sabes qué decir para hacerme sonreír, cómo conoces mi corazón mejor que yo misma.

>>Antes creía que el amor debía doler para que valiera la pena, que debía quitarte cosas, que debía convertirte en otra persona para afrontar los próximos desafíos, que los sacrificios eran necesarios, pero tú me enseñaste que no hay dolor en amar, que debes reír y brillar porque siempre sacará lo mejor de ti, y que si hay dolor, el compartirlo lo hará liviano, casi inexistente.

>>Quizás mi corazón buscaba venganza cuando te encontró, quizás estaba hundida en emociones negativas, pero eso no quiere decir que no fuera capaz de reconocer lo natural que era tomar tu mano, o lo bien que me sentía al conversar contigo sobre tonterías, o cuántas veces podías hacerme sonreír en un minuto, o que de pronto ya no me importaba la razón por la que estábamos hablando sino el hecho de que al fin volvía a tener un momento contigo.

>>Has vengado y cuidado mi corazón con una devoción que nadie jamás tuvo por mí, y quizás eso hizo que me dejara llevar a compartir un poco de pasión contigo anoche, pero no quita el hecho de que ha sido muy real para mí, de que esto puede ser amor, o tal vez no, pero es algo que quiero seguir sintiendo contigo. Porque no estoy buscando al vengador para cumplir una venganza, sino porque sé que él es quien corresponderá este amor genuino que incendió mi corazón.

Anteros la observó en silencio, como si aún estuviera procesando todas sus palabras y luego devolvió la mirada hacia la barra, algo que Desiree imitó, desde donde Eros les guiñó un ojo.

—Hasta tu maldito hermano lo aprueba —dijo ella volviendo a compartir mirada con él—. Puedo beber la pócima de Cupido si quieres, pero no funcionará porque ya te encontré.

—Por supuesto que no funcionará —masculló volviendo a mirarla—. Mi propio hermano me la ha jugado.

—Me alegra que ya lo estés aceptando —murmuró besándole la barbilla con dulzura—. ¿Te he dicho que contamos con la aprobación de tu madre?

—¡¿Qué?! —exclamó apartándose para mirarla—. ¿Has conocido a mi madre? ¿Cuándo?

Desiree sonrió peinándole el cabello.

—De camino aquí —susurró antes de tomar la rosa y mostrársela—. Me dio esto para compartir contigo.

Anteros tomó la rosa en su mano y la inspeccionó con sorpresa. Desiree supo que se trataba de ella cuando vio aquel brillo rosado en sus ojos, uno igual al de Anteros.

La joven resopló llamando su atención de nuevo.

—¿Acabaste? ¿Ya llegamos a la parte en que me besas de una forma deliciosa y prometes vengar cada uno de mis deseos?

El dios sonrió por primera vez mientras le echaba un largo vistazo evaluativo que encendió algo primitivo dentro de la joven. Entonces él deslizó su dedo índice por la rodilla descubierta de ella.

—Todo lo que quieras de este mundo, lo tendrás —prometió.

Ella sonrió abrazándose a su cuello.

—¿Y si te quiero a ti?

—Todo tuyo, desde siempre tuyo —susurró cerca de sus labios—. Mi hermosa venganza.

Y esa vez cuando sus labios se unieron en un beso ardiente, pero también emocional, las llamas de un nuevo amor nacieron en un indiscutido de permanecer justo allí, en el corazón del otro, en las manos del otro, en el brillo de sus ojos y en la creencia de que el amor puede florecer en tu corazón incluso cuando solo hay dolor habitando en él.

Porque de la venganza al amor probablemente hay tan solo un bombón de distancia.




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