La poderosa y divertida sangre de Missasar

Capítulo 26

Sebastián

Abel se me ha adelantado. Y no es para menos, la llamada de Riley ha encendido su alarma de "hija en peligro", por eso quiere llegar lo más rápido posible. Pero estamos tan alejados del suburbio...

Él, a diferencia de mí, lleva años siendo un neosere, sus habilidades están más desarrolladas y pulidas que las mías, pero hay cosas en las que yo soy mejor que él, lo sé, solo que aún no lo descubro. Bueno, tal vez sea un pensamiento arrogante, pero yo también soy muy rápido, la prueba es que ya lo he alcanzado, a pesar de que él salió minutos antes que yo.

Estamos por un paraje desierto que limita dos desoladas carreteras del estado vecino. No hay nadie por estas zonas, así que corremos a nuestras anchas.

Nuestros pasos levantan apenas polvo y solo perturbamos a los animales de la noche. Luego de casi veinte minutos, llegamos hasta la carretera 71, nuestros pasos se vuelven más sigilosos, ya que ésta es la entrada sur al suburbio, y hay autos y camiones. Incluso, ya podemos apreciar las luces de la pequeña ciudad que brillan a los lejos como luciérnagas.

—¿Sientes eso?—Pregunta Abel y yo sin saber a lo que se refiere, frunzo el ceño-. Se está llevando a cabo una pelea. Debes agudizar tus sentidos, Seb, es necesario que lo hagas —. Siento eso como un reproche — Vamos hacia el bosque del colegio —ordena.

Nos desplazamos por la oscuridad y tratamos de no ser vistos, pero no pudimos evitar hacer gritar a varios niños. Ya en medio de la avenida bordeada de ficus, que está a las afueras del colegio, un espasmo recorre a mi cuerpo y luego mis músculos comienzan a relajarse, debido a que el delicioso aroma de la sangre ha penetrado mis fosas nasales. Pero frente a nosotros, observamos a un maltrecho Eliot trayendo a Riley entre sus brazos.

Abel no pierde tiempo y me percato que ni siquiera se perturba por la esencia a sangre, bueno es su hija, jamás pensaría en hacerle daño.

Decididamente, trato de pensar en otras cosas para acercarme a ellos y no ser una molestia.

—¿Quién te hizo esto? —Pregunta ofuscado Abel mientras yo ayudo a mantenerse de pie a Eliot.

— Un hombre lobo... Rius está peleando con él ahora...

Tanto yo como Abel, nos descolocamos totalmente, se supone que ya habíamos resuelto tal problema. ¿Cómo es que un hombre lobo lo ha atacado? ¿Ese tal Billar y el niño que lo acompañaba habrán sido más sanguinarios de lo que parecían?

—Llevaré a Riley y a Eliot a casa. No podemos llevarlos al hospital con esta clase de heridas —comenta con preocupación—. Ve a mirar la situación, Seb —me ordena finalmente, pero con un tono cortante.

Observo la contundente seriedad en sus ojos, asiento con la cabeza y ofrezco una determinada mirada, quiero demostrarle que puede confiar en mí, a pesar de lo poco que he desarrollado mis habilidades.

De prisa, corro hacia el desolado lugar de la pelea. Pero ¿realmente hay una pelea allí? Está muy silencioso. Camino esquivando los frondosos árboles y llego a percibir, por fin, la poderosa aura de dos extraordinarios seres.

Rius tiene presionado del cuello a un monstruo. Ese arquetipo de humano-bestia es horrendo y lo que observo sin duda es una transformación completa. Si la de Eliot ya me parecía espantosa esta es cien veces peor: un cuerpo prominente de hombre con rasgos y rostro de lobo. Perturbador. Muy perturbador. Aunque no me agrade Rius, espero que acabe con esa maldita bestia que hirió a mi mejor amigo.

Rius tiene una sonrisa y mirada desquiciada, pero el atisbo de sadismo en sus ojos sangrientos delata su entusiasmo por las batallas. Siente mi presencia y al observarme sonríe con alivio. Entonces suelta al hombre lobo, y al desvanecerse su transformación, me percato que no es Billar ni el niño.

Me pregunto cómo llegó este otro ser aquí, pero al instante conjeturo lo que Billar dijo: "él vino aquí a buscar a la bruja, por orden de su maestro".

Entonces ese hombre lobo que lucha por recobrar el aliento de rodillas en el suelo, es el dichoso maestro.

—¿Suficiente? — Dice Rius acomodándose su gabardina roja. El hombre lobo levanta con amargura su rostro y observa con su venenosa mirada al flamante sangrepura.

—Tendré suficiente cuando te mate —amenaza con desdén—, mate a ese mestizo y también a tu hermana.

Rius se sorprende gratamente y suelta una carcajada incrédula.

—¿No puedes dejar de mencionar a mi hermana en ninguno de nuestros encuentros? —Se burla— ¿Es que ya te acostumbraste a sus golpes? Si no fuera por Missasar tú ya estuvieras muerto.

—También mataré a Missasar —afirma con rabia el licántropo. Seguro ha recordado un mal momento.

Observo con impaciencia la situación. ¿Por qué Rius no lo mata de una vez? ¿No sabe el peligro que corre Eliot ahora? ¡Claro que lo sabe! Pero, no le importa le importa en absoluto. Él no es nuestro amigo, además odia a Eliot.

El hombre lobo vuelve a incorporarse y se pone en guardia.

—No quiero pelear —alega Rius.

—Eso no me importa —contrarresta el lobo y se transforma en una bestia negra—. Has interferido con un mandato de mi raza: el de eliminar a los mestizos. Esto fue una afrenta, y por ella tenemos una razón para pelear, al fin, después de mucho tiempo. No la desaprovecharé —. Ahora su voz se ha distorsionado, es más ronca y gutural, me deja perplejo.




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