Sebastián
Maldito Missasar. Me ha dejado atrás ¿tan desesperado estar por ver a la tonta de Riley? Si no fuera un vampiro yo diría que se ha enamorado de ella. Pero es imposible. Un ser tan poderoso como él no puede fijarse en esa niña tan debilucha, aunque sí tiene su carácter y es agraciada para ser una humana normal y corriente. Lo más sensato sería que Missasar ponga sus ojos en esa vampiresa tan linda, pero tan malcriada. Riley solo es como un cachorrito para él, pero bien que la mima demasiado.
Ya es tarde. Chequeo mi reloj y son las 11:25. A pesar que quiero ir a la casa de Eliot, siento un gran impulso por ir a la casa de Riley, es como si Missasar me estuviera llamando de la forma tan semejante a un sentimiento provocado por una corazonada que puede avisar algún hecho futuro.
Así que desvió mi camino y voy en dirección a ese vecindario. Demoro un poco en llegar porque camino disfrutando de la noche estrellada.
Cuando por fin llego, encuentro a Abel en la cocina. Está colocando en el maletín sus utensilios: los que utiliza para drenar la sangre de las personas.
He sido testigo de cosas muy perturbadoras e inhumanas, pero son cosas que nosotros, los vampiros debemos hacer.
— Hoy no es viernes —le recuerdo porque el solo utiliza eso cuando vamos de "casería".
— No, no es. Pero tenemos dos vampiros más aquí —responde.
Ya veo por qué Missasar me estaba llamando. Necesita recuperar la sangre que ha perdido.
— ¿Se van a ir? —Pregunto— ¿Hoy?
— Sí.
— ¿En dónde están ahora? —replico.
— Los señoritos están en la azotea y nuestro maestro irá a despedirse de Riley. Vamos, Seb. Tenemos una hora para recolectar toda la sangre que necesitamos.
Nuestra misión comienza.
Los lugares en donde comúnmente "cazamos" son en las granjas vecinas y en los hipódromos si es sangre destinada para mí o para Abel. Para Missasar es distinta la cosa.
Un vampiro sangrepura que se alimenta directamente de su víctima, la convierte, así de simple.
Succiona toda su sangre y es muy difícil que deje alguna gota, así -al morir- la persona vuelve a la "vida" como un "muerto vivo", un nuevo ser o criatura, un neosere; no obstante, cuando se alimenta de la persona sin matarla, es decir, solo bebe un poco de su sangre, ella al morir (después del transcurso del tiempo o por cualquier causa), renacerá también como un "muerto vivo".
Por ello, me contó Abel, que Missasar prefiere beber la sangre humana sin tener contacto con un humano y para eso sirven estos utensilios.
Corremos por las pampas de verde vegetación, las colinas están sumergidas en lo negro de la noche y, por estas tierras desoladas, parecemos los únicos animales que se mueven.
Pronto llegamos a la primera granja. No siento sed, pero Abel sí necesita beber. Lo espero afuera del establo cuidando, de esa manera, si algún capataz se acerca. Abel sale satisfecho y con los ojos centellantes.
— Vamos a la ciudad —me dice mientras se limpia sus labios rojos.
Nuevamente, comenzamos a correr. Deberíamos venir mejor en auto, pero Abel quiere hacerlo todo sin ser notado y de incógnito.
Aquí viene lo feo.
En la ciudad vecina y a estas horas, los lugares aledaños a las discotecas están infestados de personas, y se aglomeran siempre en las zonas más oscuras. Piensan que se están protegiendo de los demás; sin embargo ellos mismos se convierten en presa fácil para nosotros. Por lo menos no los matamos, deben agradecer por ello.
Abel capta a la primera víctima. Es un trabajo fácil. Primero obsérvala a los ojos, sedúcela con ellos. Sé sugestivo y demuéstrale que tienes el poder ya que, en un juego de miradas, si eres vampiro, ya eres el ganador.
La víctima viene hacia él caminando por sí sola, eso es lo fascinante. No sabe que camina a su perdición. ¡Qué estoy pensando! Inconscientemente ya estoy actuando como un vampiro. Debo controlarme. Ella camina contorneando sus caderas, parece un poco ebria, su sangre no servirá. Abel se da cuenta y la deja. El efecto hipnotizador ha acabado.
— No necesitamos a borrachas —espeta con impaciencia.
Rodeamos la discoteca de quinta y localizamos entre un grupo de jóvenes a un perfecto blanco.
Sea hombre o mujer, no podrá resistirse al poder visual de un vampiro. Abel lo observa y poco a poco el chico comienza a adormecerse y caer. Se aleja de su grupo de amigos y nosotros aguardamos como guepardos entre la maleza, esperando el momento perfecto para atacar.
El chico voltea por el callejón y Abel se escabulle hacia él. No hay nadie que nos impida cumplir con nuestro sucio trabajo.
— Es un niño —lamenta Abel— Solo le sacaremos 200 mililitros— Por orden de Abel, el chico cierra sus ojos y se sienta apoyando su espalda contra la pared.
La maniobra es idéntica al procedimiento estándar realizado en los hospitales para extraer sangre a un paciente cuando éste requiere de algún examen clínico. Es sencillo, hasta yo lo podría hacer. Abel aprovecha para sacar la jeringa y un pomo de vidrio térmico, busca la vena del antebrazo del muchacho y la introduce.
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Editado: 25.03.2019