La poderosa y divertida sangre de Missasar

Capítulo 20

Sebastián

Abel termina de lavar la copa en la que vertió sangre para alimentarse. Ahora luce satisfecho. La comida, que había degustado junto a su hija en el almuerzo, es basura frente al cálido líquido vital.

Luego de mostrarme ese espantoso secreto sobre Riley, tratamos de olvidarlo. Eso deprimía profundamente a Abel y, nuevamente, me hacía sentir repugnancia por pertenecer a esta clase de monstruos chupasangre.

Tratando de cambiar de tema, conversamos un poco más sobre los detalles que aún no me quedan claros en cuanto a la partida de Eliot. Abel, aún contra las reglas, ha decidido protegerlo, porque está completamente seguro de que su maestro también haría lo mismo. Ni siquiera yo dudo eso. Una de las cualidades que tiene Missasar es su lealtad, lo respeto por eso, es mi maestro.

Roxín, solo ese nombre clave conocemos acerca del contacto de Abel que trasladará en secreto a Eliot. No es seguro que los líderes de la Triada estén tras él, pero más temprano que tarde lo harán, por ello es necesario un gran tino y meticulosidad para encontrar un escondite adecuado y seguro y en el que Eliot no se sienta asfixiado ni enloquezca. Un país sudamericano ha sido elegido, o más bien, seleccionado autocráticamente por Roxín, ya que él está residiendo allá, en Bolivia. Un país, que según ha descrito a Abel, cuenta con grandes cadenas de montañas que suficientemente podrían ocultar al mejor y más peligroso depredador y, al mismo tiempo, le serviría como base defensiva y de contra-ataque. Pero, está demasiado lejos de nosotros...

—¿Hoy, a qué hora? —le pregunto sentado sobre mi silla giratoria.

—Mañana, a las tres en punto, en la conexión de la carretera 71. ¿Quieres ir conmigo para despedirlo? —replica Abel soltando el nudo de su delantal de margaritas. Ha terminado su labor de amo de casa y, por fin, está libre. Cuelga el delantal cuidadosamente en la manija del refrigerador y espera mi respuesta. Riley le reclamará nuevamente por esa costumbre, siempre le dice que cuelgue el delantal en el perchero azul que está al lado de la puerta de entrada de la cocina— ¿Qué pasa? —me pregunta luego de unos minutos de mi silencio.

—Uhm... ¿No crees que, por lo menos, Riley debería despedirse de él? Igual notará la ausencia de Eliot en el colegio y en el suburbio...

—No —dice casi interrumpiéndome—. Eso sería doloroso para ambos. Riley se culpará aún más y Eliot, tal vez, sienta amargura por eso. No sería un viaje grato si alguien se despide de ti con culpa en los ojos.

—Pero... —cuestiono como un niño que busca apaciguar a su padre cuando este lo está amonestando.

De repente, un ¡Trac! retumba, el sonido es producido por la puerta que está detrás de nosotros. Riley aparece con cierta agitación, como si hubiera bajado corriendo las escaleras; se sujeta su palpitante pecho, que sube y baja desesperado por estabilizar su respiración, y luego, ya reincorporada, suelta rápidamente:

—Vendrá Lila hoy —sonríe animada y viene a sentarse al lado mío.

Regreso a mi normal semblante, el despreocupado de la vida, y pronuncio mi queja. No tengo nada contra Lila... Bueno sí, no la tolero y me es desagradable, pero últimamente ha estado visitando a Riley y yo tuve que mantenerme oculto o alejado. No quiero seguir con eso, se supone que esta casa es mi refugio, en donde puedo ser yo; sin embargo, por Lila tengo que ocultarme, tengo que fingir que sigo siendo un humano, el humano que tanto quiero volver a ser, pero me cansa, esto me está cansando porque ahora... soy un vampiro.

—¿Qué hay de Laurien? —pregunta Abel y ambos ignoran que yo no quiero que Lila venga. ¿O sea, mi opinión no importa en esta casa?

—Ella está saliendo con su novio. Cuando planeamos salidas entre las tres, ella ya no puede venir porque tiene compromisos con Dan. Siento que la estamos perdiendo, papá... Casi no pasamos tiempo juntas, extraño esos momentos —refunfuña Riley.

—Eso es normal, hija. Tiene un novio y quiere salir con él... Tú algún día sentirás lo mismo por una persona y querrás estar siempre a su lado. Pero no ahora —concluye imperativamente Abel.

—¡Oh! Ahora no, pero pronto, muy pronto, Abel —agrego con burla. Siempre es relajante fastidiar a Riley— Tu hijita ya tiene alguien en la mira, ¿no es así, Rionny? —digo con diversión. ¿Rionny? ¿De dónde saqué eso? No importa, fue esporádico, pero ha logrado el efecto deseado: Riley se ruboriza y, obviamente, niega mi enunciado efusivamente con su rostro serio y molesto.

Abel eleva una ceja, descontento— ¿Ah, sí? ¿Y quién es? —me pregunta.

—Su nombre es- —Siento a Riley pellizcar mi pierna, pero eso ni siquiera me causa dolor, más bien, me ha perturbado más su expresión de "si dices algo te mato"— Ronny, se llama Ronny —declaro atolondradamente. Ella sabe mejor que nadie que: si me niegan hacer algo, siento más deseos por hacerlo. Miro a Abel y él parece que hace un cálculo mental para recordar a alguien con ese nombre que sea amigo de su hija.




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